La contrarreloj de Vitolo en la semana del morbo eterno. Se acerca el partido de su vida. Al activo de los 35,7 millones de euros, le restan 105 días en la UD Las Palmas. El próximo 1 de enero será jugador del Atlético de Madrid hasta junio de 2022 [con una cláusula de 150 'kilos']. Pasará a convertirse en el segundo jugador mejor pagado del plantel de Diego Pablo Simeone, solo superado por el francés Griezmann.

Además, será el aliado perfecto de Diego Costa, que en las próximas horas dejará el Chelsea para vestirse en el nuevo icono colchonero [previo pago de 55 millones].

Pero Vitolo tiene una travesía pendiente de gloria y penitencia de amarillo. Un mes después, de abrir la puerta de su segundo ciclo en Mestalla ante el Valencia, se reencuentra con el aroma del Gran Canaria. Su último partido en el partenón de Siete Palmas fue ante el Almería, en junio de 2013, en la ida del playoff de las semifinales del ascenso a Primera. Regresa con 177 duelos con el Sevilla, 116 en Primera, 45 en competición europea y un fijo en la selección nacional de Lopetegui.

A sus 27 años, los cuatro cursos que completó en el Sevilla dispararon su caché y prestaciones. Emery le convirtió en el gladiador de oro. Tricampeón de la Liga Europa, el 10 de julio se precipitaban los acontecimientos. El presidente del Sevilla anunciaba la renovación de Vitolo, hasta junio de 2022 y un aumento considerable de la ficha.

Estallido de ira

La rápida intervención del presidente de la UD Miguel Ángel Ramírez resultó determinante. Desde principios de junio, como adelantó este medio, sobrevolaba la posibilidad de recalar en el club isleño, para luego dar el salto al Atlético. Solo había que buscar la fórmula. Y se encontró en una jugada maestra.

Vitolo no había firmado, fue recogido en el aeropuerto de Sevilla por Nico Pareja en la jornada previa al escándalo. El acuerdo fantasma del extremo internacional, fundamentado en la actuación de la Agencia Bahía y del padre del grancanario, Víctor Machín, carecía de efecto legal. El amarillo viajaba de forma urgente a Madrid y abonaba la cláusula de rescisión [35,7 millones de euros] y se convertía en el nuevo icono galáctico de la UD.

Tras superar unas molestias en pretemporada, debutó en Mestalla pero careció de continuidad. En la semana del pulso ante el Atlético [por cortesía y el pacto entre clubes no se mediría a Simeone], se le esfumó la opción de jugar con la Roja por un edema en la rodilla. El capítulo histórico, treinta años después, de un jugador de la UD con España quedó en anécdota. Un informe médico de la RFEF aportaba algo de luz. Baja ante el Málaga en La Rosaleda, recibe el alta y apunta al debut en la fortaleza de Siete Palmas. En el mismo escenario, donde fue silbado por los fieles amarillos, tras su piscinazo en el Pizjuán ante la UD -en septiembre de 2016-, vuelve como un héroe. Y el miércoles, el infierno en Nervión. Amado y odiado. La película del gladiador.