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Copa del Rey / El dato

La racha que abortó la última crisis

El equipo, entonces con Quique Setién, retocó su idea y con la portería a cero logró salir adelante

Wakaso, Momo, David García, Garrido y Willian José celebran la victoria en Eibar en 2016. LOF

El manual de cómo salir de una depresión está en la memoria amarilla. La actual es una crisis muy parecida la última que vivió la UD, en la 15-16. Entonces decidió protegerse mejor en defensa y recuperar la autoestima. Fueron los cimientos sobre los que se construyeron dos permanencias seguidas.

La UD Las Palmas no se encontraba en una situación tan crítica desde los primeros meses de la era de Quique Setién. La destitución de Paco Herrera y los inicios del técnico cántabro provocaron la primera marejada en el club en este periplo en la máxima categoría. Fue dando tumbos mientras se adaptaba a un nuevo estilo y a una competición mucho más exigente. La defensa de cinco jugadores de Paco Herrera, allá por la 2015-16, cambió a una propuesta más ambiciosa de Quique Setién, que dio protagonismo a hombres como Roque, Vicente o Tana.

Esa revolución prometía, pero iba muy lenta y a la UD Las Palmas le costaba un mundo sacar resultados. Así, actuaciones imponentes ante Granada o Athletic se combinaban con descalabros como frente al Levante y el Rayo Vallecano, los más preocupantes. En la jornada 25, el 20 de febrero del 2016, la UD Las Palmas acababa de dar la cara frente al Barcelona, pero el equipo estaba anclado en los puestos de descenso. Era antepenúltimo a tres puntos de salir de la zona roja y con un dato que lo marcaba todo: 40 goles encajados.

El equipo había demostrado que tenía argumentos ofensivos para hacer daño a cualquier rival. Y la idea funcionaba en algunos contextos, pero no era suficiente para salir del pozo. De hecho Aythami Artiles puso en duda la filosofía de Setién después de la derrota en Vallecas en unas declaraciones que levantaron mucha polvareda. Y lo cierto es que al final el equipo no sacó la cabeza hasta que se protegió mejor en defensa.

Tras la visita del Barcelona el equipo se remangó y encadenó una racha en cuestión de dos meses que significó media permanencia. En siete jornadas ganó seis partidos y solo perdió uno, frente al Real Madrid. Los puntos no llegaron hasta que la UD se dio cuenta de que tenía que priorizar el taponar la sangría defensiva, una situación muy parecida a la actual. La posesión y el virtuosismo con la pelota se dejó para cuando fuera posible. No renunciaba a su estilo, pero sí se intentaba adaptar a cada partido. Menos brillo y más pragmatismo.

Así fue como encadenó esa racha, que comenzó con tres victorias en las que dejó la portería a cero, y dos de ellas fuera de casa: 0-1 al Eibar, 4-0 al Getafe y 0-1 al Villarreal. Especialmente llamativos fueron los triunfos en Ipurua y El Madrigal, que llegaron con dos goles en saques de esquina, anotados por dos defensas -Bigas y David García-. Ambos formaron la zaga en esos tres encuentros junto a Aythami y Javi Garrido. El capitán amarillo y el vasco ejercían de laterales y priorizaban la defensa: protegían los centros laterales, iban bien por alto, estaban atentos a las coberturas, ayudaban a los centrales y miraban hacia arriba lo justo.

Otros secundarios se convirtieron también en pilares. Y es que El Zhar, Momo y Wakaso tuvieron mucho protagonismo en esas semanas. Se pusieron el mono de trabajo y en ataque aprovechaban la magia de Roque, Jonathan Viera y Tana, que se juntaban por dentro para sembrar el pánico. Arriba, Willian José estaba en racha.

El brasileño marcó al Real Madrid y luego anotó un libre indirecto que valió tres puntos en Anoeta. Era la tercera victoria seguida a domicilio de los insulares, todas por 0-1 y con goles en jugadas a balón parado. Y de nuevo los de Quique Setién, como en los triunfos ante Eibar, Getafe y Villarreal, tuvieron menos posesión que su rival. En Anoeta fue de apenas un 38 por ciento, señal de que sabía ganar partidos también a cara de perro, jugados en el barro y tirando de seriedad defensiva y compromiso.

La inercia positiva se mantuvo frente a Valencia y Deportivo, cuando la UD encajó primero y acabó remontando. No había atisbos de ese equipo que tanto ha mostrado en los últimos meses una mandíbula de cristal. Así, se disparó en la clasificación y tras ganar en Riazor ya era décimo con 39 puntos, once más que el descenso.

Las luces de alarma se destiñeron y la UD, rebosante de confianza, extendió esa dinámica hasta el comienzo del siguiente curso. El manual de cómo salir de una crisis todavía está en la mente de todos los amarillos.

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