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La contracrónica

Ocho meses son un mundo

Tras la muestra de descaro en el Bernabéu en marzo la UD se arrodilló ayer desde el inicio

Ocho meses son un mundo SERGIO PÉREZ / MATEO VILLALBA

En el mismo recinto en el que mostró la apoteosis de su idea, la UD Las Palmas evidenció también su destrucción. En cuestión de ocho meses, los que van desde el 1 de marzo hasta el 5 de noviembre, el equipo amarillo ha reflejado su caída libre en el Santiago Bernabéu. Con cinco defensas, la aceptación de su fracaso, salió al Santiago Bernabéu, encogido, sin valentía, rezando para no encajar una goleada. La mejor señal de que ha tirado por la borda un año maravilloso se ha visto en el coliseo del Real Madrid, el lugar donde presumió de estilo y descaro. A esta UD ya no le queda ni la fidelidad a una idea.

El contraste entre esas dos actuaciones es el mejor reflejo del momento de la UD Las Palmas. Ha pasado de ser la revelación de la Liga, de estar capacitado para asaltar el Santiago Bernabéu, donde llegó a ponerse 1-3 en una actuación grandiosa, a mostrar su inferioridad desde el túnel de vestuarios. Allí donde Tana, Jonathan Viera y Prince Boateng pusieron contra las cuerdas al ejército de elegidos de Zinedine Zidane, ayer con Pako Ayestarán el equipo amarillo salió de rodillas. Y aún así le partieron la cara con un 3-0, una goleada que se suma a la colección de desastres de un curso que sigue transitando por una autopista peligrosa.

Nada queda de aquella UD Las Palmas. Es una sombra el equipo amarillo, reducido por su propia incapacidad para sellar su portería. A falta de buscar alternativas que mantengan su idea, como la solidaridad de todo el equipo en el trabajo defensivo, juntar las líneas, presionar con orden para recuperar pronto el balón o limitar las incorporaciones de los laterales, o incluso de plantear un doble pivote como hiciera Manolo Márquez, Pako Ayestarán tomó el camino más corto. Tres centrales y a encomendarse a Vitolo. De primero de entrenador.

En aquel añorado 1 de marzo la UD ganó la posesión de balón, tuvo personalidad para mirar a la cara a un poderoso y tomó riesgos que salieron bien. Muy bien. Ayer, sin embargo, entregó la posesión, algo que había convertido en una de sus señas de identidad -59% a 41%- y ni siquiera contragolpeó bien. Solo un remate a portería inquietó a los blancos, ensimismados en la primera parte, cuando todavía penalizaban las dos derrotas seguidas con las que llegaban a la cita. Pero en cuanto pisaron el acelerador la UD no fue rival.

Y no lo fue porque sigue buscando lo que era la temporada pasada y ha tomado la carretera equivocada. La de la inseguridad en sí mismo. Porque así no hay manera de recuperar la mejor versión de algunos de sus jugadores. Si el 1 de marzo, el día de la máxima expresión de la era Quique Setién, jugadores como Viera, Prince, Tana, Roque Mesa, Lemos, Bigas, Vicente Gómez o Dani Castellano llegaban lanzados, ahora están en un momento de forma preocupante.

Cobardía también con 2-0

Ni siquiera el mejor Vitolo, que quiso echarse el equipo a la espalda como entonces hizo Jesé, salvó a esta UD. Intentó agitar al Real Madrid por todos lados y con una gran internada en los primeros minutos estuvo a punto de lograrlo. Pero fue un espejismo porque el resto del equipo estaba centrado en la tarea, que ayer no era otra que defender. Y con ese plan no era difícil aguantar, al menos durante un tiempo.

Cuando el Real Madrid abrió la lata tampoco hubo señal de descaro. Ni con el 2-0, ni con el 3-0. La UD siguió sin arriesgar, no movió la defensa de cinco hombres y aún así fue incapaz de cerrar el grifo de su portería.

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