Corría el minuto 78 de partido cuando pasó lo que tenía que pasar. Ahí la UD se tambaleó como hacía años que no lo hacía. Jason derrumbó por segunda vez la portería de Las Palmas para hacer estallar al Gran Canaria. Su gente, la que forma la UD explotó. Cayó el segundo gol del Levante y la mecha, que ya estaba prendida, dinamitó en el corazón del Estadio. En ese momento de histeria colectiva todo 2017 se posó sobre el recinto capitalino. La salida de Quique Setién y la ausencia de un relevo firme, el fracaso de Pako Ayestarán, la espantada de Prince Boateng, la política de precios de abonos, el modelo 'low-cost' de fichajes... Todo ese cóctel que ha creado un clima de desencanto generalizado con la UD reventó en medio de un equipo que es carne de Segunda División.

Los gritos de dimisión dirigidos a Miguel Ángel Ramírez en el palco ponían el final para la UD de su octava derrota consecutiva, sexta desde que Ayestarán asumió el cargo. Un partido que deja al cuadro amarillo como último clasificado con un paupérrimo bagaje de 6 puntos de 36 posibles y una dinámica de club que tiene como único destino la categoría de plata.

La tarde ya había empezado revirada para Las Palmas. Antes de comenzar el partido ya llevaba un golpe. La remontada del Málaga ante el Deportivo de La Coruña había dejado daños colaterales para la UD. A las 17.30 horas, cuando Melero López hizo sonar su silbato para iniciar el partido, la UD Las Palmas era colista de la Primera División. O lo que es lo mismo, con el dato de los datos en la mano -los puntos-, Las Palmas era el peor equipo de la categoría reina del fútbol español.

Ante esa desdicha, Pako Ayestarán resolvió su once con la inclusión de varios cambios. Para empezar, volvió a la defensa de cuatro hombres con la entrada de dos hombres nuevos con respecto a la vista al Santiago Bernabéu: David Simón por Michel Macedo y Ximo Navarro -titular también ante el Madrid- por Pedro Bigas. Por delante, la inclusión de Tana fue la gran novedad de un día donde Javi Castellano volvió a ser el ancla de un equipo que recuperaba fe con su hombre clave, Jonathan Viera.

El choque comenzó pesado. Las Palmas intentaba darle criterio a un balón lento, sin una circulación fluida. No pasaba gran cosa y la chiquillería del Estadio, mayoría aplastante ayer en Siete Palmas por ese impulso de generosidad del club -regaló miles de entradas a los clubes convenidos-, agradecía cualquier cosa. Un gesto de Viera, una arrancada de Vitolo, un buen recorte de Dani Castellano. Cualquier detalle era válido para intentar escapar del sopor que dominaba el inicio de la tarde.

Así las cosas, Las Palmas lo volvió a hacer. De la nada, el Levante generó la primera gran ocasión. Una simple pared en el costado izquierdo fue suficiente para que Morales regalara un gol a Enes Unal. El turco aprovechó bien el hueco que dejó Mauricio Lemos para plantarse delante de Raúl. Optó el otomano por ponérselo difícil, se escoró hacia la pierna izquierda y desde ahí intentó batir a Raúl. El canterano, firme, aguantó el amago y desvió el balón a córner. Bomba desactivada.

Tras ese aviso, el Levante creyó. En un contragolpe rápido volvió a dejar a la zaga amarilla en evidencia. Enes Unal se volvió a equivocar de camiseta, quizá por eso de llegar cedido del Villarreal. Y es que el ariete turco volvió a errar cuando, desde la banda derecha y con todo el tiempo del mundo, erró en el pase fácil a Morales cuando éste ya estaba saboreando el gol.

El doble susto espabiló a la UD que pareció reaccionar. Su juego no mejoró, no es que tenga Las Palmas muchas ideas, pero al menos se acercó a la portería de Oier. Y las ideas que tiene siempre suelen estar entre la escuadra y el cartabón de Jonathan Viera. Fue él quien coló un pase con su sello a Calleri. El argentino no falló, pero el brazo del juez de línea saltó como un resorte. En la tele, justito.

Se animó de nuevo la UD, otra vez con Viera como origen de todo. Un error en la salida de Chema dejó al '21' en una posición idónea para volver a tirar una asistencia de las suyas. Lo hizo y encontró a Vitolo por la izquierda que, en lugar de optar por tirar -parecía lo más sensato-, intentó rizar el rizo y colarle al balón a Calleri por el otro lado. Agua.

Las Palmas experimentó una leve mejoría. Incluso llegó a combinar como antaño. Vitolo, Vicente y Tana trenzaron bien para que Viera, con un disparo manso, volviera a inquietar a Oier. La UD, más por impulsos que por juego, rondaba la portería del Levante.

Pero el Levante también enseñaba los dientes. El macedonio Bardhi, con un disparo fuera del área, volvió a picar a Las Palmas. Los granotas estaban vivos, latentes, y Las Palmas necesitaba más si quería llevarse el partido. Porque solo de Viera es difícil vivir. El descanso se asomó al partido y la UD se iba al vestuario agazapado entre las sombras del último puesto de la tabla.

Al inicio de la segunda tanda, el Levante volvió a sacar el colmillo. Jason, asistido por Enes Unal mientras la UD andaba aún en la caseta, sacó un latigazo al que Raúl respondió de nuevo. Una buena señal para que la UD volviera a meterse en el asunto ese donde le iba la vida: ganar el partido.

Y a eso se puso la UD, más por orgullo que por convicción en algo. Porque pasar lo que es pasar, no pasaban muchas cosas. La pitada a la asistencia del público por megafonía fue el momento que más decibelios levantó en un Estadio de Gran Canaria que andaba preocupado con lo que veía. Porque los minutos pasaban y pasaban, el marcador no se movía y el miedo a volver a caer se adueñaba de Siete Palmas.

En esas Las Palmas encontró otra más. Fue Vitolo el que se hizo un hueco a trompicones entre la defensa granota para entrar en el área y cruzar un tiro que sacó Oier mostrando por qué era capaz de sentar ayer a Raúl Fernández, habitual titular de López Muñiz. El internacional volvió a demostrar lo negado que está en este regreso tan frustrante a la UD Las Palmas.

Cinco minutos después de aquella ocasión, los cimientos de la UD Las Palmas temblaron. El Levante, sin hacer demasiado, había reventado el Gran Canaria. Morales sirvió un centro templado al corazón del área amarilla. Por allí andaba Doukoure que con la testa derribó a la UD. El 0-1 estaba en el marcador y la gente se hartó.

La solución de Ayestarán al embrollo en el que se había metido fue sacar a Jonathan Calleri, su único delantero centro, para dar entrada a Löic Rémy y escorarlo a una banda. Fue la gota que colmó un vaso lleno que rebosó cuando Jason, con una acción individual llena de virguerías, coló el segundo gol para el Levante. La UD estaba muerta.