La UD Las Palmas ha competido toda esta temporada contra dos enemigos: el rival de turno y su propio recuerdo. A cada paso que daba tenía en la memoria el prodigioso fútbol que alcanzó en la mejor época de Quique Setién. Las comparaciones siempre estuvieron sobre la mesa: el estilo de juego, el discurso del entrenador, su conexión con la grada, los jugadores y el sistema escogidos para cada alineación, los riesgos tomados, los momentos de forma, las medidas disciplinarias... absolutamente todo era sometido a una constante, y a veces insoportable, comparación, ya fuera a grito pelado o a base de murmullos.

Todavía se sentía a Quique Setién en el Estadio de Gran Canaria hasta que llegó el propio entrenador cántabro. Su fantasma enterró a dos entrenadores que pasaron con más pena que gloria. Para sacudirse esa sombra -que no borrarla- ha tenido que ponerse a los mandos un técnico interino, Paquito Ortiz. No había un momento más significativo para hacer borrón y cuenta nueva que con Setién enfrente y un nuevo entrenador, Jorge Almirón, en el camino.

Con la calma del excapitán en el banquillo, pero sobre todo un paso al frente de toda la plantilla, la UD Las Palmas salió a comerse, y se comió, a los verdiblancos (1-0), que cayeron con un gol de Jonathan Calleri en la primera parte, pero bien pudieron acabar goleados si el cuadro insular hubiera tenido la puntería más afinada. Resultó suficiente para reencontrarse con la victoria diez jornadas después. Más de dos meses y medio resueltos con ocho derrotas, un empate y una enorme mochila de goles en contra. Unas cifras terribles que no podían tener un final más emocional, con el equipo muy comprometido y la grada empujando desde el inicio. El simbolismo de la victoria quedó reflejado en la instantánea final, con los jugadores y la grada Naciente unidas. El manual para salir de una crisis.

Todo fluyó en la UD Las Palmas, incluso los mecanismos defensivos. Desde la alineación Paquito Ortiz tiró de lo que más sabe: coherencia. Formó una alineación sin ataques de entrenador y con los mejores jugadores del equipo sobre el césped, pero sí con un retoque en el dibujo. Ausente Vitolo por lesión, el excapitán lo tenía más fácil, así que arrancó con Tana y Rémy en las bandas y Calleri arriba mientras que Vicente Gómez y Jonathan Viera formaron por dentro con Javi Castellano.

La posición del gemelo suponía la gran novedad táctica ya que en tareas defensivas Vicente estaba más cerca, conformando un doble pivote y un bloque mucho más compacto. Fue la primera piedra de la resurrección, la mayor contribución de Paquito Ortiz a la causa. Atrás tampoco sorprendió y mantuvo a Raúl Lizoain con Macedo, Lemos, Bigas y Dani Castellano formando la defensa de cuatro. Con este planteamiento tan lógico la pelota estaba, más que nunca, en el tejado de los jugadores.

Más socios para Viera

El Betis comenzó más ordenado al ritmo de Guardado, que tuvo la primera ocasión en un remate a las manos de Raúl. Pero pronto la UD dio el paso adelante que el partido demandaba. Jonathan Viera, Tana, Javi Castellano y Vicente Gómez marcaron el norte. Y no solo con balón. Porque la UD corría y mordía como hacía muchos meses que no se veía. Todos. Esa presión le permitió aprovecharse de muchas concesiones que solía otorgar a sus rivales cuando Setién estaba en su banquillo. Y es que así se encuentra el Betis, una copia de la UD en sus peores días con el cántabro.

Los dos mayores regalos fueron de Adán, primero en una entrega a Rémy que salvó el propio portero y luego en un libre indirecto. La cesión de Barragán -en una acción muy dudosa- tampoco fue a mayores gracias a la intervención salvadora de Guardado en dos ocasiones, pero dejaba claro el cambio de chip amarillo. Así, empezaron a verse acciones como para frotarse los ojos en el Estadio de Gran Canaria: anticipaciones de los centrocampistas, recuperaciones en campo contrario y compromiso colectivo. La UD Las Palmas era, por fin, sólida en defensa. Estaban todos los sentidos alertas. La maquinaria funcionaba en lo colectivo, pero resultaban sobresalientes también algunas individualidades. Javi Castellano recordó al de su mejor versión en Segunda División y tanto Vicente Gómez como Tana, Bigas, Lemos y Macedo, los pilares que más se echaban de menos, completaron su partido más destacado de la temporada. El partido pintaba bien.

Con esa seguridad cuando el Betis controlaba el balón la UD tenía más de la mitad del trabajo hecho. La calidad insular y las concesiones visitantes allanaban el camino hacia la portería contraria. El gol no tardó en llegar en una acción que nació con Jonathan Viera muy atrás. El de La Feria encontró a Rémy, que combinó con Tana y éste habilitó en carrera a Calleri. El argentino, gracias a la posición retrasada de Mandi, enfiló hacia Adán con todas consigo y no falló a pesar de que su remate lo tocó el portero.

Esa acción también resultó significativa. Jonathan Viera se encontraba muy lejos de su zona de influencia y allí se plantó durante gran parte del partido. Ocurre que unos metros por delante Javi García le hacía la vida más complicada, mientras que en la zona del mediocentro contactaba con el balón continuamente. Y a pesar de tener a su arma más letal ejerciendo de organizador la UD se hinchó a crear ocasiones de gol debido al dinamismo de Tana, Rémy y, sobre todo, de los laterales. El viaje en el tiempo que supuso el partido en muchos aspectos encontró continuidad en la vocación ofensiva de Michel Macedo, del que no había noticias en ataque esta temporada, y las cabalgadas de Bigas, que acabó lesionado.

A la UD se le iba la vida en la presión. Y lo hacía con orden, como si Paquito Ortiz llevara meses tejiendo una tela de araña en cada entrenamiento en El Hornillo para ahogar a todos los rivales. Parecía un espejismo. Después de hacer aguas tantas y tantas jornadas, el equipo insular estaba atento a todo y el Betis ni rozaba el área de Raúl Lizoain. Hasta la reanudación el partido solo tuvo el color amarillo y la UD pudo hacer más daño en otra internada de Rémy, un cabezazo de Vicente y un remate de Calleri en un contragolpe.

En la reanudación el Betis aceleró y el encuentro se equilibrió. Nunca fue superior el equipo verdiblanco, pero con Guardado, Joaquín y Camarasa marcando el paso sí que tuvo momentos en los que hizo sudar a una siempre concentrada defensa amarilla. La ocasión más peligrosa estuvo en los pies de Joaquín, que a pase de Sergio León retó a Raúl Lizoain. El meta rozó el remate en una intervención soberbia y el balón se marchó al palo.

El encuentro se convirtió entonces en un correcalles, pero en un correcalles que la UD siempre mantuvo bajo control. Con ese sistema de 4-2-3-1 lograba protegerse con suficiencia cuando el Betis lo intentaba y enfilaba el contragolpe con mucha facilidad. El cuadro verdiblanco puso toda la carne en el asador y dejó desprotegida la defensa. No le quedaba otra pues también llegaba a la cita bajo sospecha y en plena dinámica destructiva: seis partidos sin ganar, incluyendo la eliminación en Copa frente a un Segunda. Pero de ahí al final el Betis solo tuvo una más en las botas de Tello, un disparo que se fue rozando el poste.

La UD, mientras, tuvo un sinfín de ocasiones para cerrar el triunfo con un marcador más cómodo. Un par de lanzamientos de Mauricio Lemos, un cabezazo de Calleri, una volea de Rémy que despejó Adán, una de Jonathan Viera en el corazón del área tras dejada con el pecho de Calleri y, para terminar, un mano a mano de Hernán Santana en el descuento debieron suponer el segundo, o incluso el tercero de la UD en un contexto en el que se lucieron Macedo, los gemelos Castellano y Viera.

Todo seguía funcionando bien así que Paquito aguantó para los cambios. Hasta que quedaron cinco minutos solo había metido a Ximo Navarro por la lesión de Bigas. Tannane y Hernán Santana, en lugar de Calleri y Tana, fueron los escogidos en el tramo final, unos minutos de histeria y pánico que acabaron con la liberación y un claro aroma a punto de inflexión. La UD vuelve a empezar. Ya era hora.