Jonathan Viera asume la responsabilidad de tirar los penaltis de la UD. Ayer le volvió a tocar. La victoria de los amarillos dependía de su acierto, sin embargo, Pau López se lo paró. Es el segundo que falla después del que le detuvo Oblak en la segunda jornada. Los porteros le tienen cogida la matrícula.

En un penalti hay muchas sensaciones que sólo puede experimentar el que lo tira. Una de ellas es la soledad, el sentimiento de que todo depende de uno mismo mientras el resto mira. Unos se alegrarán del acierto y otros del error, pero toda la responsabilidad recae, en ese momento, sobre el lanzador, que está sólo. Ni siquiera el portero puede sentir lo mismo; y fin y al cabo, está en desventaja y sólo puede salir ganando si lo para.

Ayer Jonathan Viera fue el protagonista de una pena máxima en el último segundo del partido. Ya conocía esa sensación, pero esta vez salió cruz. Porque el '21' demostró frente al Éibar el año pasado ser capaz de dar la victoria a la UD (1-0) transformando un penalti en el tiempo añadido. Contra el Espanyol lo tiró de la misma manera, sólo que Pau López se lo detuvo.

Desde hace ya un tiempo el futbolista de La Feria realiza sus lanzamientos desde el punto fatídico al estilo Mendieta. El exjugador vasco, entre otros motivos, se hizo popular por tirar los penaltis de la siguiente manera: mirar fijamente al portero mientras corría hacia el balón esperando el movimiento del guardameta hacia un lado para entonces lanzar por el otro. Falló muy pocos y cuando marcaba, que era casi siempre, parecía fácil.

Pero lo cierto es que esa manera de tirar las penas máximas conlleva un riesgo: que el portero no se mueva y aguante de pie hasta el final. Ahí es cuando se apaga la persiana del lanzador y ya sólo le queda golpear. Su única salvación posible es tener un plan B de antemano, tener claro hacia dónde lanzar si eso ocurre.

Pau, de pie hasta el final

Viera se sintió más sólo que nunca cuando comprobó que Pau López se mantuvo de hasta el momento exacto del golpeo. Entonces, eligió tirar ligeramente hacia la derecha, flojo y sin mucha convicción. El portero catalán decidió caerse hacia el mismo lado y se convirtió en el héroe.

Fue lo mismo que le pasó en la segunda jornada del campeonato en el partido frente al Atlético de Madrid, sólo que en esa ocasión el guardameta era Oblak y el choque estaba sentenciado a favor de los rojiblancos (1-4). Este curso lleva un cien por cien de fallos. El anterior, con el mismo sistema, vio cómo Keylor Navas y Diego Alves tocaron el balón en uno de sus penaltis, pero en ambas ocasiones acabó dentro. Los porteros ya le tienen cogida la matrícula.