Cuando el videomarcador del Estadio de Gran Canaria empezó a acercarse al minuto 80 de partido, las escaleras del recinto de Siete Palmas empezaron a cumplir con su función. Las butacas se comenzaban a vaciar y en las caras de la afición de Las Palmas, probablemente lo más valisoso que pueda tener un club deportivo, se pintaba la resignación. Esa aceptación del hecho que les había llevado hasta allí entraba dentro de lo lógico. El Real Madrid vapuleó a la UD Las Palmas. Pero lo que esos rostros llevaban encima con total conformidad era otra cosa peor.

Porque Las Palmas se asomó al abismo de la Segunda División. El descenso ya está ahí, se siente. Solo una serie de milagros, como era ganarle ayer al Real Madrid, salvará el alma de la UD del infierno. Sin sobresaltos, el equipo blanco dio una estocada más al corazón de Las Palmas. Con lo justo, el Madrid desarboló otro intento más de la UD por engancharse a la permanencia. Un gol de Gareth Bale y dos penaltis -uno transformado por el galés y otro por Benzema- acabaron con una UD triste, desmoronada, atrapada por la desidia y la desazón.

Más allá de corazonadas, calculadoras y las cuentas de la lechera, la UD vivirá el día del juicio final la próxima semana en el Ciutat de Valencia. Porque ahí, Las Palmas puede recibir el tiro de gracia definitivo del Levante para, con independencia de las matemáticas, firmar su adiós a la categoría.

Sobre el césped, el mayor consuelo que tenía Las Palmas antes de empezar el partido era ver el once de Zinedine Zidane. Porque observar como en él no figuraban tipos como Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos Marcelo o Dani Carvajal ya era algo. Sin embargo, cuando aparecían nombres como los de Marco Asensio, Karim Benzema, Gareth Bale o Luka Modric, la cosa cambiaba.

Y es que la mañana tampoco había dejado buenas nuevas en la UD. El Levante consiguió rescatar un punto en Montilivi ante el Girona (1-1) y el precipicio, antes del comienzo del partido ante el vigente campeón de Europa, se notaba cada vez más cerca. La marca de la salvación cuando comenzó la jornada estaba a seis puntos, pero el empate que sumó el equipo granota dejaba la cifra en siete puntos y todo un miura en Siete Palmas.

Para intentar domarlo, Paco Jémez apostó por Chichizola; Michel Macedo, Gálvez, Ximo Navarro y Aguirregaray; Javi Castellano, Alberto Aquilani, Vicente Gómez, Momo y Halilovic; en punta, Jonathan Calleri. Si se compara el dibujo de nombres con el del Real Madrid, lo de las ausencias blancas pasaba a ser una simple anécdota.

¿Cómo sobreponerse a la infinita calidad del Real Madrid? Esa era la gran pregunta que estaba sembrada sobre el Estadio de Gran Canaria. Una cuestión que no es solo cosa de la UD, pero que tenía una trascendencia capital en una situación crítica como la que vive el equipo amarillo, con aliento a Segunda División. Empezó bien Las Palmas, tratando de sortear la presión blanca, con la figura de Vicente Gómez como enganche ante la controvertida ausencia de Tana. Fue precisamente el de Schamann el que provocó el primer 'uy' en la tarde. Momo conectó con el '4' y este, con su galope particular, cedió el balón a Jonathan Calleri. El argentino se lo pensó, pero golpeó desde la frontal para que el balón, con bote, se marchara cerca del poste derecho de Keylor Navas.

El siguiente 'uy' también llegó desde lejos, ese recurso que llevaba en el cajón de la UD una eternidad. La conexión fue similar a la anterior. Momo, en un eslalon, se la dio a Vicente que armó un cambio de juego para Alen Halilovic. El croata esquivó a varios blancos para exigir a Keylor Navas en un balón envenado al lugar donde nace el palo. Las Palmas tenía ánimo.

El Real Madrid es el Madrid por algo. La calidad le rebosa y con poco le basta para matar. Un robo y un galope ligero es suficiente para hacer temblar a casi cualquier equipo de Europa. Lo demostró cuando Karim Benzema obligó a Chichizola a actuar por primera vez tras una transición de vértigo.

Los blancos no parecían estar demasiado incómodos con el asunto, en un día aparentemente intrascendente para ellos; al fondo se veía la cita de Turín de Champions ante la Juventus. Las Palmas se animaba a combinar, a intentar llegar al área, a mirar a la Primera División. Pero el Real Madrid es especialista en condenar el error sin piedad. Dejó a la vista su compasión cuando no penalizó un error en un control de Michel Macedo en cancha del Real Madrid que se convirtió en un contragolpe de manual. Solo una mano de Chichizola a Asensio evitó el primero.

Sin embargo, la guillotina rebanó el cuello de la UD cuando volvió a errar. Modric encontró una generosa vía de escape en la espalda de Michel Macedo -sin novedades en el frente- para que Bale, como si fuera un espigado ala de la selección galesa de rugby, diera rienda suelta a su zancada en busca de un ensayo. Solo en el área, sacó la zurda a paseo. Violento, sin opción a la réplica, el disparo encontró el interior de la red amarilla. El 0-1 ya era una realidad y el averno de Las Palmas palpable.

Intentó recuperarse la UD del contratiempo. A Zidane le sobrevoló uno preocupante para él. Nacho Fernández salió lesionado sustituido por Achraf. Ese pasó a ser el principal problema del Madrid después del minuto 38. Porque ahí, Jonathan Calleri sentenció a Las Palmas. Con Lucas Vázquez de espaldas a la portería, mirando al córner y con posibilidades escasas de sacar algo potable, encimado por la figura de Momo, el argentino pensó que intentar rebañar ese balón era una buena opción. Craso error. La patada, tonta e innecesaria, no pasó desapercibida para González Fuertes. Penalti al canto, Benzema a los once metros y segundo gol del Real Madrid. Tarde resuelta para los blancos. Las Palmas había sido ajusticiada al filo del descanso.

El brote de Jémez en el descanso se tradujo en dos cambios: salió Macedo y Vicente Gómez y entraron Jairo y Erik Expósito. Los amarillos pasaron a una defensa de tres y a jugar con dos puntas en un todo o nada. El invento duró cinco minutos clavados, los que pasaron desde la salida del túnel de vestuarios hasta que González Fuertes regaló un penalti a Gareth Bale. Todo estaba en contra de la UD. Ni siquiera tuvo la opción de medir el cambio en la pizarra que diseñó Jémez. El galés no desperdició el obsequio, clavó el tercero y sepultó a la UD. Fin de la cita.

Minutos vacíos

Los cuarenta minutos restantes le sobraron a los dos equipos. Al Madrid porque contra la Juventus tendrá un asunto más trascendente en la Champions League y a la UD porque en el Ciutat de Valencia tendrá el ultimísimo tren para la salvación, una historia que suena a día de hoy a broma de mal gusto. Y es que la realidad aprieta.

En esa deriva en la que se convirtió el partido, a Leo Chichizola le dio tiempo a seguir parando y negar a Benzema para que el francés siga siendo objeto eterno de debate. También a Erik Expósito para intentar recortar distancias y demostrar que tiene ganas y fútbol para estar el próximo año en la primera plantilla, sea la división que sea. Hubo tiempo también para que Calleri besara el larguero de cabeza, e incluso para que Bale marcase algún gol más. Las Palmas asumió su propia incapacidad para hacerle frente al Real Madrid. Se encogió y esperó al final. En la cabeza de los que se iban, pasaba otra pregunta: cuánto tardarán a ver de nuevo al Madrid por Gran Canaria. Su cabeza decía una cosa y el corazón, probablemente, otra. El Ciutat de Valencia tiene la respuesta.