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Especial descenso / Radiografía de un descalabro

La sinrazón del banquillo

Otro entrenador de perfil bajo, Ayestarán, empeora todavía más las cosas Jémez consigue dejar al equipo fuera del descenso durante diez minutos

La sinrazón que ha gobernado a la UD Las Palmas en la actual temporada, y que la ha castigado con el descenso a Segunda División después de tres temporadas consecutivas en la mejor liga del mundo, ha tenido en el banquillo amarillo uno de sus puntos calientes. Errores de bulto en cuanto a la planificación mermaron las opciones del conjunto amarillo todavía sin arrancar la competición oficial en el apartado técnico, clave.

En verano, culminada la ya sabida marcha de Quique Setién, se abría el primer pulso interno por encontrar el recambio al entrenador cántabro, quien había elevado a los altares futbolísticos a la entidad el curso anterior. Después de muchos meses donde salieron a la palestra un sinfín de nombres, quedaron dos opciones.

Toni Cruz y Luis Helguera defendían a su candidato, Roberto De Zerbi, otros metían baza, sobre todo Tonono, para el que tomara las riendas técnicas fuese Manolo Márquez, quien había firmado una temporada de ensueño con el filial y lograba el ascenso a Segunda División B. Finalmente, se impuso la primera de estas dos opciones, ambas con un denominador común su poco bagaje en el fútbol profesional.

La llegada del italiano era un secreto a voces. Aunque llevaba planificando todo lo concerniente a la plantilla y el resto de apartados, faltaba la confirmación oficial. La razón, que el entrenador se encontraba en un litigio judicial con el Palermo, al que entrenó durante dos meses al comienzo del curso anterior y que le adeudaba más de un millón y medio de euros.

El plazo límite para dar carpetazo a ese juicio era el 30 de junio. Pero toda vez que la sentencia no resultaba favorable a sus intereses, y que el transalpino tomó la decisión de recurrirla, la UD decidió no esperar más por él debido a la premura de tiempo ante el inminente comienzo del trabajo de pretemporada. Entre la incredulidad, se asistía a la primera destitución en la historia del club sin ni siquiera haber tomado las riendas del banquillo amarillo.

Entonces se echó mano del antes descartado Manolo Márquez, técnico sin experiencia alguna en el fútbol profesional. Los resultados de pretemporada hicieron albergar ciertas esperanzas. La UD conquistaba dos torneos veraniegos históricos, el Carranza y el Ciudad de La Línea, y se adjudicaba la Copa Mahou ante el eterno rival, el CD Tenerife.

Pero con el inicio de la competición oficial empezaron a aparecer las primeras dudas. Después de seis jornadas ligueras consumidas, el catalán dijo basta. Se vio sobrepasado por los acontecimientos y presentó su dimisión 84 días después de ejercer como primer entrenador de los amarillos, dejando eso sí al equipo fuera de los puestos de descenso, dos puntos por encima del antepenúltimo.

En los seis encuentros que dirigió, su bagaje fue de dos victorias (Málaga y Athletic Club) y cuatro derrotas (Valencia, Sevilla, Atlético de Madrid y Leganés).

La situación cogió a contrapié a la dirección deportiva, que reaccionaba con rapidez. Sólo un día y medio después de su renuncia llegaba el relevo, Pako Ayestarán, otra sorpresa como anteriormente habían sido las contrataciones de De Zerbi primero y el propio Manolo Márquez después.

El vasco, que salía por la puerta de atrás en su primer destino de categoría en el fútbol español, el Valencia CF, debutaba nada menos que en el Camp Nou y con premuras. La derrota ante el FC Barcelona fue la primera de muchas. Hasta cuatro más en el torneo liguero (Celta, Villarreal, Deportivo, Real Madrid, Levante) y un empate (Real Sociedad). Con estos registros, la UD ocupaba el penúltimo puesto tras la celebración de la decimotercera jornada, a cinco puntos de la salvación.

Con la vitola de ser el segundo peor técnico en la historia del club -el peor de la liga española sumando sus resultados en el Valencia-, Pako Ayestarán concluía su andadura en el banquillo amarillo en la eliminatoria copera frente al Dépor.

Tras ganar en la ida en Riazor por 1-4, la pésima imagen dada en el choque de vuelta en el Estadio de Gran Canaria, cuando el cuadro gallego estuvo en un tris de remontar la eliminatoria, fue su sentencia ante el clamor de una grada que venía pidiendo su despido desde hacía semanas. El presidente Miguel Ángel Ramírez no aguantó más. El donostiarra se convirtió en historia tras otra nueva reunión urgente de la dirigencia amarilla.

30 de noviembre. Por cuarta vez, si incluimos el no fichaje de Roberto De Zerbi, la UD debía buscar otro técnico. Paquito Ortiz, un hombre del club que había trabajado con el primer equipo junto a Valerón en la etapa de Manolo Márquez, fue el elegido como entrenador de transición hasta la llegada de nuevo inquilino para el banquillo.

Esta solución se alargaba en el tiempo debido a que el escogido para tal misión, Paco Jémez, pedía tiempo para dedicárselo a su familia tras su periplo mexicano en el Cruz Azul. El excapitán amarillo comandó la nave durante cuatro partidos de liga con un triunfo (Betis), un empate (Espanyol) y dos derrotas (Alavés y Getafe), y se despidió dejando a Las Palmas colista a cuatro puntos de la salvación en el Coliseo Alfonso Pérez en una fría noche de diciembre con su sustituto viéndolo en directo desde la grada.

Tomaba el testigo entonces el salvador de la patria para voltear la situación en su segunda etapa en el club. Sólo de escucharlo en su carrusel mediático antes del aterrizaje, Jémez convencía. Pero dicho al hecho fue mucho trecho, demasiado.

Sus medidas drásticas al aterrizar -las salidas de Rémy y Tananne-, la errática política de refuerzos en el mercado invernal -ocho fichajes- y sobre todo los resultados y la falta de fútbol, hicieron que se pasara del optimismo máximo al pesimismo puro y duro.

Entre su llegada y el descenso matemático a Segunda a falta de cuatro jornadas para la finalización del campeonato en Primera División, decisiones tácticas y rajadas casi en cada comparecencia pública.

Aunque hubo un tramo de la etapa de Paco Jémez en que se alimentó la esperanza de la permanencia, cuando la UD estuvo incluso diez minutos fuera de los puestos de descenso -con el 0-1 en Balaidos-, de nuevo el conjunto amarillo entró en una espiral de despropósitos en lo que todo lo que se intentaba salía rematadamente mal.

Hasta hoy, el técnico presenta un balance liguero desalentador, propio de un equipo como el que es la UD, de Segunda División: 11 derrotas (Eibar, Girona, Atlético, Sevilla, Celta, Villarreal, Real Madrid, Levante, Real Sociedad, Betis y Alavés), cuatro empates (Athletic, Leganés, Barcelona y Deportivo), y dos victorias (Valencia y Málaga). A ello sumen el empate y la derrota en la eliminatoria copera contra el Valencia.

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