La conexión idílica entre Mamé León y Las Palmas se prolonga desde que debutara con el equipo juvenil que se alzó con el Campeonato de España en 1962 hasta la eternidad. Su nombre siempre estará ligado a la historia del club amarillo en letras de oro, diamante, platino o cualquier otro elemento brillante, que se quedará corto en relación a lo que supuso la grandeza de este binomio.

El todavía noveno máximo artillero del equipo amarillo -con 67 dianas- desde que se fundara la entidad en 1949, no solo se desempeñó en el terreno de juego, sino que después de colgar las botas también pasó por el banquillo insular. Como máximo encargado de la plantilla profesional estuvo ligado en dos etapas. La primera entre 1980 y 1983, y la segunda en la temporada 1991-92.

En su historial como técnico amarillo quedarán dos pequeños manchones. El primero en el curso 82-83, cuando se hizo con el equipo a siete jornadas de concluir la campaña con el objetivo de mantener al equipo en Primera y que concluyó con el descenso en una última jornada rocambolesca en la que el Athletic de Bilbao vino a Gran Canaria a ganar la Liga y el Valencia, con el que la UD luchaba por mantener la categoría, vencía en Mestalla al Real Madrid, que a su vez se jugaba el título contra los vascos.

El segundo borrón llegó con el primer descenso de la UD a Segunda B. El año de los Juegos de Barcelona y de la Expo de Sevilla también fue el de la vuelta Mamé como entrenador de Las Palmas en las últimas cinco jornadas ligueras, con la UD casi con los dos pies en la categoría de bronce. Le encomendaron un milagro -tenía que ganar todos los partidos y que los demás rivales en esa pelea perdieran los cinco partidos- y León no pudo obrarlo.

Ese año había dejado la secretaría técnica y se sentó en el banquillo para sustituir a Benito Joanet. Desde que se hizo con el cargo, su lectura de la situación fue lo más realista posible y empezó a poner la vista en la siguiente temporada; lo primero que hizo, y como costumbre a su filosofía de apuesta por la cantera fue incorporar desde el filial a Tino Luis.

Anteriormente, José Manuel León había relevado a Antonio Ruiz Cervilla (en la 80-81) y a Walter Skocik (en la 82-83). A principios de la década fue llamado a filas desde las oficinas de Pío XII para que se hiciera cargo del primer equipo cuando entrenaba entonces a Las Palmas Atlético. Logró la permanencia y la directiva que por entonces presidía Atilio Ley decidió renovarle para la siguiente campaña como primer entrenador. Las cosas no fueron del todo bien y después de 20 jornadas fue relevado por el paraguayo Heriberto Herrera.

León pudo redimirse en 2009 de los dos descensos de sus anteriores etapas como técnico de Las Palmas gracias a un último servicio que le ofreció a la entidad de sus amores. De nuevo, la película de su vida en los banquillos se repetía; a falta de cuatro jornadas para que concluyera una temporada con curvas peligrosas y con la UD oliendo el azufre de Segunda B, León formó tándem junto a Paco Castellano en la banqueta para sustituir a Javier Vidales e intentar dejar al conjunto insular en la categoría de plata.

Tres empates

En aquel momento, Las Palmas tenía al Alavés pisándole los talones y solo le hacía falta una victoria en esas cuatro finales. Los amarillos tenían 45 puntos, los vitorianos 40, y en medio el Celta de Vigo con 43. Tres puntos que nunca llegaron en forma de victoria y que León y Castellano rubricaron con tres empates y la prematura salvación virtual en el penúltimo partido liguero que enfrentó a la UD con el Rayo Vallecano en un Gran Canaria prácticamente lleno. Un choque que tuvo un desarrollo extraño y que se cerró con un 0-0 que beneficiaba a ambos contendientes.

Antes de que la tranquilidad llegara a la Isla, el equipo acumuló un empate 1-1 ante el Salamanca que entrenaba David Amaral, quien también sonaba para volver a coger las riendas del club amarillo; y cayó en el Nuevo Arcangel frente al Córdoba por 4-1, un resultado que a pesar de lo contundente no fue aprovechado por el Alavés, que perdió por 2-1 ante el Celta en un duelo directo por mantener la categoría.

Tras ese resultado, a Las Palmas le valía el empate para sellar su salvación virtual, ya que disponía de diecisiete goles de diferencia positiva en el average con el Alavés. Empate con el Rayo y a otra cosa -el partido fue investigado por parte de la UEFA por un supuesto amaño-.

Finalmente, en el último encuentro que estuvo Mamé en un banquillo aconteció otro empate. Esta vez a dos goles frente al Levante, con tantos desde el punto de penalti de Marcos Márquez (minutos 80 y 88).

León y su compañero de la época dorada del equipo insular llegaron con el cometido de savar el cuello a la UD, hicieron los deberes, cumplieron “con el favor” que les había pedido el club y Juanito Rodríguez, director deportivo por entonces de la entidad amarilla.

“Estamos ante la historia del fútbol canario y también nacional, hemos apostado por ellos,les agradecemos que hayan aceptado la propuesta y confiamos en que les vaya bien”, manifestó por aquel entonces el tinerfeño.

Pero dos días después de que se finalizara la temporada se dio carpetazo al asunto y Sergio Kresic cogió las riendas del equipo para empezar un nuevo proyecto. El último favor del dueño de la banda derecha en la década de los 60 no volvería a tener un cargo de responsabilidad en el equipo al que tanto amor profesó.

Valedor de la cantera

La filosofía deportiva de León le llevaba a apostar por el jugador forjado en los hornos de la cantera amarilla. Al igual que él hiciera durante sus primeros pinitos como jugador profesional, llegando a debutar con 18 años en 1962, prefería darle la alternativa a un joven “que le doliera los colores de su equipo”, que a alguien de fuera.

En su periplo como entrenador del equipo filial de la UD Las Palmas, Mamé sentía con orgullo haber sacado de la cantera a jugadores como Mayé, Farías, Calvo, Felo o Manolo López. Tomó las manijas de Las Palmas Atlético en la campaña 1977-78 al relevar en el cargo a Antonio Collar; en solo una temporada, los jóvenes grancanarios junto a su entrenador consiguieron el primer ascenso a Segunda B del filial insular al proclamarse campeón de Tercera División.

Consiguió mantener al equipo en la categoría de bronce en el curso siguiente, y esa trayectoria positiva fue lo que le catapultó al al equipo profesional en la 80-81 para sustituir a Antonio Ruiz. Siempre con el distintivo de la cantera en todos sus equipos.

Igual mención le vale su paso por el Maspalomas y, sobre todo, en el Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. A este consiguió llevarlo desde las categorías del fútbol humilde hasta Tercera División y encaminarlo hasta lo que posteriormente fue la guinda del pastel del equipo académico que tuvo su broche de oro al jugar en Segunda en el curso 2000-01.

Pero sin duda alguna, todo el amor que tuvo fue por su UD.