En la rehabilitación de este almacén de vinos para convertirlo en una vivienda, los hermanos y arquitectos portugueses Manuel y Francisco Aires Mateus quisieron que el particular pasado del lugar no se olvidara. Las cajas de distintos tamaños que se apilaban allí y guardaban los preciados caldos fueron para ellos el arranque inspirador de todo el proyecto.

De ahí surgió una distribución singular, con una planta superior constituida por nueve grandes cubos, de distinta dimensión, que parecen flotar bajo la cubierta. El interior de la casa se ha convertido, de este modo, en un espacio con una gran fuerza escultórica. En las cajas quedan alojados cuatro dormitorios, los cuartos de baño y un despacho. Y a cada una de las habitaciones se accede por escaleras particulares que discurren arrimadas a los muros longitudinales de la edificación.

La planta baja, donde se encuentran la sala y el comedor, se ha concebido como un único espacio donde se vislumbran dobles alturas y también la bajocubierta, entre el juego de cubículos suspendidos. Las habitaciones-caja más pequeñas se encuentran orientadas al sur, de modo que dejan pasar la luz hasta las posteriores, más grandes. Todo ello genera un sugestivo juego de zonas de luz y de sombra. Siguiendo esa primera inspiración, los arquitectos han recreado con plena libertad y buenas dosis de poesía la antigua nave de almacenaje.

En la gran sala de la planta baja, que mide unos 130 m2, quedan ocultos, tras dos tabiques paralelos a los muros de las fachadas longitudinales, la cocina, la despensa, el baño y los accesos de comunicación, como son las escaleras. Con ello, el alargado espacio central aparece totalmente despejado y se distinguen con claridad la zona común y pública de la casa y los lugares más privados e íntimos.

La forma sobria y arquetípica del edificio preexistente, construido a partir de gruesos muros de piedra y un tejado a dos aguas soportado por una estructura de madera, se ha preservado tras la reforma. Y también se ha mantenido la estricta simetría de sus dos fachadas frontales, con el característico ojo de buey superior y los marcos de puertas y ventanas festoneados con piedra.

El proyecto de esta vivienda, que se encuentra en Portugal, quedó finalista en el premio Unión Europea Mies van der Rohe de arquitectura contemporánea.

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