"Una mezcla decidida y sin complejos entre lo nuevo y lo antiguo", en palabras del arquitecto Jordi Garcés, define un singular conjunto de viviendas que ocupan una antigua destilería construida en 1916 en el barrio industrial de Poblenou (Barcelona). Jordi Garcés, en colaboración con la arquitecta Berta Rovira, recibió el encargo de la promotora Passatge del Sucre para transformar esta fábrica, que también fue azucarera, en un espacio singular con 29 lofts de entre 100 y 200 m2. "El triunfo de una operación como esta es mantener lo antiguo, pero con matices e interpretaciones que posibiliten su reutilización con un programa diferente y para usuarios distintos de para los que se había construido", indica Garcés.

El núcleo de la vieja fábrica estaba formado por naves de ladrillo dispuestas en torno a un patio. Se conservaban las fachadas y elementos estructurales emblemáticos de la arquitectura industrial de principios de siglo, como las armaduras de madera y hierro que sostenían las cubiertas. Las naves se cortaron transversalmente de modo que cada vivienda conservase la personalidad de un trozo de los pabellones, en especial las cerchas del techo y los grandes ventanales, y en algunos casos, esbeltas columnas de hierro. Las diferentes alturas de los cuerpos que constituían la fábrica dieron lugar a lofts de una, dos o tres plantas.

Otra de las singularidades del proyecto es que las viviendas se climatizan gracias a una red subterránea de frío y calor cuya principal fuente de energía es el vapor que genera una planta de tratamiento de residuos urbanos.

La vivienda que aparece en las fotografías es uno de los tríplex. Su interiorismo es obra de Jorge Fuentes, que trabajó el espacio, de unos 140 m2, con el inconveniente de no poder alterar su estructura, por lo que optó por piezas que se pueden desplazar para variar la configuración de las plantas, que son estrechas y alargadas. Los muebles tienen distintas procedencias –algunos han sido diseñados por su propia marca, Estudio F–, pero comparten gusto por una cierta sofisticación basada en el uso de materiales nobles, con énfasis en los cueros, las sedas, el terciopelo y acabados poco habituales: piel de pez raya, cuero de búfalo... "La idea era vestir un espacio con un eclecticismo elegante", explica.

En la planta baja, a pie de calle, se ubican el comedor y la cocina abierta. La segunda está ocupada por el salón, un rincón de trabajo y un baño, mientras que en la tercera se ubican otro baño y el dormitorio, con una esbelta cercha metálica y una claraboya sobre la cama

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