El juego de luces, transparencias y opacidades es recurrente en los trabajos del arquitecto francés Jean Nouvel, autor, entre otros proyectos, del Instituto del Mundo Árabe de París, las galerías Lafayette de Berlín, la torre Agbar de Barcelona o la ampliación del museo Reina Sofía en Madrid.

Poseedor desde el 2008 del premio Pritzker (el máximo galardón para un arquitecto), Nouvel rechaza lo que denomina "arquitectura genérica" y defiende que toda obra debe pensarse específicamente para un entorno con el que debe dialogar.

Las viviendas que ha construido en Chelsea (Nueva York) son una buena muestra de ambas inquietudes. Cada una de las ventanas de esta torre de 23 plantas se ha concebido como una cámara fotográfica que encuadra y captura impresionantes vistas de Manhattan y a la vez refleja el paisaje urbano que lo rodea.

La torre se ubica en la intersección de la calle 19 con la autopista West Side, que discurre a lo largo del río Hudson y es vecina del primer edificio construido en Nueva York por Frank Gehry. En esta zona emergente, hasta hace poco una franja sombría de oficinas y almacenes decrépitos, llama la atención el destelleante edificio de Nouvel, con su sofisticado muro cortina formado por miles de vidrios coloreados. El arquitecto explica que ha querido "hacer una declaración pública y poética sobre la belleza inherente de la fragmentación, la siempre cambiante y variada vida de Nueva York y su relación con el agua y el cielo".

La fachada principal, la sur, está formada por un mosaico de 1.647 paneles de vidrios coloreados que se inspiran en los vitrales de la catedral gótica de la Sainte-Chapelle de París. Los paneles miden entre 3,35 y 4,88 m de ancho por 11,28 m de alto y se han instalado con distintas inclinaciones. La fachada es curvada, para asegurar que todas las residencias tengan vistas al sur y al oeste, hacia la puesta de sol, y cada apartamento cuenta con un muro de cristal de suelo a techo que mide entre 11 y 53 metros cuadrados, según el tamaño del piso. En contraste, las fachadas norte y este son de un ladrillo negro que recuerda las construcciones industriales características de West Chelsea.

El proyecto consta de 72 apartamentos, de uno, dos o tres dormitorios, y cinco áticos. El último piso alberga una gran residencia con terraza techada. A disposición de los vecinos, una piscina de 21 metros con una parte cubierta y otra descubierta, un centro de fitness y un atrio ajardinado. Los precios son acordes con tanta exclusividad: entre 1,6 y 22 millones de dólares.