"La primera vez que vi el terreno era verano y era impresionante ver el recorrido de la luz del sol, de casi 360°", explica el arquitecto Jaume Canals. El terreno era una parcela en la ciudad de Roskilde, al oeste de Copenhague, donde se levantaba una casa de dos plantas de apenas 60 m2 construida en 1927. Había "poca casa pero mucho jardín", y Canals tenía el encargo de cuadruplicar la superficie de la vivienda sin derribar la construcción original. En aquel momento supo que toda la nueva vivienda debía estar pensada para aprovechar al máximo el sol, en un país donde la mayor parte del año la luz es muy tenue.

"En Dinamarca, se hace la vida dentro de las casas, por eso es fundamental estar bien aislado y poder disfrutar a la vez del paisaje exterior", indica el arquitecto. Con el fin de preservar la vivienda original, optó por hacerla crecer hacia el este y liberar el máximo espacio para el jardín en una parcela que es muy alargada.

Canals dispuso una sucesión de tres volúmenes que arranca en un lateral de la casa antigua y se comunican entre sí. Cada nuevo volumen tiene forma de trapecio y a vista de pájaro dibujan una H. La orientación y disposición de estos cuerpos, la inclinación de las cubiertas y las diferentes aberturas fueron estudiadas para conseguir la máxima entrada de luz solar durante el máximo tiempo posible. E incluso se tuvo en cuenta la sombra que las viviendas del entorno proyectan en esta construcción.

La casa es "como un reloj de sol", explica su autor. En los largos días de verano, la luz entra a primera hora y la vivienda se mantiene asoleada hasta las nueve de la noche, cuando el sol llega por la fachada oeste. En invierno, con días muy breves, las aberturas en los frentes y en las esquinas orientadas al este y el sur proporcionan la radiación necesaria.

En el interior de la casa, se tiene la sensación de estar en un único espacio continuo, aunque las diferentes alturas del techo y las aberturas también están pensadas para delimitar las diversas áreas. Desde la casa antigua, donde se ubican los dormitorios de los niños, se llega a una zona de transición presidida por un futbolín. La máxima altura del techo se da en el salón, mientras que esta decrece en dirección a la cocina y el comedor, para hacerlos más acogedores.