Mi abuela Ángela, de Orihuela, "Orihuelica del señor", todo un personaje, conoció a Sara Montiel cuando aún no era famosa. "Ya despuntaba, llamaba la atención, porque se subía en las mesas de la taberna de su padre a cantar", recordaba con un casi imperceptible retintín en la voz. En ninguna ocasión he escuchado a la de Campo de Criptana hablar de esta etapa de su vida. Quizá reniegue de ella, quizá mi yaya, que también conoció a Miguel Hernández ("el cabrero"), mezclara fechas, presencias y lugares.

Pero algo tenía aquella chiquilla, que pocos años después y rescatada por la productora Cifesa, se convertiría en un mito cinematográfico. Estos días la manchega está de actualidad por, atención, protagonizar el último videoclip de su hijo Zeus. Saritísima ataca de nuevo.

No he tenido el placer, nunca bien ponderado, de ver el susodicho videoclip, pero imagino una atmósfera de colores encendidos, de lujo asiático, de una calada lenta de Sara a un habano, con su hijo apareciendo detrás, cortando el humo con su voz. Las informaciones aseguran que el vástago de la intérprete de 'El último cuplé' se ha alejado de lo lírico para abrazar el pop. Ay madre, veremos.

Lo cierto es que, detrás de falsas exclusivas, de novios demasiado jóvenes para ser ciertos, de una obsesión obvia por detener el paso del tiempo, está la preciosa india mexicana de ´Veracruz´, la joven casada con Anthony Mann, la cocinera de urgencia de Marlon Brando, la protagonista de ´La violetera´, el alma de ´Fumando espero´... Mucha folclórica elevada a los altares, mucha estrella de cinco días ´paracá´, pero ninguna le llega a la suela de su currículum.

Escenas de Sara en 'La Violetera'

Yo no sé si han visto ´Veracruz´, de Robert Aldrich (Estados Unidos, 1954), protagonizada por Burt Lancaster y Gary Cooper. Si no es así, dejen inmediatamente de leer este artículo y abaláncense sobre cualquier videoclub, ya sea terrestre u online autorizado (que el FBI está alerta), y consíganla.

Nada, no me hacen ni caso. Bueno, pues les cuento, en esta cinta, que se desarrolla en el México de la revolución juarista contra Maximiliano de Austria, Sara Montiel hace de la chica de Gary Cooper, nada menos.

Hermosísima es decir poco, pero es que como actriz, lo borda. El desparpajo que demuestra es de verdadero animal cinematográfico, más si tenemos en cuenta que se aprendía los diálogos fonéticamente, como una canción, sin saber demasiado bien lo que estaba diciendo. Y es que el mismo Cooper dijo una vez, y me parece una prueba de sensatez absoluta, que actuar es fingir, no meterse en la piel de nadie, sino interpretar, actuar. Lo otro es fagocitar o poseer, y es cosa más de Cuarto milenio. Pues, en esta película, bien dirigida, claro, por Robert Aldrich, Sara Montiel está sencillamente perfecta. Y supongo que lo que pasó en aquella ocasión y en otras que siguieron es que ella tiene ese algo indefinido que hace que la cámara la adore.

No perdió el tiempo en su estancia en Estados Unidos. Ella asegura que mantuvo romances con el propio Cooper, que la llamaba "my Montielita", y que el mismísimo Brando aparecía de noche en su casa para que le hiciera huevos fritos. Además, se hizo muy amiga de James Dean y ha llegado a asegurar que estaba invitada a aquel fatídico viaje en coche que acabó con la vida del chico rebelde de Hollywood.

En aquellos pagos protagonizó otras dos películas y la Columbia le ofreció un contrato, pero no. Quizá llegó un día en el que se cansó de ser la eterna secundaria latina, más cuando en su país podía convertirse en la reina del celuloide. Pero si había algo que la retuviera en USA, el éxito sin precedentes de ´El último cuplé´ terminó de convencerla de volver a su tierra. Desde luego, fue valiente. Es curioso cómo sus películas, a pesar de ser tan insinuantes, pasaban la censura. Su forma de cantar, su forma de fumar...Un escándalo.

Y es que nunca ha tenido pelos en la lengua y da la impresión de que hace más o menos lo que le viene en gana. Recuerdo una entrevista en la que alguien, con evidentes dosis de mala baba, le preguntaba si había recurrido a la cirugía estética.

Más feliz que una perdiz y entornando los ojos como sólo ella sabe hacerlo, contestaba al insidioso: "Claro que sí, voy a mi médico de Barcelona en cuanto me veo un poco de papada y le digo: ´Quítamela".

Pero luego está la Sara otoñal, que se mete en unos líos harto desagradables con un muchacho cubano que recorre luego cientos de platós hablando de cosas muy de sainete barato y achacándole a la artista toda clase de argucias para sacar dinero. Y ahora, madraza ella, se empeña en la carrera musical de su hijo, que el pobre es que no, que no da para más... Háganme caso.

En cualquier caso, yo, al menos, le doy el beneficio de la duda y, mientras, volveré a disfrutar de ´Veracruz´, como en aquellas maravillosas sesiones de tarde que echaban en la tele pública los sábados.

Bueno, que le doy al play... Hasta luego.