Madrileño y reciente socio del club de los 50 –nació en abril del 61–, Juan Echanove puede presumir, aunque no lo hace, de carrera sólida sustentada en tres pilares. En el cine, tiene dos Goya en su haber y cerca de cincuenta películas a las órdenes de los mejores, de Díaz Yanes a Almodóvar. En la televisión, todavía se recuerdan sus personajes en 'Turno de oficio' o 'Las chicas de hoy en día'.

Actualmente, participa de forma destacada en 'Cuéntame' y dirige y presenta 'Un país para comérselo', al lado de su inseparable Imanol Arias. Y en el teatro sigue con su espectáculo 'Desaparecer', con el que gira desde hace casi un año. Interpreta a un condenado que confiesa sus sangrientas culpas. Está basado en textos de Edgar Allan Poe, que, a su entender, "están impregnados en algunos casos de crueldad contra las mujeres, ya que proceden de esa época inglesa en la que eran continuo objeto de la violencia masculina".

"Pero, vamos –añade–, no hay que ir tan lejos para constatar lo enraizado que está el machismo, y la violencia que le acompaña, en la sociedad. Yo lo compruebo en la documentación de cada capítulo de 'Cuéntame'. Ahí ves, por ejemplo, que en los 80, cuando parecía que se aceptaba que las mujeres podían igualarse a los hombres en muchos campos, la publicidad las seguía tratando como floreros. Tardaremos unas generaciones en desterrarlo del todo, pero se ha avanzado mucho. Ahí están Lagarde o Merkel al frente del poder económico, que aparece como el único real".

Dice haberlo detectado a veces en sus paseos gastronó­mico-costumbristas por el país al frente del citado programa de reportajes. "Todo empieza con dos copitas y un chiste machista. Y en la mayoría de los casos, ellas siguen siendo las que quitan la mesa".

Explica lo curioso que resulta que haya más cocineros de renombre que cocineras "y eso que son ellas tradicionalmente las que se ocupan de la intendencia familiar. La razón es que el hombre que guisa es que tiene afición culinaria. No la obligación de poner comida en la mesa varias veces al día. Eso, cómo no, también está cambiando por días".

En ese ir y venir constante que define su vida –se autodenomina un single pegado a una maleta– ha tenido la suerte de conocer de cerca a sus fans, entre las que encuentra varios rasgos comunes. "Tienen entre 35 y 55 años y entiendo que valoran la sensibilidad. Son muy cariñosas y muy simpáticas. Me dejan notas y regalos en el camerino. Y, curiosamente, es justo el tipo de mujer que más me gusta, porque donde esté una mujer madura y elegante –que es un rasgo que me gusta especialmente–, que se quite cualquier yogurín.

Por eso, cuando les escucho decir que a cierta edad sienten que ya nadie las mira, pienso que aquí está Juan Echanove con sus gafas especiales antiinvisibilidad. Además, a mi edad, ya no te marcan la hoja de ruta ni la ansiedad ni la voracidad. Ahora disfrutas de lo que tenga que venir cuando tenga que venir. Y nunca me he encontrado mejor en ese sentido. Y no es que haya decrecido la pasión, porque si no existiera, nuestra vida sería en blanco y negro".

Se considera directamente "un cobarde y un inútil" y, a la hora de seducir, "incapaz de dar el primer paso", y reconoce su suerte de haber sido siempre seducido, "aunque las parejas me duran más bien poco. A mí me gusta que se me trabajen con ironía y sentido del humor. La mujer que me hace reír, me tiene en el bote".

En el ámbito de la amistad, tiene aplicada la paridad entre sexos, aunque reconoce que existe cierta afinidad con los hombres más cimentada en la comodidad que en otra cosa. "Parece que te van a comprender mejor y a apoyar con más facilidad. Pero si lo que buscas es que alguien te diga la verdad sobre tu vida, pregúntale a tu amiga del alma, porque tu amigo no te la dirá".