Alma es una perrita mestiza que, según cuentan desde la Asociación en Defensa de los Animales de Gran Canaria (ADA Gran Canaria), fue entregada hace más de un año en el Albergue de Bañaderos. Presentaba una fractura de columna que la dejó paralítica de las patas traseras, que se le necrosaron por falta de riego sanguíneo; ella misma se las mordió para quitárselas y hubo que amputarlas de urgencia. Pero Diana Medina Osorio y Javier Gutierrez Valiente se cruzaron en la vida de Alma, y decidieron, después de la muerte de su perra Ella, de 15 años, aumentar la familia. Pasaron de tener un perro a tener cinco; todos adoptados. "Cuando vi en el caso de Alma tuve claro que muy pocas personas se iban atrever a darle un hogar. Pero, personalmente, la edad, raza o dificultades físicas de un animal no me frenan para tomar la decisión de adoptarlo; así que decidí quedármela" manifiesta Diana Medina.

Si había algún resquicio de duda, quedó resuelto de inmediato. "Desde el primer día Alma se adaptó al resto de perros y viceversa. Nos demostró que era fuerte y extremadamente cariñosa. Todos mis perros son animales que tienen dificultad para encontrar una familia por no ser de raza, por tener una edad muy avanzada o por tener una discapacidad, como el caso de Alma o de Nano, que es ciego", afirma Diana, quien destaca que no es complicado adoptar una mascota con necesidades especiales. "Sólo basta tener ganas de ayudar realmente. La única diferencia", dice, "es que demandan un poco más de tiempo y cuidados, así como adaptar un poco el hogar, pero por lo demás es como cualquier otra mascota. Con los animales abandonados sólo hace falta tiempo y dedicación y el resto es una historia de amor", afirma Diana, que habla con pasión de la historia de superación de Alma: "Cada vez que veo a este 'bichito' me doy cuenta que los milagros existen, pues si no fuera porque va en carrito, ni pensarías que tiene una discapacidad. No le tiene miedo a nada, en casa siempre tengo que estar pendiente cuando la subo al sofá porque le da por tirarse y salir corriendo a ladrar cuando escucha el timbre", afirma la propietaria de Alma, que cuando la llevó por primera vez a casa iba advertida de que la perrita no sabía jugar.

"Cuanto llegó, su hermana Lilith entendió perfectamente que ella era pequeña y tenía problemas de movilidad y se acostó a su lado y Alma empezó a jugar con ella. Le compramos un peluche y se volvió loca a morderlo, aunque sin duda, su juguete preferido son las pelotas de tenis. Creo que solo le hacía falta un hogar para desarrollar su personalidad arrolladora", concluye Diana.