El sol es nuestro aliado, sobre todo en primavera y verano, ya que nos proporciona una temperatura muy agradable, así como la necesaria vitamina B. Pero aun así hay que tener mucho cuidado con él.

Ninguna piel se libra, todos los tipos de piel son frágiles bajo el sol en cualquier estación del año. La protección solar no está reservada solo para tomar el sol en la playa en agosto, ahora que empieza la primavera hay que extremar la protección. UVB, UVA cortos y UVA largos forman un trío de agresores que provoca varios niveles de lesiones:

- Las quemaduras solares, instantáneamente visibles

- La alteración de la barrera cutánea, que vuelve la piel menos resistente

- Los daños celulares, insospechables inmediatamente pero fuente a largo plazo de patologías cutáneas pudiendo provocar un cáncer.

Así, radicales libres, alteración del ADN o "toxificación" de las células, son consecuencias que no se perciben al momento pero que no son nada buenas para nuestro organismo y comprometen la salud y la calidad de la piel. Sometida a este triple nivel de agresión, la piel se vuelve frágil, sea cual sea el tipo de piel.

Una piel normal, sin problemas particulares durante el resto del año, se fragiliza ante la agresión de la radiación solar. Una piel ya frágil, cuya barrera cutánea está naturalmente desequilibrada y que no cumple completamente su papel de protección, alcanza un grado todavía más elevado de fragilidad.

Guía para protegerse del daño solar

- Evite la exposición en las horas de exposición al sol más calientes (12h a 16h).

- No exponer a los bebés y niños directamente al sol.

- Protegerse con ropa suplementaria (gorro, gafas, camiseta...)

- Aplicar el producto solar en cantidad suficiente antes de exponerse al sol. Piense en reaplicar regularmente su producto solar (cada 2h), sobre todo después de haberse bañado, haber sudado o haberse secado.