En estas Navidades las celebraciones llevan a cometer excesos con la comida y con la bebida. El problema es que, aunque seamos prudentes y esperemos para conducir a que el alcohol deje de estar presente en nuestro cuerpo, luego vienen las secuelas.

Y es que tras la embriaguez viene la resaca, que por los efectos que produce puede llegar a ser tan peligrosa como la propia borrachera. Un experimento simula una situación de resaca en una pista de pruebas con resultados preocupantes. El más mínimo esfuerzo resulta un desafío, los movimientos se entorpecen y los reflejos pierden instantaneidad.