Habla sereno, sonríe a menudo y vive la vida tal y como la ve: maravillosa. "It´s wonderful", repite en varias ocasiones. Los años han pasado por su cuerpo pero no por su espíritu. Tal vez tengan algo que ver en ello los caramelos Solano de menta que siempre lleva en sus bolsillos para "endulzarle el día a la gente". El Hotel Santa Catalina le evoca buenos recuerdos. Y es que según confiesa su "oficina" está en la hamaca número siete del mismo enclave. Atento y cuidador de cada detalle, como todo aquel que posee "el ojo del amo", elige la mesa que mejor ángulo y fondo le da. Lleva tan solo unos días en la Isla a la que ha regresado desde la capital del país después de casi una década. De nuevo en casa, con un clima que invita a la conversación y con un humor que no deja indiferente, Pepe MacDonald, Mac para los amigos, "abrazólogo" en su máximo esplendor, empieza a rebobinar la cinta de la experiencia en el mundo de la noche al que aún pertenece.

A mediados de los años 70 comenzó su andadura laboral nocturna en el local de unos amigos, pero pronto abrió las puertas de uno propio. El primero de toda una saga de bares de moda en Las Palmas de Gran Canaria fue El Trébol,

al cual siguió después el MacDonald (privado) ubicado en la calle Nicolás Estévanez. "Después abrí el MacDonald R y luego el Jardineto que estaba en Mesa y López", cuenta. La lista va engordando a medida que estruja la memoria y salen por su boca nombres que a más de uno les sonarán. Están entre ellos: Pepe MacDonald para los amigos, Pepe MacDonald en exclusiva, el Golden Hat, el Taxi Taxi o el Toca Toca.

Pero su retorno a la capital más tiene que ver con sus planes de futuro que con la nostalgia de los tiempos pasados. MacDonald ha venido a "recuperar el pulso" de algunos locales de la ciudad, "pero a petición del público", matiza. Y es que nada tiene que ver la vida social nocturna que él dejó con la que ha encontrado. "La gente está desubicada y creo que hoy los propietarios tienen sus bares muy masificados y fuera de control", saca como conclusión personal algunos días después de su llegada. "La queja más generalizada que me ha llegado es que la gente no tiene a dónde ir", asegura. Por eso, el empresario ve "muy claro" su futuro, que pasa por "darle un empujón lúdico a Las Palmas de Gran Canaria". Eso y que "las personas se lleven un grato recuerdo y un plátano entre sus manos".

Su misión empieza desde ya. "En las próxima semanas tomaré determinaciones". Se refiere al cierre de los diferentes acuerdos que tiene con una cadena que controla tres locales -y que aún no quiere revelar-, cuya labor será la de "relaciones humanas". No obstante, Pepe MacDonald no pierde detalle de nada que suceda en la calle. "Soy un localizador de estrellas que nos iluminen las noches". O lo que es lo mismo, es capaz de descubrir el talento y la belleza en plena vía pública donde asevera haber encontrado "a las mejores camareras", por ejemplo. Su objetivo pasa por encontrar "la mezcla perfecta" en aquellos negocios en los que él trabaje "para que los que acudan se vayan felices, musical y personalmente hablando", tal y como sucedía antaño.

Aún recuerda cómo en sus locales se juntaban tres generaciones que veían satisfechos sus gustos musicales.

"Se creó un movimiento en el que la gente confiaba en el que regentaba el negocio". ¿Por qué tenían éxitos los suyos? "Porque yo sembré, ante todo, hospitalidad, servicio y alegría". Algo muy básico, ya que desde su punto de vista "de lo que tiene ganas cualquiera es de dar con gente positiva". Y eso se consigue "yendo a trabajar como si se saliese a un teatro y no con la posición de waiting for, esperando con los brazos cruzados".

MacDonald predica con el ejemplo y es el primero que siempre ha estado pendiente de todo lo que sucede a su alrededor en un negocio. "El equipo es muy importante, pero el dueño ha de estar continuamente controlando su local. Lo que viene a ser el ojo del amo". Ese mismo mandamiento se lo llevó con él cuando al cerrar el último de sus bares se marchó a Lanzarote, donde trabajó para unos amigos y luego cogió una discoteca. "Después me dediqué al negocio de la inmobiliaria", aunque su centro neurálgico seguía siendo la hamaca siete, pero esta vez del hotel Los Fariones.

Volvió en el año 2000 a la Isla y colaboró con otros "colegas", hasta que en 2005 se trasladó a la capital española para estar con sus hijos Ciro, Kira y Sarah. En Madrid, "que ya es Macdrid", bromea, hizo las veces de "embajador de Canarias". El restaurante Ten Con Ten se convirtió en un lugar de frecuente visita para él, hasta el punto de que a su vuelta a tierras canarias ya le han llamado para decirle que le "echan de menos", revela.

Lo que Pepe MacDonald añora es "cantar y bailar", aunque asegura llevar la música por dentro. "Quiero promover que la gente cante más por las mañanas... Porque cantando se alegran los corazones". Este deseo le evoca de nuevo a los su

yos, "a un gremio artístico", en el que no solo están sus hijos actores, sino también sus hermanos Alberto y Sergio, fundadores de Los Gofiones. "¡Ah!, tampoco me olvido de mis sobrinos que también se llaman Alberto y Sergio, ni de mi cuñada María Miró que es directora de cine, ni mucho menos de mi querida exesposa Marta Miró, una auténtica profesional de la producción cinematográfica".

Se centra de nuevo en su persona. Su mente regresa otra vez a la mesa del hotel Santa Catalina, al presente y al motivo de su vuelta. "Estoy muy motivado con lo que voy a hacer", confiesa con una enorme sonrisa en la boca. Y es que, independientemente de todo, lo que este "abrazólogo" quiere transmitir a todos es su positivismo. "El humor es lo último que se pierde", asevera y ejemplifica a cada momento. Para Pepe MacDonal la actitud es lo más importante y, pase lo que pase, "el día tiene que ser maravilloso".