No estaba muerto, estaba de parranda... Viene a la mente la repetida y pegadiza letra de la canción para reanudar el curso en esta comunidad después de un mes de parranda agosteña, ocio y negocio. Actúa como detonador, como percutor de conciencias, el haber contemplado a Josefa Hernández, la abuela Fefa de Betancuria, entrar en la cárcel de Tahíche por su rebeldía y su condena por ampliar su vivienda en un parque rural. Aún estaban frescas en la memoria las palabras de don Juan Carlos en su último mensaje navideño, todavía Rey en activo, cuando insistió en que la Justicia, con mayúsculas, es igual para todos en este país. Una vez más se ha podido comprobar que hay unos más iguales que otros. Fefa y su indulto ultrarápido han sido una prueba contrastada de las arbitrariedades judiciales que el pueblo soberano capta de inmediato y jamás comprende. De este y otros tan clarividentes ejemplos, unidos a los más escandalosos de la corrupción, nace la desafección y el creciente desinterés, así como la indignación con los políticos y la política de muchos ciudadanos. Los indignados ante una injusticia, sea la que sea, están con causas como la Josefa Hernández. Crece la idea de que las luchas son las mismas y el adversario el mismo. Resulta especialmente fácil pasar de la indignación por el encarcelamiento de la abuela de Betancuria a la indignación con el sistema nacido de la Transición como la Monarquía constitucional. A punto ha estado Juan Carlos I de aparecer por las Islas este verano, pero no ha sido necesario ni conveniente. El impacto de un exrey y un expresidente, como José Luis Rodríguez Zapatero, por las costas de Lanzarote bien se merece otra oportunidad. Tiempo al tiempo.