“Le hace un flaco favor a la Corona, que no ha de establecer conexiones privilegiadas”, se lee a Tom Burns Marañón al referirse a las relaciones de Pedro Sánchez con Felipe VI y a las revelaciones que el presidente realiza en su inaudito libro de memorias. “Delirante descaro y deslealtad”, concluye el británico-español que responsabiliza al líder socialista de actuar con “una ignorante conducta sumamente grave”.

No resulta extraño por tanto, mirando hacia atrás sin ira, entender ahora que Pedro Sánchez se colocara a continuación de los reyes en el Palacio Real para un besamanos. Había intimado tanto que se creyó parte de la familia.

A uno de los enigmas del convulso proceso político que estamos viviendo tras los 40 años de la Constitución se le vislumbra una verosímil solución. La incógnita, que aún permanece sin aclarar como se merece por su protagonista, era conocida: ¿Cómo dejó Mariano Rajoy que triunfase una moción de censura contra su persona y su partido una semana después de conseguir que el Congreso de los Diputados le diera la confianza con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado?

Una de las respuestas puede encontrarse en el “Manual de resistencia” del Presidente del Gobierno. No tanto por lo que afirma Sánchez, que alardea de gozar de la connivencia y confabulación de la Corona, como por lo que no dice y se supone. “Los informes que dicen que algo no ha pasado son siempre interesantes para mí”, dejó dicho en sus tiempos de secretario de Defensa de EEUU Donald Rumsfeld. “Hay hechos desconocidos conocidos; es decir, sabemos que hay algunas cosas que no sabemos”. En la España reciente y en la de los últimos cuarenta años hay algunas cosas que no sabemos.

Pedro Sánchez se ha encargado de aclarar algunas cosas desconocidas. Ningún político español hasta ahora había relatado sus conversaciones con el Monarca. Hemos conocido que el líder del PSOE y Felipe de Borbón “eran las personas que iban a sacar al país del riesgo de bloqueo”, en efecto, con la salida de Mariano Rajoy.

Ha quedado claro en el libro que el Rey llamaba con frecuencia a Pedro Sánchez, preocupado por la situación y el bloqueo del país con la crisis de Cataluña y la aritmética parlamentaria. Felipe y Pedro se conocieron “en lo más personal”. “Conectamos de forma especial” con una relación “muy franca” y en alguna ocasión el Rey le telefoneó para “darle ánimos”.

Pedro Sánchez ha presentado su “Manual de resistencia” en un acto en Madrid con Jesús Calleja y Mercedes Milá de colaboradores, y su esposa Begoña Gómez, y varios ministros entre un público atento.

El líder socialista, como no podía ser de otra manera, se ha lanzado a escribir y relatar episodios recientes sobre los que, pese a todo, siguen existiendo lagunas. Bienvenida su obra, aunque cuestione un liderazgo que no es verdad en tanto en cuanto no hay coherencia entre los valores que transmite y su comportamiento. Es más, su rendición de cuentas ha mermado la credibilidad y la confianza, cualidades que otorgan el prestigio ante la opinión pública y publicada. Queda patente que ha vivido instalado en una realidad paralela. Ya se ha percatado que algunos de los pasajes que narra no deberían haber sido escritos, al menos, publicados. Es reo de sus palabras. Están las bibliotecas repletas de consejos sobre la prudencia del gobernante. Desde Baltasar Gracián nada ha cambiado. Consiste la prudencia en la recta razón al obrar. Pedro Sánchez se ha lanzado a desvelar episodios que el pueblo soberano se merecía conocer. No se olvide que, según Marcel de Corte, “lo imaginario triunfa siempre sobre lo real en la sociedad de masas contemporánea”.

Sánchez ha reconocido en la presentación de su libro en Madrid que no comunicó al rey Felipe VI su intención de desvelar algunas conversaciones. Nada hay oculto que no acabe revelándose. Así que aunque no haya dicho todo, ha sido suficiente. Viene a confirmar lo que algunos sospechaban. Que el líder socialista contó con apoyos inesperados, dentro del Estado, para apartar a Mariano Rajoy con una operación política que ha hecho historia. Según el hoy presidente, la moción de censura que llevó al Partido Socialista Obrero Español al Gobierno de España ha supuesto “un cambio de época”, que “Manual de resistencia” explica en un capítulo. Para algunos, en verdad, ha sido un cambio de época. En especial para el exlíder del PP.

Pedro Sánchez confiesa haber visto en Rajoy un enorme sentido de Estado. Ha resultado evidente. Una semana después de aprobar los Presupuestos Generales, que aún nos administran, dio un paso atrás y se retiró de Moncloa a su despacho de registrador. Si el Estado se lo pidió, Rajoy aceptó con elevado patriotismo.

¿Funcionó la división de poderes? El líder socialista recalca su buen funcionamiento con la moción de censura. No todos lo tienen tan claro. Aunque no ahonda en el funambulismo del poder legislativo, Sánchez asume la crítica en unas líneas: “Ciudadanos aún no reconoce la legitimidad del Gobierno socialista”.

El Parlamento cumplió con un caballero blanco, frente al vaso popular bloqueado en Cataluña y que se colmaba con la Gürtel. “Yo no quería ser presidente”, escribe. Es sincero. Días después de la moción se lo confesaba a la directora de El País en una entrevista. No se lo imaginaba. Le resultaba duro desalojar a Mariano Rajoy de la presidencia con una moción: “Se había generado una buena relación entre nosotros”. “Pero si tenía claro, por encima de todo, que de aquel trance saldríamos poniendo en marcha la regeneración de la vida política española”. Y confiesa en su texto que cambiaron la política “en muchos sentidos”. Lo escrito, escrito está.

Escribe Luis María Anson que Adolfo Suárez solo fue un peón del Rey, un colaborador que obedecía y engañó al franquismo con la ley de reforma política. En la mejor tradición política del régimen de 1978, Pedro Sánchez se ha revelado como un eficaz colaborador de don Felipe. Y el líder socialista ha contado que en su partida frente a Rajoy jugaba con un rey en la manga. En estos momentos, como en otros tiempos ya lejanos, hay un ambiente en determinadas comunidades de cierta hostilidad hacia la Monarquía. Que ‘el error Sánchez’ no empañe estos años de regeneración borbónica en la jefatura del Estado, este cambio de época, el fin de la era Rajoy, y que la democracia se salve como en 1978. Por España, todo por España.