Gracias al cardenal Gianfranco Ravasi hemos conocido al teólogo que inspiraba a Barack Obama con sus enseñanzas: Reinhold Niebuhr. Se trata de un pensador estadounidense, fallecido en 1971, del que se acaba de reeditar uno de sus más populares ensayos.

El momento político que vive Canarias resulta adecuado para la lectura y reflexión de los textos del teólogo Niebuhr, hijo de un pastor protestante emigrado de Alemania y que acabó como profesor en el Seminario de la Unión Teológica de Nueva York.

El compromiso político de la fe, que inspiraba a Obama y del que tantos ejemplos preclaros se dan en Gran Canaria, en especial en el Sureste de la isla; y no solo en líderes políticos en activo, sino también en estructuras diocesanas de denuncia crítica como la Escuela de Formación Sociopolítica y Fe Cristiana.

Hombre moral y sociedad inmoral se titula el ensayo del teólogo Niebuhr que analiza la dicotomía de la ética individual a la colectiva. Aquí es donde parece que está contemplando la realidad de negociaciones y pactos de los partidos canarios.

“Para las personas, ser morales puede significar ser capaces de tomar en consideración, con el fin de determinar la propia línea de conducta, intereses diferentes de los propios, y ser capaces- en ciertos casos, de anteponer a los propios intereses los intereses de los otros. Sus facultades racionales les empujan a un sentido de la justicia que la disciplina educativa puede refinar y limpiar de elementos egoístas”. Son palabras de Niebuhr.

En la ética de los grupos sociales, léase partidos políticos, viejos y nuevo, según Niebuhr alcanzar tales objetivos éticos “es más difícil, si no imposible. En cada grupo humano hay menos capacidad de guiar y controlar racionalmente los instintos, menos tendencia a ir más allá de los propios intereses, menos capacidades para comprender las necesidades de los otros, y, por eso, un egoísmo más desenfrenado”.

Es una constante de la humanidad la que formula con rigor académico el teólogo que se resume en el adagio latino: 'Senatores boni viri, senatus mala bestia'.

Poco se puede decir con más claridad para analizar el espectáculo al que estamos asistiendo con los comportamientos actuales, ayer en algunos ayuntamientos, mañana en los cabildos o en el Parlamento de Canarias.

¿Hacia dónde va la Democracia con este sistema imperfecto?

El regateo y los cambalaches no solo no acerca la política a los administrados sino que contribuye a que aumente la desafección y el desinterés por los asuntos públicos.

Los nuevos partidos, al igual que los viejos, han olvidado su vocación de transformación social y de servicio público. Al menos, la mayor parte del arco político la tiene eclipsada. Hay excepciones, no obstante, las generalizaciones siempre resultan injustas.

Cunde la sensación de que nuestros partidos políticos, en lugar de contribuir al bien común, malviven en la confrontación con el objetivo de destruir al adversario.

Ante los ojos de los ciudadanos canarios, los políticos están siendo actores de un teatro ajeno a los intereses colectivos. Lo que más ahuyenta es el uso deliberado de la mentira, como forma de ejercer el poder o tratar de alcanzarlo.

La política es ante todo servicio a los ciudadanos. Y más allá de las buenas intenciones y los discursos complacientes, una de las medidas concretas que contribuirían a dignificar la actividad política sería el fomento de la “cultura de la dimisión”, como forma de garantizar la rendición de cuentas. Que muchos aún tienen pendientes de rendir ante sus electores.