La Princesa Leonor tiene 16 años. Aún faltan dos para que cumpla la mayoría de edad, el 31 de octubre de 2024. Pedro Sánchez, especialista en relatos y con la batuta de la agenda política, ha abierto un debate sobre la jura de la Constitución de la Heredera al Trono, hija de Felipe VI y nieta del emérito Juan Carlos. Según sus cálculos de convocatoria electoral, Leonor alcanza la mayoría de edad con las Cortes disueltas y el melón electoral abierto.

Los reyes prestaron juramento al ser proclamados ante las Cortes Generales y el artículo 61 de la Constitución, en su apartado dos, dice sí: «El Príncipe heredero, al alcanzar la mayoría de edad, y el regente o regentes al hacerse cargo de sus funciones, prestará el mismo juramento, así como el de fidelidad al Rey».

Pedro Sánchez no quiere que jure la constitución durante la campaña electoral de las próximas elecciones generales. Es esta más bien una forma de perder el tiempo en minucias, cuando el presidente, ahora veraneante en Lanzarote, tiene pendiente lo principal de su legislatura. Y es mucho.

Los tiempos de la Monarquía de Leonor de Borbón Ortiz serán muy diferentes a los de sus predecesores. El tiempo de Leonor es otro tiempo. Es un hecho que nació reina, a diferencia de su hermana y de las niñas de su edad, pero el debate sobre la identidad nacional divide a esta España moderna, democrática y multinacional.

La Constitución. La Monarquía. La Ley. La República. Son términos que suenan en las conversaciones de los españoles. Los países de tradición monárquica han descubierto fórmulas para no perderla, si bien las tendencias del siglo XXI se dirigen a formas republicanas. En la cercana Europa, las naciones con más enconados conflictos secesionistas –Bélgica, España e Inglaterra– están bajo monarquías.

España, ese país al que todos quieren pertenecer menos los españoles, en afortunada descripción del venezolano Boris Izaguirre, se encuentra en un momento de atasco institucional, económico y social. El andamiaje del sistema político, que ofrece señales de decadencia, bien en la renovación de la Justicia, en la lucha contra la corrupción pública, o en la administración territorial, se ha cobrado la abdicación del abuelo de la Princesa, que hace dos años reside fuera de España. La historia hace zig zag pero nunca vuelve a su punto de partida, describió Tuñón de Lara. Con todo, la monarquía simboliza la unidad del Estado y, hoy por hoy, es garantía de estabilidad.

Los protocolos monárquicos han incluido la formación académica de Leonor, estudiante en un internado de Gales. Aún se espera más. Su paso por las academias militares es una asignatura pendiente de la familia, que contempla a otras herederas europeas en uniforme.

En fin, la gran tragedia de España es que los españoles que no fueron nunca imperialistas son siempre imperiosos, escribía Salvador de Madariaga. No tiene la culpa Leonor de haber nacido en este nuevo siglo ni la tiene España de que la crisis y la sombra de la recesión atenacen al Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez.