El papa Francisco recibió ayer el alta hospitalaria tras la infección respiratoria que le obligó a ingresar en el popular centro Agostino Gemelli y que ha puesto en tensión a la Iglesia Católica durante las tres noches que ha estado fuera de los muros vaticanos. «Todavía estoy vivo» bromeaba el Santo Padre con el humor argentino que le acompaña. Jorge Mario Bergoglio, de 87 años, como obispo de Roma, aún podrá mantener el rumbo de su pontificado para disgusto de algunos y alegría de otros más, a juzgar por el impacto de sus intervenciones.

Hace cuatro años, el 30 y 31 de marzo, días que acaba de pasar una habitación de hospital, el papa Francisco se encontraba en Rabat en una visita oficial al rey de Marruecos. Allí conocimos la benemérita labor de Luisa Quintana Rodríguez, Hija de la Caridad y natural de San Mateo, dedicada a los más pobres de los pobres en una zona marginal de la capital marroquí. Y confirmamos que ese era un camino de Francisco. La pobreza, las desigualdades, los refugiados y el medio ambiente eran entonces, y lo siguen siendo, asuntos que preocupan al hablador jesuita.

Cuatro años no es nada, se podría decir como el tango, pero el mundo ha cambiado desde aquel recorrido por el país vecino en 2019 junto a Mohamed VI, comendador de los creyentes, autoridad política y religiosa al mismo tiempo. La humanidad ha superado una pandemia y Europa se encuentra en guerra con la invasión de Ucrania por Rusia. La amenaza nuclear resulta más inquietante como nunca antes desde la ‘Guerra fría’, y el hambre en el mundo ha aumentado.

Pese a las transformaciones sociales y políticas, siguen firmes las motivaciones papales de aquel viaje en el que una minoría de católicos, tanto subsaharianos como llegados de Ceuta, Melilla y Andalucía, arropaba a Francisco. Los migrantes y el diálogo interreligioso, ahora que vuelven a coincidir en el tiempo Ramadán y Semana Santa, continúan en lugar preferente en las agendas de los monseñores vaticanos y de toda la Iglesia. Francisco sacude el pensamiento predominante con grandes aplausos y grandes críticas en el seno de la Iglesia. De la catedral de Santa Ana a Washington.

El jesuita José María Segura Salvador, director general de Radio Ecca, asistió el pasado jueves al desayuno organizado por el Foro Prensa Ibérica en el Hotel Santa Catalina con Román Rodríguez. Horas después del ingreso en el hospital del papa Francisco, Segura, ingeniero curtido antes en el Servicio Jesuita para los Refugiados, rogaba a Dios por la salud de Bergoglio, «por lo que le queda por cambiar» en el rumbo de la nave de la Iglesia. El tiempo pasa. Francisco cumple años y su salud se desgasta, como ocurre a hombres y mujeres de su edad. Los que rezan por su salud temen que las reformas emprendidas se frenen con un nuevo papa. Dios dirá.