Hay personas que te sorprenden, personas con las que has mantenido una amistad pero de las que nunca esperas que fueran tan valientes, tan capaces. Ya saben que estos días estamos recordando una enfermedad cuya mejor salida está en el diagnóstico precoz, el cáncer mama. 26.000 mujeres viven cada año en España el susto de ser una de ellas. Loli Castellanos trabajó como auxiliar de clínica en el Hospital Insular, en el laboratorio, de manera que sabe bien lo que es dar buenas y malas noticias. Un día la mala noticia se la dieran a ella. 1999. Un cáncer de mama debutaba en su vida. Sus vecinos, sus amigos, tenían dudas sobre sí le presentaría batalla pero pronto descubrió sus cartas. Sus compañeros admiraron su lucha y la frase con la que Lola definía la presencia de enfermedad “me tocó”. Eso. Le tocó. La historia de Loli es una de tantas mujeres luchadoras que se esconden detrás de las estadistIcas, esas que salvo su gente cercana desconocen de lo que son capaces.

Tengo para mi que uno de los procesos más duros de un cáncer de mama es la pérdida de pelo, de hecho lo reconocen las mismas enfermas que se cubren la cabeza con un pañuelo o una peluca. Bueno; Loli, que ya ha supero la enfermedad, estando, claro está en revisiones periódicas, decidió hace unos días hacer la mejor campaña posible dedicada a sus compañeras de guerrilla. Colgó en las redes dos imágenes encadenadas; en una, se ve a Loli rapada en 1999 cuando estaba en el epicentro de su batalla. Al lado la misma Loli actual con su atractivo pelo negro sus ojos sonrientes, sus gafas de pasta recibiendo un premio de sus vecinos. La festejaron. Son esos gestos los que tienen más valor que la mejor campaña de prevención posible. Frente a la adversidad, coraje.

Y Cori Pérez. No tiene 40 años, un hijo y un cáncer de mama. Su vecinos de Las Meleguinas la ven salir de mañanita rumbo al hospital. Sola, en su coche, sin lazarillo. Quienes hablan de ella son los que admiran su discreción, su ausencia de tragedia, su capacidad para normalizar la situación. Sus vecinos se han ofrecido a acompañarla a las sesiones de quimioterapia que como sabemos tienen efectos secundarios. Combate los momentos de revoltura con un tratamiento homeopático camino de casa. Luego, cuando ya se recupera se incorpora a su puesto de frutas y verduras y sigue viviendo.

Juan Carlos. No creo que tenga más de 37 años. Conoció a Mónica en el Instituto. Siempre tuvo claro que aquella chica de pelo corto y ojos claros era la mujer de su vida. A ella no le gustaba especialmente aquel chico desgarbado, tímido, con el que bailar era un suplicio. Poco a poco ambos se fueron conociendo mejor, ajustando sus gustos hasta mantener una relación intermitente, de ida y vuelta. Pero el tiempo es sabio y coloca las fichas a su debido tiempo. Cuando el acabó Derecho y ella estaba a punto de terminar Turismo llevaban seis años de relación. Vivían juntos pero quisieron celebrar el final de sus estudios con una boda. Las cosas iban muy bien y mejor aún cuando nació su primer hijo. Cuando a los dos años a ella le diagnosticaron un cáncer de mama Juanca se vino abajo. Pero no podía permitirse el lujo de ser un problema añadido al que ya vivían en casa de manera que cogió el toro por los cuernos, se diplomó en enfermero doméstico y juntos combatieron una enfermedad de la que solo les queda un recuerdo, pero no se nota.

Gente valiente.