Ithaisa Suarez, la madre del niño desaparecido cuenta sus amargos nueve años; “Me da pena no haberle llevado a más sitos porque yo estaba de bajona”.

“A mis niños, les he contado todo. Ven una foto y dicen “Mamá, Yeremy es como nos imaginamos”

Es un misterio saber de dónde saca las fuerzas la menuda Ithaisa Suárez. Se derrumba un día y al día siguiente remonta y así durante nueve años. Nueve. No puede permitirse vivir en el pozo negro de la desesperación; sus hijos, su marido, sus padres, sus hermanos, la gente que la quiere y la cuida no lo merece, ni lo soportaría. No cabe duda de que físicamente a Itha la tragedia que le ha tocado vivir, ver cómo desaparece su hijo y nueve años después no se sabe nada de él, ha sido devastadora. Flaca, nerviosa, temblorosa, llena de miedos. La chica se debate entre querer saber y tener miedo a saber. En su casa todos, especialmente los más pequeños, los que no habían nacido cuando el niño desapareció, esperan a Yeremy, con los brazos abiertos. Lo conocen por fotos, por lo que les cuentan de él, por el relato de sus mataperrerías, por su destreza con la bici y porque su nombre no ha dejado de pronunciarse jamás en la casa durante cada día de cada mes de cada año. Nuestro Yeremy es el santo y seña de esa vivienda en Vecindario donde habita el dolor y el miedo.

La noticia hoy es que el presunto secuestrador de Yeremy Vargas, Antonio Ojeda, El Rubio, ingresó ayer en la Prisión Provincial de Juan Grande. La familia del pequeño vio pasar el furgón que llevaba dentro al presunto secuestrador y ya se imaginan en qué estado de ánimo. Hace unos días hablé largo y tendido con Ithaisa algo que hacemos con frecuencia así que de nuevo quise saber cómo estaba, escuchar su voz, y en el fondo decirle que muchos somos los que compartimos su dolor.

No debe ser fácil manejar el desconcierto de noticias que están íntimamente ligadas a la condición de madre. Nueve años en los medios debe ser como una potente batidora que lo tritura todo. “Yo sueño que un día vendrá, que un día aparecerá en la puerta de casa de Vecindario y que lo traerán en brazos. Ya sé que es un sueño, pero es que no podemos perder la esperanza; no podemos porque en esta casa todos estamos agarrados con alfileres a punto de vernos abajo.

Y de pronto se sitúa en un primer plano del caso un tal Antonio Ojeda, El Rubio, chatarrero, y los padres de Yeremy y toda su familia viven otra vez el tsunami de los medios y el mismo dolor de tantas veces. “Yo no lo conocía. Mi padre parece que lo había visto, yo, no”.

Cuenta Itha que en esta ocasión cuando hace un mes y pico apareció El Rubio y la policía comenzó a ordenar el puzle algo debieron ver que decidieron decírselo a ella. Y la citaron en la Jefatura Superior de Policía. “Eso. Me llamaron al despacho y yo creía que era para hablar de esos que en Facebook se reían de nosotros y de nuestra tragedia pero cuando llegué y me enseñaron fotos de El Rubio hechas hace dos años me vine abajo. Me quedé sorda, ciega, se me fue el cuerpo y no sabía ni lo que me estaban diciendo. Fue horroroso. No sabía lo que estaba pasando. Me quede en blanco. Es como a la que le dan un golpe en la cabeza y te aturdes, pero, fíjate, lo único que le pregunté a la Policía es qué posibilidades había de que mi niño estuviera con vida, era lo único que quería saber”.

“Para la policía es muy duro darnos las malas noticias”

Cuenta Ithaisa que los mismos funcionarios de la Policía se sintieron tan mal por “haberme informado que no sabían que decir; para ellos todo está siendo muy duro, mucho. Ellos ya son parte de mi familia y están pendientes de nosotros, cada día nos llaman a ver cómo estamos. Gente maravillosa”. Esa misma mañana tras recibir la noticia sobre El Rubio, Itha tuvo que ser trasladada al hospital para sedarla y controlar su estado de ánimo: “Yo digo que cómo se puede soportar tanto dolor”.

“Mucha gente ha declarado lo que “el rubio” decía de mi hijo”

A pesar de que hay voces que censuran que se haya hecho pública la posibilidad de que El Rubio se llevara al niño sin mostrar pruebas Ithaisa no piensa lo mismo: “Ellos saben bien lo que hacen. Han estado muy acertados porque la policía llevaba casi dos años reuniendo pruebas de ese borracho hablando de mi hijo con las personas que le escuchaban en un bar del cruce. Decía que se había llevado a mi niño y que sabía dónde estaba. Ahora se han localizado testigos de esas conversaciones y más cosas que irán saliendo. Yo creo que no han sido imprudentes porque desde que saltó la noticia hay mucha gente que está colaborando, gente que siempre sospechó de El Rubio por lo que decía cuando estaba borracho pero que no le hacían caso y ahora lo ha contado. Otros no lo tenían en cuenta, ahora sí”.

Más revelaciones. “Mira, yo hace seis años que vivo en una nube pero nunca he perdido la esperanza. Pienso que El Rubio le dio el niño a otra persona, porque con mi hijo no podía nadie. Es que cuando Yeremy se veía acorralado daba tortazos y acababas dejándolo. Era un bruto. Yo creo que El Rubio pudo darle un golpetazo y dárselo a otra persona. Es que cuando mi niño se ponía nervioso era imparable, tenía pánico a que lo atacaran. Fíjate que una vez lo picó una avispa y no se podía parar, pataleaba y todo. En ese momento pesaría 21 kilos pero no era fácil llevárselo, esto te lo digo yo que soy su madre. Ese tipo lo engatusó con un juguete o algo, lo vería allí parado y se lo llevó.

Yeremy con su abuelo

Yeremy con su abuelo

“A Yeremy le tuvo que dar un tortazo para llevárselo”

Le pregunto que observo que no tiene dudas sobre la culpabilidad de Antonio Ojeda “El Rubio” en la desaparición de su hijo. “Ninguna. Se lo llevó él y se lo llevó vivo. Yo necesito saber lo que ha pasado, si está muerto y donde lo enterró. No me basta con que lo hayan cogido, que lo diga si es tan macho. Nosotros estamos viviendo los peores días de nuestras vidas porque tenemos la certeza de que ha sido El Rubio el que secuestró y mató a mi niño”. Le digo que me preocupa su certeza sin evidencias: “Yo sé lo que digo, amiga”

Una se pregunta cómo ha cambiado la vida de esta mujer en nueve años. “Mucho. Nosotros antes éramos felices; por cualquier cosa hacíamos un asadero o nos íbamos todos mis hermanos a un montón de sitios; íbamos mucho por San Agustín o al cine. El mismo día que Yeremy desapareció hicimos un asadero porque al día siguiente era cumpleaños de mi padre”

Y de pronto se hizo de noche, Ithaisa. “Así ha sido. Ahora me da pena de no haberlo disfrutado más, pasar más tiempo con él. Es que yo pasé malos ratos personales antes de que Yeremy desapareciera y tenía días de bajona. Pues hoy me arrepiento; tenía que haber estado mejor y llevarlo a más sitios, pero bueno, pasamos momentos divertidos en el gimnasio, en el Parque de Atracciones de San Agustín, que le encantaba. Y en las piscinas; en los juegos acuáticos era incansable. Se agarraba de una soga y saltaba al agua…parece que lo estoy vendo. Uno de los últimos sitios a los que fuimos con Yeremy fue a El Tablero con su hermanita que tenía 13 meses en ese momento. Él 7 años. Paseábamos con los niños y después nos veníamos. Yo era muy feliz. Nosotros le hemos hablado a sus hermanos, de Yeremy. Cuando ellos ven las fotos dicen “mamá, es como nos imaginamos”.

Dos pilares importantes en la vida de Itha son su padre y su marido, Jhonatan Guisado. “En general toda la familia pero mi marido y mi padre que me conocen bien saben que hay días que no tengo ganas ni de levantarme y me dicen: “Hay gente buena, seguro que se lo dieron a un matrimonio o algo y volverá. Verás”. A sus niños les ha contado toda la verdad “pero son muy pequeños para entender lo ocurrido”. Una de las veces que se habló de una pista que luego resultó falso mi hijo Adai al saberlo se fue al cuarto de Yeremy gritando de alegría. Son muy buenos y lo han pasado mal, pobrecillos”.

La sociedad canaria se ha volcado con la familia de Yeremy y en más de una ocasión cuando los ven en una cafetería no dudan en invitarles a lo que sea o le compran chuchería a los niños; prefiero quedarme con eso que con la gente mala que me tropezado. Quiero terminar diciendo que los medios de comunicación han sido maravillosos con nosotros. Han llorado con nosotros, se han alegrado con nosotros y nos han respetado siempre. Es más; cuando yo digo “estoy cansada” lo respetan. Quería decirlo porque es cierto”.