Hay personas que si las raspas un poco descubres en ellas lo peor del ser humano. Una ambición desmedida, un comportamiento miserable que los cercanos ocultaron mientras pudieron hasta que llegó la hora, el viento levantó la sábana y dejó al descubierto un cadáver joven, malquerido, capaz de todo por dinero. Incluso de prohibir que su madre lo viera, ni muerto ni vivo. Detrás de algunas de esas personas atildadas, vanidosas, se agazapa la miseria en estado puro, una codicia que les incapacita para rectificar incluso cuando la vida les ha puesto fecha de caducidad, cuando la muerte toca el timbre. El espectáculo que hace unas semanas se vivió en un hospital de Gran Canaria es como ese relato de terror que escuchas y piensas: "se lo está inventando". Vamos a poner que un matrimonio tiene claro cómo repartirá la herencia entre sus hijos. Años antes uno de esos hijos se vio en apuros y pidió un adelanto. Se aceptó su petición con el acuerdo expreso de que la cantidad sería repuesta a sus hermanos a partes iguales, al fin y al cabo, eran los prestamistas. Cuando llegó el momento de devolverlo se inició un cisma familiar que no amainó ni siquiera cuando el deudor enfermó y tenía los días contados. Se negó a satisfacer los términos del acuerdo y dejó claro que lo devolvería pero incluyendo una parte para sí ya que, según él, le pertenecía. No se lo permitieron. La deuda era suya y los prestamistas sus hermanos. A partir de ahí la relación familiar, padres, hermanos, se hizo trizas y el enfermo prohibió que su madre se acercara al hospital. El dolor de esa mujer no hay que explicarlo.

El día que la familia supo que el hombre sería sometido a quimioterapia, que su pronóstico era muy complicado, no lo dudó. Todos, hermanos, tías, se plantaron en el hospital arropando a la madre dolorida que quiso ver a su hijo por última vez. Nadie lo impidió. La mujer que lo acompañaba, hoy viuda, se refugió en el baño. La madre pudo decirle adiós. En el tanatorio la familia hizo exactamente lo mismo. Se plantó al lado de la mujer que despidió en silencio a quien dio más valor al dinero que a los que de verdad lo quisieron.

Madre e hijo no estuvieron juntos ni en la esquela. Él no quiso y cada cual anunció la muerte por separado.

Miserias humanas que avergüenzan.

marisol_@Ayala