Voy a cambiar el nombre de la mujer de mi historia de hoy. Estada convencida de que había fallecido. Pero no: está estupendamente. Vamos a llamarla Nena y es la primera mujer, que yo sepa, que se atrevió a contar en un periódico el infierno de golpes que sufría en su casa de Zárate, hasta que le plantó cara a su maltratador. Cuando abandonó la vivienda, alquiló un piso en las Alcaravaneras pero el tipo la encontró, la siguió y la arrolló con el coche en Ciudad Jardín cuando ella, auxiliar de clínica, se dirigía al trabajo. Por fortuna, se metió en un jardín y los matorrales la salvaron del cazador. Hace unos meses la encontré en la guagua. Bajamos a tomarnos un café. Recordamos aquellos años, hace más de veinticinco, que harta de agresiones decidió acudir a La Provincia a contar lo que vivía. Dice que yo le dije que estaba loca: “¡ese tío te mata cuando mañana vea el periódico!” y que contestó: “mira, tengo 32 años y lo hago para protegerme a mí y a mi hijo”. Ella recuerda perfectamente cómo en la antigua redacción en El Sebabal, nos sentamos y contó con detalles el rosario de agresiones que sufría. El pelo era la fijación de agresor, se lo arrancaba a jirones. Era la primera mujer maltratada que pedía ser entrevistada. Yo temía por ella y se lo decía. Pero estaba decidida.  

Fue tan valiente que cuando acabamos la entrevista me agarró del brazo y me preguntó:  “¿No me hacen una foto para que ese cabrón se avergüence delante de sus amigos?”. Traté de convencerla del riesgo que corría, pero no hubo manera. Cuando días después la llamé, su respuesta fue determinante: “No me ha tocado.  Ahora sabe de lo que soy capaz”. 

Aquella entrevista fue impactante. No pierdan de vista la fecha de la que hablamos: hace 25 años.