Llegó el momento. Manolo Viera se despide de los escenarios en los que ha transitado cuadro décadas. Cuando hace unos días comenzó a rular por las redes un cuidado cartel con una corta pero acertara leyenda «La última y nos vamos», poco más había que añadir. Manolo decía adiós. El humorista se subió al escenario el 1 de julio de 1981 y ahí ha sido tan feliz como quienes le seguimos con admiración. Manolo es uno los nuestros, a quien se le ha perdona todo, sus buenas y sus malas noches, que de todo ha habido en la viña del señor Vieira. Le hemos querido y le queremos de manera que cuando la salud le daba un revés, quienes lo sabíamos vivíamos esos achaques con la preocupación lógica de un familiar enfermo. Pero una mil veces, Manolo no permitió que el susto diera un paso más. La última vez que le vi con motivo de su anual programa de fin de año, a nadie le pasó inadvertido su delgadez pero desde que pudo el humorista más querido y admirado de Canarias, hizo caso a los médicos y a su hombre de confianza, Santi Falcón, que lo ató en cortó hasta que repechó. No es Manolo un hombre fácil, no lo es, pero con los suyos no juega. Alguien me contó que para Manolo pasear Las Canteras, entrar y salir el R.C. Victoria, era un chute de vida, sin embargo era imposible. Amigos y admiradores lo paraban a cada paso y él acababa por buscar zonas menos transitadas. Era complicado porque creo no equivocarme si digo que Manolo ha sido y es el personaje más popular y querido de las islas. La última vez que hablé con él fue en mi casa. Alguien filtró a La Provincia una noticia que él quería desmentir.

Entonces decidí llevarlo a la redacción y allí escribieron su versión.