Hoy tengo varios temas para abordar en la columna dominical. Escuchando estos días el duro testimonio de Fayna Bethencourt, la mujer maltratada por su compañero, Carlos Navarro, alias «El Yoyas» no lo dudo. No siendo su caso ya noticiable, es decir, conociendo todos la situación de esa mujer y sus hijos, quiero hablar de ellos. Creo que todo lo que escriba del monstruo maltratador de Fayna, la chica canaria que ha sufrido 16 años de agresiones, físicas y psicológica, es poco. Amó con locura al hombre que más daño le hizo. Aún recordamos escenas de aquel Gran Hermano, concurso en el que ambos alcanzaron una popularidad desmedida, los directivos del programa miraron para otro lado. Dejaron a Fayna a merced de su monstruo amantísimo. Estos días Fayna ha contado episodios de violencia recibida a la vez que se sorprende a sí misma cómo fue capaz de vivir lo que vivió pero pensando siempre que Carlos cambiaría. Para quererla y ¿maltratarla? ,si . «Nena», le advirtió, «dentro de mi hay un monstruo que solo puedes pararlo tú». Las agresiones y daño psicológico que veíamos los espectadores no la veían ellos de manera que las agresiones de Carlos y se convirtieron en una atracción más del programa. Mucho ciego suelto. No deja de sorprender que desconociéramos el calvario que ha vivido Fayna durante tantos años, al menos yo. La chica desapareció pero unos años y un día asomó la cabeza para gritar su estado cuando el monstruo la amenazó y temió por sus hijos.

En fin, ese hombre que hoy le horroriza está en libertad a pesar de estar condenado, huido de la justicia con una sentencia firme por malos tratos. Hace unas semanas Fayna contaba que ha tenido que cerrar su negocio por las amenazas de su monstro pero quiere seguir luchando, eso está muy bien pero que no olvide que tiene un propietario de sí misma que está al acecho.