El reencuentro televisivo de Miguel Bosé con Mercedes Mila ha constituido un acontecimiento social. Los que tenemos años y memoria no olvidamos dos cosas una, que el sida nos estalló en la cara a principio de los ochenta y que su vinculación con la muerte convirtió la enfermedad en terror. Escuchar con atención la charla de la periodista y el cantante recordando el ataque que sufrió Miguel averguenza. No pensé jamás escuchar tantos años después el dolor y la lucidez de ambos contando la realidad del caso, nada menos que la encarnizada búsqueda el cantante chequeando de hospital en hospital hasta hallar una pista que sustentara tal cruel invención: Miguel Bosé combate el sida en un hospital español. Una línea de injurias, calumnias y maldad. El paso siguiente según contaron fue el peinado que hicieron los fotógrafos, cámara en mano, sacando imágenes de las habitaciones ocupadas en un miserable y desesperado intento de tropezarse con un enfermo que se pareciera mínimamente al cantante y justificar así la ridícula «investigación». Nadie entonces fue capaz de parar el circo porque no olvidemos que el valor de una imagen que diera crédito a la mentira orquestada era muy cotizada, de tal manera que Miguel en la entrevista con Milá recuerda que en los días en los fue víctima de semejante persecución, como falso enfermo de sida, no estaba en España, vivía ajeno a todo rodando una película en otro país. Escuchando su testimonio una no puede menos que hacer suyo su desprecio a la llamada prensa rosa a la que el cantante no perdonará jamás. Lo único que con el paso del tiempo le sirvió a Bosé para respirar fue la llegada de sus hijos.