40 años después de llegar a África y meterse de lleno en un proyecto humanitario, hace unos meses su salud le dio un aviso. Sus huesos se resistían del duro y trabajo y la trasladaron a la capital grancanaria con su familia. «Es duro pensar que no volveré a ese lugar donde tanto nos necesitan», asegura la salesiana Bernarda García, que cifra en 1.000 las menores que sacó de las calles y ahora tienen formación y un hogar.

Con 33 años Bernarda García Castellano, salesiana, viajó a África sin tener referencia de la pobreza en la que sobrevive aquél continente. Desde niña tuvo claro, por lo que leía y le contaban, que allá todas las manos eran pocas, sería más necesaria que en su Gran Canaria, donde creció y reside cada vez que su vida de compromiso le da un respiro. Ama África de tal manera que solo su mala salud y un médico que conoce la dureza de aquella tierra, con autoridad suficiente con Bernarda, fue quien la mandó a parar. Con 72 años, un Covid y un duro batallar con varios paludismos y vivir con las lógicas secuelas el galeno africano no le dio respiro a la grancanaria. Para casa.

Los huesos de Bernarda ya no podían cuidar a nadie que no fuera ella misma. Hasta ahí. El trabajo de la misionera grancanaria y sus compañeras de congregación era especialmente amparar en la noche de África a las niñas que son presa fácil para la prostitución. Las «niñas» de las que habla tienen edades que oscilan entre los 10 y 15 años.

Los textos que Bernarda García guarda de sus conferencias sobre la situación de vulnerabilidad en la que vive la población infantil femenina recuerdan que la decisión que adoptó su congregación Salesiana en cinco países –Togo, Benin, Costa de Marfil, Mali y Burkina Faso– fue vital para las jóvenes habitantes de esa zona. «Sin duda la educación y la consiguiente formación fue importantísima para dignificar la vida de aquellas niñas», recuerda, Bernarda.

Se trataba de buscar un hueco en una sociedad empeñada en no sacarlas del vagón de la cola y seguirlas manteniendo como ciudadanas de tercera. Bernarda lleva 40 años en esos países, especialmente en Togo, posibilitando a miles de niñas de las zonas citadas un futuro lleno de esperanza.

Encendieron la luz y aquellas niñas empezaron a crecer y disfrutar de una vida que las recibía con los brazos abiertos. Aquellas niñas, hoy mujeres, desarrollan actualmente actividades profesionales como educadoras, modistas, peluqueras, pasteleras, informáticas, enfermeras, comerciantes, cabezas de familias y así otras tantas profesiones que han doblado su auto autoestima.

«Nuestro objetivo ha sido siempre la evangelización y a su vez la educación, con la mirada siempre fija en la mujer. Hay un proverbio africano que dice: cuando se educa a un niño se educa a un pueblo pero cuando se educa a una niña se educa a una nación», rememora la experimientada religiosa grancanaria.

«Más de 1000 niñas hemos recuperado de las calles y pueblos en los que hacerse mayor sin caer en las garras de quienes no tienen piedad era difícil. Se trata de niñas explotadas, de corta edad. Muchas», prosigue Bernarda, «eran pequeñas y sus familias carecían de medios económicos para hallar la posibilidad y el futuro que demandaban».

«Las Salesianas tenemos en esos países instalaciones que sirven como albergues de acogidas, internados, escuelas, formación profesional y otras. Las niñas permanecen amparadas en esas de acogidas hasta que concluya su formación, cinco, diez años. Es asimismo importante la inserción laboral y familiar no olvides que ese es el objetivo principal. Luego está la vida y su futuro. Realmente estamos hablando de un magnífico y costoso proyecto».

– Bernarda, ¿quienes destacan en ese sentido?

– «España es sin duda el país que mas ha ayudado. Los españoles han costeado a lo largo de 40 años tres casas para las niñas, cinco internados, cinco pozos, 10 escuelas primarias y de secundarias, y también siete escuelas de formación profesional. Pero nosotras», dice, «hay un proyecto del que estamos muy orgullosas. Hablo de la recuperación de las niñas de la calle, ya te dije que alrededor de 300 niñas… Imagínate, niñas a merced de los lobos».

Togo es la economía número 152 –de 172– por volumen de PIB, según el Fondo Monetario Internacional. Su deuda pública en 2021 fue de 4.540 millones de euros. En lo relativo a la renta per cápita, sus habitantes tienen un bajísimo nivel de vida en relación a los 196 países del ranking de PIB per cápita a nivel mundial. Esta región de A pasado a ser de un 53,5% en 2017.

«Mira», prosigue explicando Bernarda García, «yo no tendría más de ocho años y ya estaba en el colegio Las Salesianas. La primera vez que escuché hablar de las misiones tenía esa edad. En ese tiempo comencé a leer revistas que me descubrieron un mundo desconocido. La realidad de la pobreza fue creciendo mi interés. Con 21 años», continúa la salesiana, «entré en la congregación salesiana; con el paso del tiempo el Papa Juan Pablo II hizo un llamamiento para el Proyecto Africa.

La congregación salesiana respondió a ese llamamiento y en el año 1982 salió la primera expedición rumbo a Togo.

«Yo ya tenía por entonces unos 33 años de edad y estaba haciendo realidad el sueño de mí vida. Recuerdo que cuando llegamos a Togo fuimos recibida con mucho cariño por una gente que lo dada todo. Veíamos la realidad, las carencia y una vez conocido el problema buscamos la forma de dar respuesta a esas necesidades», recuerda Bernarda.

«Yo le doy gracias a Dios por su presencia y providencia durante los 40 años que he vivido con ellos», reconoce agradecida.

«He sido muy feliz a su lado y jamás me arrepentí del paso dado cuando era muy joven», concluye esta vecina del barrio de Arenales, en Las Palmas de Gran Canaria, a quien la vocación arrastró hacia un país desconocido que se acabó convirtiendo en su hogar.