El cáncer es un crecimiento descontrolado de células con capacidad de invadir los tejidos cercanos y producir metástasis (células del tumor que se implantan en órganos lejanos) en pulmón, hígado, hueso etc.

El crecimiento del cáncer es continuo durante su evolución, y muchas veces ya tiene un larga vida recorrida en nuestro organismo, antes de que aparezcan los primeros síntomas o se vean alteraciones en las pruebas diagnósticas.

El proceso de diagnóstico de un tumor incluye pruebas de imagen como mamografía, scanner o ecografía. Además en muchos casos es necesario hacer una endoscopia (introducir una cámara de video miniaturizada por los bronquios, el esófago o el colon). También la determinación de ciertas sustancias en la sangre como el PSA en los tumores de próstata o la realización de un PET para poder detectar metástasis forman parte de las necesarias pruebas a realizar para detectar el cáncer y conocer su extensión.

Este proceso diagnóstico ha de ser lo más rápido y eficiente posible. Efectivamente, debe ser capaz de definir bien a qué nos enfrentamos y debe realizarse de una forma coordinada. Durante los periodos en que se realizan las correspondientes pruebas analíticas o de imagen, las consultas médicas etc, el crecimiento del cáncer no se detiene. La proliferación descontrolada de las células tumorales y su capacidad de invasión permanecen inalteradas hasta que se inicia un tratamiento oncológico adecuado.

Si el proceso diagnóstico se alarga durante meses, cuando el paciente está listo para ser valorado por el oncólogo, en muchas ocasiones, la invasión tumoral limita los tratamientos posteriores. El ejemplo mas clásico son los tumores que una vez completado su estudio, no son ya operables o requieren cirugías mas amplias que suponen mutilaciones muy importantes. Un cáncer de pulmón o páncreas puede pasar de ser potencialmente operable a inoperable, en pocas semanas. En este caso las posibilidades de supervivencia quedan muy limitadas.

Pero una vez diagnosticado el cáncer y habiendo sido adecuadamente clasificado en cuanto a su extensión por el organismo, es necesario que se ofrezca al paciente un tratamiento adecuado y valorado por un equipo multidisiciplinar de profesionales de la oncología.

La espera en el inicio del tratamiento, ya sea cirugía o radioterapia, sigue siendo tiempo que le damos al cáncer para que progrese y se haga mas resistente a los tratamientos. El cáncer tampoco espera por el cirujano o el oncólogo. En general, el primer tratamiento sea quirúrgico o de radioterapia, no debe demorarse mas de 3-4 semanas desde el diagnóstico.

No es de extrañar que si el proceso de diagnóstico o de espera por un tratamiento se alarga, hay pacientes en los que un tratamiento que tenía intención de ser curativo, queda reducido desgraciadamente, a un intento de paliar los síntomas derivados de la progresión de la enfermedad.

Esperas de mas de 30 dias en recibir un tratamiento de radioterapia tras la cirugía, por ejemplo de un cáncer de mama o de recto, incrementan la posibilidad de que reaparezca la enfermedad. Las recaídas de la enfermedad sean en el área del tumor primario o por metástasis, suponen una mala noticia para el paciente y obligan a realizar mas tratamientos en general de agresividad similar a las características del tumor que ha reaparecido.

Los pacientes y sus familiares son en última instancia los que sufren la enfermedad y sus consecuencias, por lo que deben exigir una asistencia oncológica rápida y eficiente. Es fácil de comprender que los meses de espera para el diagnóstico y tratamiento del cáncer, disminuyen las posibilidades de supervivencia e incrementan el coste en calidad de vida que suponen procedimientos quirúrgicos mas amplios o combinaciones de quimioterapia mas agresivas.

Finalmente esta celeridad en conseguir la asistencia oncológica, debe ser una de las condiciones de un enfoque multidisciplinar, donde diversos profesionales del diagnóstico y el tratamiento oncológico oferten a cada paciente un itinerario terapéutico adecuado.

El cáncer no espera, esta en nuestra mano competir por el tiempo.