*SANTA MARÍA DE LA CABEZA: Esposa de San Isidro . . .

--Esta santa mujer fue esposa de San Isidro Labrador. María Toribia, llamada de la Cabeza, llevó una vida humilde y laboriosa. Los nombres de Caraquiz, cerca de Uceda, en la Diócesis de Toledo, y el de Torrelaguna aparecen en su leyenda.

Le gustaba ir a la Ermita de Santa María para hacer el aseo y orar. La calumniaron ante su marido, quien la vió cruzar sobre su capa el Jarama (crecido afluente del Tajo), lo que se consideró un juicio de Dios que probaba su inocencia. Sobrevivió a San Isidro y fue enterrada en la ermita que con tanto amor visitaba.

Esta ermita fue atendida por los templarios hasta el 1311, después se hicieron cargo de ella los menores enclaustrados (después le sucedieron los menores observantes) cuando la cabeza de María fue colocada sobre el altar mayor del oratorio. Esta reliquia se tiene por eficaz contra los dolores de cabeza.

En el 1511 el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros renovó el relicario que guardaba la cabeza. Procesiones y cofradías atestiguaron la veneración pública hacia la Santa. Inocencio XII aprobó su culto en el 1697. Se trasladaron sus reliquias a Madrid para unirlas a las de su esposo, San Isidro Labrador.

+MARÍA TORIBIA . . .

--Santa María de la Cabeza “María Toribia”, la esposa de San Isidro, se cree que nació en Uceda en una familia de labradores pobres y vivió en Torrelaguna hasta su matrimonio. Se cuenta que se le aparecía la Virgen y que cruzaba el río Jarama extendiendo su mantilla sobre las aguas. Tuvieron un único hijo, Illán, quien se ahogó al caer en un pozo y, al rezar los padres por su salvación, las aguas subieron milagrosamente hasta el brocal, devolviéndole con vida.

Fallecida entre 1175-80, fue enterrada en la ermita de la que era cuidadora. Se cuenta que escondieron su cuerpo, mientras que su cabeza fue colocada como reliquia a los pies de la Virgen, donde obró prodigios. Así, la ermita comenzaría a ser la de la Virgen de la Cabeza. Para otros, el origen de tal nombre derivaría de hallarse la ermita situada junto a la Peña Rasa, antiguamente llamada Errasa, que en árabe significa la cabeza.

La ermita pasó a jurisdicción de los franciscanos y, al iniciarse su proceso de beatificación, se encontró el resto del cuerpo, que llevaron al cenobio que poseían en la cercana Torrelaguna. En 1645 los franciscanos entregaron los huesos a unos enviados del cabildo madrileño, pero los vecinos se amotinaron. Intervino el rey para calmar los ánimos, ordenando que se instalaran en el oratorio privado del ayuntamiento. Fue beatificada en 1697 y canonizada por Benedicto XIV en 1752, bajo el nombre de santa María de la Cabeza, con fiesta el 9 de septiembre.

Cuando poco después se instaló en la Colegiata la urna con su esposo Isidro, sus restos fueron colocados en una caja situada debajo de la misma, donde hoy permanecen.

=>Los relatos tradicionales orales y escritos:

--En el siglo XVIII, al preparar el texto litúrgico de los Maitines del Oficio Divino se escribe, con gran esmero histórico, una primera biografía breve. El relato, destinado para el rezo, resume lo más sustancial que se conservaba en la memoria popular:

María de la Cabeza nació en Madrid o no lejos de esta localidad. Sus padres, piadosos y honestos, pertenecían al grupo de los llamados mozárabes. Fue esposa de san Isidro Labrador. No es fácil decir con qué santidad y trabajos llevó su vida de mujer casada. Sus ocupaciones eran arreglar la casa, limpiarla, guisar la comida, hacer el pan con sus propias manos, todo tan sencillo que lo único que brillaba en su vida eran la humildad, la paciencia, la devoción, la austeridad y otras virtudes, con las cuales era rica a los ojos de Dios. Con su marido era muy servicial y atenta. Vivían tan unidos como si fueran dos en una sola carne, un solo corazón y un alma única. Le ayudaba en los quehaceres rústicos, en trabajar las hortalizas, y en hacer pozos no menos que en el oficio de la caridad, sin abandonar nunca su continua oración.

Como ambos esposos no tenían mayor ilusión que llevar una vida pura y fervorosamente dedicada a Dios, un día se pusieron de acuerdo para separarse, después de criar su único hijo, quedándose él en Madrid, y ella marchándose a una ermita, situada en un lugar próximo al río Jarama. Su nuevo género de vida solitaria, casi celeste, consistía en obsequiar a la Virgen, hacer largas y profundas meditaciones, teniendo a Dios como maestro, limpiar la suciedad de la capilla, adornar los altares, pedir por los pueblos vecinos ayuda para cuidar la lámpara, y otros menesteres.

Estando entregada a esta clase de vida piadosa, unos hombres enemigos, sembradores de cizaña en aquel campo tan limpio de malas hierbas, comunicaron a Isidro que hacía mala vida con los pastores. El santo varón, buen conocedor de la fidelidad y del pudor de su esposa, rechazó a los delatores como agentes del diablo. De todos modos quiso saber de donde habían sacado aquellas especulaciones. La siguió los pasos uno de tantos días. Con sus propios ojos vio que su mujer, como de costumbre, con la mayor naturalidad, se acercó al río, que, aquel día bajaba lleno de agua, por las lluvias abundantes caídas y, con mucho ímpetu extendió su mantilla sobre la corriente y, como si fuera una barquilla, pasó tranquilamente a la otra orilla, sin dificultad alguna. Con la contemplación directa de esta escena, repetida en otros días, el honor de esta mujer continuó intacto ante su marido y ante los vecinos de la comarca.

En los últimos años de su vida regresó a Madrid y de nuevo empezó a vivir con la admirable vida santa de antes. Después de morir su marido, volvió a su querida casa de la Virgen, como si fuera una ciudad bien defendida por Dios. En este lugar murió, llena de años y méritos.

Presente una gran concurrencia de gentes de aquellos pueblos, fue enterrada piadosa y religiosamente en la misma ermita, en un lugar, especialmente escogido por miedo a una posible profanación de los sarracenos. Cuando éstos fueron expulsados a sus tierras africanas, vigente todavía el ejemplo de la vida santa de esta mujer, fueron localizados sus restos, gracias a una inspiración del cielo. Al sacarlos, todos advirtieron un olor especialmente agradable, nunca percibido.

Hoy sus restos se veneran en Madrid. Muchos aseguran que hace incontables milagros, principalmente curaciones repentinas de dolores de cabeza. Todas esas circunstancias, examinadas por jueces apostólicos, hicieron que Inocencio XII aprobara su culto inmemorial y que últimamente Benedicto XIV le concediera Misa y Oficio propio, asignando la fiesta para un día de Mayo en Madrid y en toda la Diócesis toledana.

**Las declaraciones procesales y los recuerdos:

--En el proceso de canonización de Isidro (siglos XVI-XVII), era imposible no hacer referencia a la mujer con la que estaba unido en matrimonio y en santidad. Por ello, la “Archicofradía del Sacramento, san Pedro, san Andrés y san Isidro”, las Hermandades y los franciscanos de Torrelaguna, comenzaron los trámites para la difusión del culto de la bienaventurada María.

El 13 de marzo de 1596 fueron localizadas su reliquias en la vieja ermita visigótica de Ntra. Sra. de la Piedad, junto al río Jarama. Con posterioridad, en el convento dominico de Ntra. Sra. de Atocha de Madrid y en vista de su canonización, tiene lugar la Probanza de la Bendita María de la Cabeza, que concluye el 21 de junio de 1615. Uno de los testigos declarantes es el presbítero Lope de Vega Carpio.

El contenido de las declaraciones resumen las tradiciones del pueblo de Madrid, transmitidas de generación en generación. Acerca del lugar de nacimiento la diversidad es manifiesta, pues varias villas reivindican a la sierva de Dios: Madrid, Canillejas, Torrelaguna, Uceda, Talamanca, Buitrago y Coveña. Convienen los testimonios en su nombre, María (excepto una testigo que la denomina Toribia), y en que sus padres eran mozárabes y labradores pobres. Madrid y Torrelaguna se disputan el lugar de casamiento, aunque la opinión de la época se decanta por la Villa y Corte, donde naciera su hijo, del que cuentan que se ahogó en un pozo y fue resucitado por su padre. No hay unanimidad en el nombre del hijo; la tradición ha perpetuado el de Illán.

Se recuerdan sus peregrinaciones a la iglesia de santa María de la Almudena y a la ermita de la Virgen de Atocha. Se pone de manifiesto que ambos esposos llevaban en familia una vida honrada y religiosa tanto en Madrid como en Torrelaguna o en Caraquiz. Las declaraciones señalan las inmediaciones de esta alquería como el lugar donde malas lenguas la acusaron de adulterio, y donde María con su paso milagroso a pie enjuto sobre las aguas del Jarama hizo ver a su esposo lo infundado de esta acusación.

Los testigos aseguran que ya viuda, y de regreso a la sierra carpetana, pasaba su tiempo en el trabajo casero que compaginaba con el quehacer diario de visitar, arreglar y mantener encendida la lámpara del santuario en la Ermita de la ribera del Jarama.

Las tradiciones orales de Madrid sitúan su casa en los arrabales mozárabes de san Andrés, (donde hoy se levanta el Museo de san Isidro). Allí se muestra el pozo donde cayera su hijo. Ante una persecución almorávide, que deportaba a los cristianos a Fez y Mequinez, el matrimonio huye de la Villa. A su vuelta, se cuenta de ella cómo trabajaba junto con su marido en las tierras allende el río hacia los Carabancheles, en el lugar donde Isidro hizo brotar un manantial en un lugar completamente seco y árido.

De esta fuente relata la Bula de canonización de san Isidro que hay que reconocer en ella el poder divino, puesto que Dios, por intercesión de san Isidro, hace continuos prodigios con los enfermos que se acercan a ella. Sobre ella, se levantó la Ermita, que inmortalizara Goya.Ç

=>De Madrid al cielo:

--A la intercesión de la santa se le atribuyen no pocos milagros, de los que J. Bleda afirma ser auténticos y probados en las informaciones Apostólicas. Su cabeza, venerada en un relicario, junto con su cuerpo fueron trasladados, de la ermita visigótica que habían poseído los templarios, al convento franciscano de Torrelaguna y depositados en la sacristía en arca de marfil. Allí estuvieron hasta su traslado a Madrid en 1645. Del oratorio de las Casas Consistoriales pasan, en 1769, al retablo de la Colegiata de san Isidro donde actualmente se veneran junto a su esposo.

El Papa Inocencio XII, confirmando y aprobando el culto inmemorial dado a la sierva de Dios, por la Bula Apostolicae servitutis officium del 11 de agosto de 1697, inscribe su nombre en el santoral. El 15 de abril de 1752, por decreto de Benedicto XIV, se concede en su honor Oficio y Misa de Santa María de la Cabeza. En la Bula de canonización del patrón de Madrid, Rationi congruit, el Papa tras reseñar el milagro de la olla repleta de carne concluye así la referencia a la esposa:

La mencionada consorte del bienaventurado Isidro, llamada María de la Cabeza, está considerada por los españoles, en atención a sus santas costumbres, como digna de veneración y, en todo, semejante a su marido. Por esta razón, su antiquísimo culto mereció ser aprobado.-

-POR: (Manuel González López-Corps).-

-Fdo: Eleuterio Jesús Santana Déniz (Recopilador histórico).-