Me atrevo a mencionar varias razones que favorecen el
deterioro de la relación médico-paciente en el caso de la
FM y también a exponer posibles remedios
Falta de conocimiento. Se conoce poco la etiopatogenia
de la FM. El médico afronta síntomas abigarrados:
dolor difuso, fatiga, insomnio, irritación intestinal, urgencia
urinaria, ansiedad, depresión, etc. No se posee
un marco teórico para poder conformar un síndrome
coherente. El recurso de la analítica no ayuda en estas
circunstancias a esclarecer el problema.
– Incredulidad. Es una actitud derivada de la falta de
conocimiento. Algunos médicos simplemente no creen
lo que la paciente les está relatando. O intentan “corregirle
la plana”. Le dicen (o solamente piensan): “Usted
no tiene dolor, lo que sucede es que está somatizando
su ansiedad”. Con frecuencia la paciente lo percibe y se
resiente de esta incredulidad
– Falta de entrenamiento en los mecanismos básicos de
dolor crónico. Existe una innegable paradoja en la práctica
reumatológica. La molestia principal de la inmensa
mayoría de los pacientes que acuden al reumatólogo es
dolor crónico. Sin embargo, este tópico no se cubre en la
generalidad de los programas de enseñanza en reumatología.
Basta revisar los libros de texto de la especialidad
para percatarse de que contienen gruesos capítulos que
discuten los mecanismos básicos de la inflamación y la
autoinmunidad. En contraste, las discusiones acerca del
dolor crónico (cuando las hay) son breves y superficiales.
– Impacto psicológico. El dolor crónico se acompaña
por necesidad de una reacción emocional negativa.
Además, un porcentaje considerable de personas con
FM tiene ansiedad, depresión u otro tipo de alteraciones
psicológicas. Este tipo de comorbilidad complica la
relación médico-paciente y la terapéutica.
– Tiempo restringido en la consulta médica. La paciente
con FM tiene múltiples síntomas; el médico, poco
tiempo y, además, una fila de enfermos en la sala de espera.
Fórmula segura para la frustración de la paciente y
del médico
– Medicamentos inefectivos. No contamos con medicamentos
uniformemente efectivos. Con el uso crónico de
fármacos, es habitual la aparición de efectos indeseables.
No es excepcional escuchar que la paciente declare:
“Las pastillas que usted me recetó no sólo no me
mejoraron, sino que me cayeron pésimo 53
Reumatol Clin. 2007;3(2):53-4