Marzo, 2020.

Soplaba el viento del Este cuando me acerqué a ver el mar. El mirar se convirtió en contemplación y en esa misma mañana, sentir la emoción de oler, olfatear y llenar mis pulmones del salitre de la costa. Observé cómo una gaviota levantaba su vuelo mientras los árboles se mecían suavemente, como si en el aire marcaran un compás imaginario. Ellos, desde luego, no transmitían enfermedad, no sufrían amenazas….Al contrario, se mostraban tranquilos, cada uno en su ritmo, un ritmo que hacía respirar al planeta, a la tierra, a la atmósfera….a la mar.

A medida que el hombre ha desaparecido de ser el protagonista de nuestras calles, la naturaleza ha recuperado su espacio. No es sólo la presencia, es sobre todo el ritmo. El estrés constante impuesto por el humano ha costado, además de graves problemas climáticos, la salud de nuestro entorno más cercano. Clases de yoga, reciclaje, dietas saludables, gimnasios…. solo parecen banales justificaciones por recuperar a ratos, la respiración de un planeta que hace tiempo hemos perdido. Finalmente, la muerte, la muerte de muchos seres queridos; el miedo, el miedo a contraer el virus ha vuelto a ponernos delante del espejo de lo que somos pero sobre todo de lo que queremos ser.

Aún hoy, sin acabar esta crisis, sigo escuchando la vuelta a la economía globalizadora y consumista que ha destruido nuestra paz y ritmo natural. Sigo, observando, una clase política que se escuda en derechos y libertades vacías para justificar su propia incompetencia. ¿Habremos aprendido algo de esta terrible epidemia? ¿Nos daremos cuenta que al final lo importante es poder vivir de la forma más respetuosa con nuestro entorno? ¿O seguiremos jugando en esta realidad virtual, anestesiados con intereses económicos y políticos mientras unos minutos al día reciclamos o nos conectamos con una hora de meditación?

Ojalá el viento del Este sople y mientras siga soplando nos sigamos preguntando en qué hemos fallado y adónde queremos ir. Yo, por si acaso, si tengo claro que quiero seguir escuchándolo entre mis calles, alentando mentes y corazones. Y que esta vez…ya no callaré.