En ocasiones, el sueño de convertirse en un autónomoautónomo que consigue sus primeros trabajos se convierte en verdadera pesadilla cuando se trata de cobrar las facturas. Todo el mundo sabe que existe un límite legal para establecer el plazo en el que los clientes deben pagar a la empresa. En la práctica, esos plazos se alargan más de la cuenta en muchas ocasiones. Así, se estima que si en trabajos efectuados por una pyme o autónomo a las Administraciones públicas el plazo legal establecido es de 30 días, en la práctica se llegan a cobrar esos trabajos después de 90 días. Esas mismas estimaciones aseguran que en el sector privado la media de pago llega a los 85 días, mientras que el límite legal se sitúa en 60 días.

Frente a esta situación, tanto la pyme como el autónomo deben poner de su parte todo lo que sea posible para que esa situación no llegue a producirse y se dé la situación idílica de que se pueda cobrar cuanto antes. Eso supone seguir una serie de prácticas, como son las siguientes:

Las facturas

Las facturas deben de estar muy claras, sin olvidar ningún detalle. Es muy importante que facilitemos a nuestro cliente tantos datos como sea posible para que las interprete de la manera más correcta. Esto incluye eliminar todas los posibles términos imprecisos o ambigüedades, de modo que se eliminen los malentendidos, o para descartar las posibles manipulaciones a su favor por parte del cliente. Supone vigilar cuidadosamente los elementos básicos y que deben de aparecer de forma forzosa, para no cometer ningún error y facilitar al cliente una interpretación clara de esos documentos.

Conocer la organización de la empresa cliente

Es imprescindible conocer la organización de la empresa cliente. Esto enlaza con el punto anterior y nos da idea de lo importante que es conocer aspectos como quién es el interlocutor directo al que debemos dirigirnos, así como cuestiones como los días de pago de esa empresa, para acomodar nuestra facturación a los mismos.

Contar con la máxima información posible acerca del cliente

Hay que conocer los datos bancarios desde el primer momento, aunque también es recomendable contar con el máximo de información posible sobre el cliente. Eso parece obvio, pero a la hora de la verdad la ansiedad por comenzar un proyecto nos hace olvidar en muchas ocasiones este aspecto, que resulta prioritario para cualquier emprendedor que se decide a afrontar la realización de cualquier encargo. Es básico saber, antes de ponerse a trabajar, de qué modo y cuándo va a pagar el cliente y los datos bancarios del mismo que puedan facilitar el proceso de pago. Una buena idea, dependiendo del tipo de actividad a que nos dediquemos, es contar con un datafono. Es una manera muy sutil de recoger los datos y su uso nos posibilitará cobrar de inmediato en muchas ocasiones, a la conclusión de un trabajo o a la entrega de un producto, mediante la tarjeta de crédito. Sin duda, la seguridad que nos proporciona compensa las comisiones bancarias que nos puedan cobrar por utilizarlos.

Los impagos

Conocer los posibles recursos legales a nuestro alcance para hacer frente a los indeseados impagos. Estos recursos se dirigen básicamente a conseguir que una tercera persona se haga responsable del riesgo de impago, mediante mecanismos como la caución, los avales, el confirming o los seguros de crédito, de forma que nos aseguremos una forma de cobrar.

La importancia de contar con una buena asesoría

Una buena manera de asegurarse de que se cometen los menores errores posibles es contar con una asesoría. Estos gestores estarán al tanto de nuestros derechos y obligaciones y velarán el cumplimiento de los plazos y otras circunstancias de carácter legal. La asesoría puede incluso llegar a ocuparse de notificar a los clientes sus demoras en los pagos.