La variante ómicron no fue la primera ni en algunos aspectos está siendo la peor.

Desde que el SARS-CoV-2 dio el salto a la especie humana, cada cierto tiempo han ido apareciendo nuevas variantes a partir de la cepa original de Wuhan.

Una variante tiene una o más mutaciones que la diferencian de las otras. Y muchas de las variantes que aparecieron en los primeros meses de la pandemia no eran más peligrosas que las anteriores.

Por eso la Organización Mundial de la Salud las clasificó como «variantes bajo monitoreo» y no pasaron de ahí.

Algunas de ellas, por ejemplo Alpha (B.1.1.7 y Q), Beta (B.1.35), Gamma (P.1), Epsilon (B. 1.43), Eta (B.1.52), Iota (B.1.53), Kappa (B.1.617.1), (1.617.3) o Zeta (P.2) alcanzaron cierta notoriedad.

Pero aunque los científicos las siguieron con gran interés, no tuvieron grandes consecuencias en las tasas de infectados, hospitalizados y muertos.

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Variantes de interés

Más tarde aparecieron otras variantes que resultaron ser más infectivas que las anteriores y contribuyeron a que el SARS-CoV-2 fuese más contagioso. Se clasificaron como «variantes de interés».

– Algunas de ellas como Lambda (B. 1. 427 y B. 1. 429) o Mu (B.1.621, B.1.621.1), empeoraron en determinados lugares las cifras de infectados, hospitalizados y muertos.

Variantes de preocupación

Recientemente aparecieron variantes todavía más peligrosas, clasificadas como «variantes de preocupación» entre las que destacan las célebres variantes Delta (con 2 linajes diferentes, B.1.617.2 y AY) y la variante ómicron (también con dos linajes, B.1.1.529 y BA).

Estas variantes resultaron ser mucho más infectivas que las anteriores y dispararon los contagios a cifras nunca vistas.

Es más, fueron tan eficaces para el virus que consiguieron anular en buena medida las ventajas que habíamos conseguido en la lucha contra la COVID-19 gracias a la vacunación, la mejora en los tratamientos y las medidas de prevención.

Si no hubiese sido por la aparición de estas nuevas “variantes de preocupación” sin duda ya habríamos ganado la guerra al SARS-CoV-2.

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El SARS-CoV-2 no deja de evolucionar

En todo caso parece detectarse una tendencia que resulta inquietante.

Si como ha ocurrido hasta la fecha cada vez aparecen variantes que tienen una mayor tasa de infectividad…

La continua aparición de nuevas variantes demuestra que el SARS-CoV-2 evoluciona permanentemente a medida que se producen mutaciones que ocurren al azar a una determinada tasa durante la replicación de su genoma.

Y como el número de virus que se están replicando en estos momentos es tan grande, debido al alto número de contagios, la aparición de nuevas mutaciones es un suceso seguro.

Sin embargo, la inmensa mayoría de las nuevas mutaciones que aparecen se pierden al poco tiempo sin que ni siquiera lleguemos a detectarlas.

Solo una pocas consiguen aumentar su número en la población alcanzando un nivel suficientemente elevado como para que podamos encontrarlas y monitorizarlas.

Y son escasísimas las que consiguen volverse mayoritarias en la población.

¿Por qué unas variantes se vuelven peligrosas?

¿Qué es lo que hace que unas variantes consigan llegar a ser muy abundantes mientras que otras se pierden en la extinción?

De nuevo el azar es el factor más importante.

La suerte no solo influye en la aparición de las mutaciones sino que también condiciona su destino final.

Un ejemplo permite entenderlo fácilmente.

– Imaginemos que yo me contagio de SARS-CoV-2 y que en uno de los coronavirus que se replican dentro de mis células ocurre por azar una mutación.

– Podría suceder que yo fuera extremadamente cuidadoso y estuviese aislado rigurosamente durante la enfermedad sin contagiar a nadie. Esa nueva mutación se perderá.

– Supongamos ahora el caso contrario. Soy un insensato y pese a estar contagiado no guardo ninguna precaución y termino contagiando a un número muy elevado de personas.

– Supongamos además que todas esas personas a las que yo contagio son también insensatas y transmiten la enfermedad a otros muchos.

– En este caso esa misma mutación tendría una probabilidad mucho mayor de llegar a ser abundante en la población.

Así el azar influye doblemente, tanto en la aparición de nuevas mutaciones como en su destino, lo que dificulta enormemente saber qué es lo que va a pasar en un futuro próximo con nuevas variantes.

¿Qué es el «fitness» o eficacia biológica de una mutación?

Además del azar existe una característica biológica de las nuevas variantes del virus, conocida como su eficacia biológica (o fitness), que también influye en gran medida en el destino final de estas nuevas variantes.

La mayoría de las mutaciones hacen que el virus mutante funcione peor que el original. Es fácil de entender.

– Imaginemos que cambio al azar piezas de repuesto en un coche.

– Por ejemplo, sustituyo el radiador de un gran Mercedes por el radiador de un pequeño Fiat.

– El diminuto radiador no disipará todo el calor del gran motor y el Mercedes se recalentará.

– La mayoría de las veces que en un coche cambie piezas al azar, sin seguir criterio alguno, solo conseguiré que el coche funcione peor.

Igualmente, la gran mayoría de las mutaciones que ocurren al azar en el coronavirus harán que sea menos infectivo o que se replique más despacio.

En último término, el destino final de todas estas mutaciones es extinguirse más pronto que tarde.

Pero como hay tantos contagiados de Covid-19 en todo el mundo, existe una población enorme de coronavirus que se están replicando en este momento.

Aproximadamente en 1 de cada 100.000 de estos coronavirus se produce una mutación.

Como en estos momentos hay una cantidad tan grande de SARS-CoV-2 replicándose, el número de nuevas mutaciones que están apareciendo ahora mismo es ingente.

Y aunque la gran mayoría de las mutaciones harán que el virus funcione peor, en algunas rarísimas ocasiones harán que sea más eficaz.

Por ejemplo, que resulte más infectivo, que escape mejor a la inmunidad que nos dan las vacunas o que permita la reinfección de quienes ya pasaron la enfermedad.

¿La variante ómicron tiene más eficacia biológica que Delta?

Como acabamos de decir, lo importante en el destino de una nueva variante del coronavirus es su eficacia biológica.

– Esto es la capacidad que tiene dicha variante para dejar más descendientes que las variantes anteriores. Ahí está la clave de su destino.

Así la variante ómicron tiene más eficacia biológica que la variante Delta porque al ser más contagiosa y eludir mejor el efecto protector de las vacunas y de haber pasado la enfermedad, termina originando un número mucho mayor de nuevos virus.

Al final la mayoría de los virus que habrá en la población serán de la variante ómicron y no de la variante Delta.

Elaborados modelos de genética de poblaciones indican que si una nueva mutación incrementa la eficacia biológica del virus en un 50% (por ejemplo, lo vuelve un 50% más contagioso manteniendo iguales todas las demás características) entonces esa mutación llegará a ser mayoritaria en poco tiempo.

Es lo que ocurrió con la variante ómicron, cuya mayor infectividad (conseguida a través de mutaciones que ocurrieron al azar) le permitió volverse la más abundante del mundo.

Aquí está el peligro.

Las nuevas variantes que sean capaces de expandirse por el mundo serán mucho más infecciosas que las anteriores.

¿Hasta cuándo?

Lógicamente este proceso de incremento en la capacidad de contagio de las nuevas variantes no puede durar para siempre. Tiene un límite.

Llegará un punto en el que es biológicamente imposible que las nuevas mutaciones consigan que surja una cepa que pueda ser más infecciosa.

Ómicron debe de estar ya muy cerca de esa máxima eficacia biológica posible, pues de hecho se trata de una de las variantes víricas más contagiosas de la historia.

Pero seguramente el SARS-CoV-2 aún tiene capacidad para generar una nueva variante que desplace a ómicron.

Esta nueva variante podría aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar.

A fin de cuentas, se da un fenómeno llamado retroalimentación positiva.

¿La próxima variante será más dañina?

Cada nueva variante que se expande en la población es más contagiosa que la anterior, con lo que está incrementando significativamente el número de virus circulantes y, por tanto, las probabilidades de que aparezca otra nueva variante que llegue a ser aún más contagiosa.

Sin ninguna duda, si aparece una nueva variante después de ómicron todavía será más contagiosa.

Pero… ¿Será más dañina?

Nos gusta pensar que las nuevas variantes del SARS-CoV-2 son cada vez menos dañinas.

Y especialmente la variante ómicron parece haber evolucionado en este sentido.

Pero esto no tiene por qué ser así.

De hecho, para que una variante se expanda en la población desplazando a las variantes anteriores solo necesita dos cosas: tener suerte y ser más infectiva.

Desafortunadamente para nosotros una nueva variante puede ser mucho más infectiva y a la vez bastante más dañina.

Imaginemos que se origina una nueva variante que acumula una serie de mutaciones que la vuelven prácticamente asintomática durante varios días. En ese tiempo se desarrolla en las vías respiratorias altas y es extremadamente contagiosa.

Pero después de esta fase inicial, en la que consigue una altísima tasa de contagios, coloniza los pulmones y produce una enfermedad extremadamente grave.

Tal cepa se expandiría a gran velocidad entre la población, pero con el resultado de que al cabo de unos días podría originar una mortalidad catastrófica.

No es buena idea depender del azar, pero ojalá tengamos suerte

Nos gusta pensar que ómicron puede ser el principio del fin.

Pero de hecho la biología no nos permite asegurar si será el principio del fin de la Covid-19 o el principio de nuestro fin.

Lo más probable es que nos salga bien.

Pero dejar que sean las mutaciones que aparecen por azar quienes decidan nuestro destino no parece una buena idea.

Máxime cuando el SARS-CoV-2 ha demostrado tener una capacidad de adaptación formidable. Quizás la mayor que se haya visto jamás en ningún virus con el que se enfrentó la ciencia.

El SARS-CoV-2 fue capaz de dar el salto desde animales a humanos, implicando a murciélagos y pangolines.

También consiguió dar el salto desde humanos a un gran número de especies animales:

En las poblaciones de las distintas especies de animales que ya consiguió colonizar, el SARS-CoV-2 seguirá evolucionando rápido.

Nada le impide que desde una de estas especies vuelva a contagiar a humanos, presentando características muy diferentes a las de las actuales variantes que solo evolucionaron dentro de nuestra especie.

Al no haber luchado con todos los medios a nuestro alcance para extinguir al coronavirus mientras pudimos hacerlo, ahora dependemos del azar.

No queremos verlo ni que nos lo digan. Pero es la realidad científica.

Ojalá tengamos suerte.