Es de las primeras en llegar, entra como cualquier cliente, y desayuna a cuerpo de rey. En una cafetería de Pontevedra están tan acostumbrados a ella que ya le han puesto nombre: Pichón. A los clientes, la visita diaria de la paloma, lejos de incomodarles, les provoca curiosidad. Además por mucho que quieran echarla, ella siempre acaba volviendo.