"Son unos asesinos". Las lágrimas de Concepción López, la abuela materna del militar fallecido en Afganistán, caen de angustia por su cara. Está destrozada y llena de rabia contra esa guerra tan lejana que se ha llevado por delante a Cristo. Viene agarrada de su esposo, Juan Santana, que sufre problemas de corazón y apenas puede coger aliento en su lento caminar. "Estamos pasando el peor momento de nuestra vida. Le obligaron a irse. Le dijeron que iba en una misión humanitaria y se lo llevaron a una guerra", dice ella, agarrada de personal del centro de salud, que le acompaña poco después recibir atención médica.

Poco antes de llegar a su domicilio en la calle de Teobaldo Power, en el barrio de Las Chumberas, en Las Palmas de Gran Canaria, Juan se gira, mira hacia atrás y coge resuello para recordar que aquel coche negro monovulumen que está allí aparcado pertenece a Cristo.

En su interior, una sillita de bebé. Es la de su único hijo. El pequeño va a cumplir su primer año de vida este mismo domingo, el 11 de octubre. Se encuentra con su madre en Venezuela, donde fue a pasar un tiempo mientras su compañero seguía en el destino.

Dentro de la casa situada en una barrida trabajadora permanece la madre del joven de 24 años. Ella fue la que recibió la noticia más triste de su vida. Eran las 11 de la mañana y sonó su móvil, casi en el rellano de su casa. Era el jefe de Cristo, con la llamada que nunca quiso recibir. "Está destrozada", nos dice un amigo íntimo, mientras en el interior se escuchan llantos y lamentos. Pero no está sola, porque a lo largo de todo el día de ayer sus abuelos maternos, el hermano Ramsés y su madre han recibido la visita de numerosos familiares, vecinos y amigos. Algunos de ellos tuvieron que acompañar a la abuela por la tarde, porque volvió a sufrir una recaída. Ni siquiera la llamada de la ministra Carme Chacón a la madre pudo consolar a la familia.

"Eran unas personas muy queridas". Esta es la frase más repetida por todo el barrio, donde queda para siempre la sonrisa en su rostro, que le acompañaba desde su más tierna infancia. Sus íntimos recuerdan que eran un gran deportista, que practicaba fútbol desde muy pequeño, y que hizo sus pinitos en el boxeo y la lucha canaria, pero que su paso por la mili fue vocacional, como lo recuerda el jefe de Regimiento Canarias 50, el coronel Romero, que visitó el hogar ayer hasta dos veces.