El Parlamento tiene sus días (como el reloj del gomero), y ayer fue uno de esos en que pudo arder la pólvora pero luego no pasó nada. Quizá tenga que ver la paz con la ausencia de los dos mandamases del Gobierno. Cuando no están, sus pupilos no se obligan a hacer méritos ante ellos, y es un descanso seguir sesiones tan consensuales que hasta se vota por unanimidad donde no hay acuerdo.

Incluso los conatos de rebeldía contra Antonio Castro, como el protagonizado por la consejera de Sanidad, doña María de las Mercedes Roldós, quedaron ayer en nada. Se había enfadado la señora consejera con el presidente por una cuestión de interpretación reglamentaria (como casi siempre) y tuvo la osadía de pedirle a Castro que le tuviera "el respeto debido" a un miembro del Gobierno. El mundo al revés. Pero lo más mejor de la sesión no fue ese turbio encontronazo, ni el moroso debate de la Ley de Comercio, sino la muy madrugadora toma en consideración de la proposición de Ley de los palomeros, que en Coalición Canaria se ha sacado de la manga para poder considerar la colombofilia un deporte autóctono, y tupir a los colombófilos de subvenciones clientelares, como ya se hace con todo practicante de lo vernáculo. En esta ocasión, la proposición de Ley tiene más enjundia, porque surge de una pelea entre la federación colombófila canaria y la Real Federación Española, bronca que han decidido resolver los colombófilos locales poniendo su propia pica en el Flandes del presupuesto.

No estando ya en activo el palomero mayor de la política canaria, Lorenzo Olarte, se ocupó de defender la consideración de la proposición palomística la grancanaria María del Mar Julios, que de tanto que se empolló el asunto pudo ayer pasar mismamente por un Olarte con (más) rizos. Explicó circunspecta, pacífica y muy blanca paloma la diputada, que se trata de regular un deporte autóctono que cuenta sólo en Canarias con más practicantes que en todo el resto de España. No aclaró demasiado si quien practica el deporte es el palomero o la paloma, pero sí describió a la pájara como "una atleta muy particular", y añadió -como recoge la proposición de Ley- que la paloma mensajera canaria "es una raza especial" porque está "creada con cruces de paloma", sin dejar claro si el resto de las mensajeras del universo mundo son fruto de cruces de mula y orangután o de pulpo y animal de compañía. La cosa es que esta reivindicación de la canariedad racial de la paloma no le gustó mucho a los socialistas (como se verá más adelante). Doña Marimar hizo también su poquito de divulgación: explicó que la paloma local es muy fuerte, porque tiene que volar sobre el mar, dónde es sabido que no hay ramas de árboles dónde posarse, ni campanarios ni balcones ni ventanas ni chaquetas de franela que poder pringar de guano, y recordó que las palomas llegaron a España en 1879, y sólo cinco años después a Canarias, procedentes de Bélgica.

Más lejos aún en la reivindicación histórica, el diputado popular Carlos Ester se nos puso primero romántico, hablando del auge de la paloma mensajera en el antiguo Egipcio, y luego 'ancient regime', desvelando que desde los faraones hasta la revolución francesa, sólo las monarquías y sus cortes tenían el privilegio de mandarse unos a otros y viceversa recados aéreos. Y andaba Teobaldo Power evocando el vuelo de mensajes amorosos entre validos y cortesanas, cuando vino a fastidiar la fiesta el muy desconfiado de Domingo Fuentes Curbelo, socialista y además majorero, que es juntar dos resabios.

Reveló ácidamente don Domingo que todo el asunto de la Ley es un montaje, pues ni es canaria la paloma, sino universal, ni autóctono el deporte, pues su origen no es local, ni razonable la Ley, porque al contradecir normas y regulaciones de la Real Federación Española, impedirá a los colombófilos isleños participar en competiciones y concursos de fuera. Las invectivas de don Domingo parecían molestar mucho a la ruidosa tropa de invitados palomeros, que habían seguido las intervenciones previas aplaudiendo en silencioso lenguaje corporal, pero gesticulaban mucho ante la intervención del socialista. Luego aclararon su revoltura: "¿Pero este hombre de dónde ha salido?", le decían a los diputados del Gobierno. "De esto no sabe nada, pero nada". Veían quizá en peligro el maná de ayudas y subvenciones al esforzado "deporte autóctono" de sus atletas de la anilla, cuyos gastos Mari Mar Julios elevó a los 750.000 euros, ahí es nada para repartir entre 2.500 dueños de medio millón de mensajeras.

El diputado Fuentes, que no debe saber como funciona el 'bisnes' a pesar de ser majorero y tener -también por eso- sus tablas, siguió explicando que lo de las palomas refleja la deriva independentista de Coalición. Y es que entre buchones con denominación de origen, el dulce dominio de '.ic' en Internet, y las siete estrellas verdes en las sedes y despachos, anda el Grupo Socialista convencido de que el paulinato esconde su plan para forzar la soberanía en tres patadas y sin necesidad de referéndum, como mandan los clásicos (perdón, quise decir los viejos). Es el 'plan Palometxe' por la independencia: y sus señorías del PP que no se enteran de tamaña porfía.