El empresario José Miguel Suárez Gil tenía licencia de armas y era un amante de las mismas pero sólo tenía permiso para la mitad del arsenal que guardaba en su domicilio, un total de 21. Los agentes que efectuaron el registro en su vivienda, después de que la esposa y presunta víctima, Josefina Navarrete, les alertara de la posible presencia de otras armas aparte de la que portaba en el momento del incidente, quedaron perplejos al descubrir que tenía no sólo armas cortas y largas sino también abundante munición de todos los calibres.

Incluso, los funcionarios policiales se sorprendieron al observar que disponía de dos silenciadores, dispositivos totalmente prohibidos a cualquier ciudadano con licencia de armas y cuyo uso solo es permitido a unidades de élite de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y a las fuerzas especiales de los Ejércitos.

El uso de los silenciadores de armas se ha extendido en los últimos tiempos en eventos deportivos de caza con el fin de evitar la polución del entorno por ruido y se ha convertido en obligatorio en algunos países, a excepción de España.

El pequeño arsenal de Suárez Gil estaba compuesto por seis armas cortas, cuatro escopetas de caza y once fusiles de diversos calibres. Esta cifra duplica a las doce armas, cortas y largas, que constaban como legales en el servicio de Intervención de Armas de la Guardia Civil, organismo que se encarga de controlar la tenencia de estos artilugios, tanto aquellas utilizadas por los particulares que practican el deporte de la cacería o el tiro deportivo; incluso, la Benemérita debe tener constancia de aquellas armas de marcado carácter histórico que están en manos de particulares.

Según diversas fuentes, Suárez Gil tenía permiso para disponer de un total de 12 armas de fuego, entre cortas y largas, entre las que encontramos una pistola Astra, dos pistolas Walther, una pistola Smith&Wesson, un rifle Remington, dos carabinas Anschutz, una escopeta Beretta y otras cuatro escopetas de diferentes marcas que no se han podido precisar.