El calor era a esa hora sofocante y el senador y presidente del cabildo de La Gomera se refrescaba la garganta tras pasar él mismo largas horas en la misma dependencia policial. Aparentaba serenidad, pero sin duda rebobinaba toda su peripecia nocturna preguntándose cómo había podido llegar hasta ese punto absurdo que podría significar el fin de su singular carrera política. El, con mando en plaza en el socialismo canario y único que ha logrado una victoria destacada para el partido en todo el Archipiélago en las pasadas elecciones del 22-M, convertido en unas pocas horas en un personaje casi patético por la estupidez de su turbia noche madrileña.

Cuando su hijo, Casimiro Aday, de 26 años, abandonó esa mañana del jueves 14 de julio las dependencias policiales donde ambas tuvieron que declarar tras ser detenidos más de diez horas antes, Curbelo pagó el refresco y fue a su encuentro. En compañía de su abogado, que había asistido a ambos, se alejaron de la zona comentando las incidencias sin aparentar especial preocupación. Ningún reproche para sí mismos, todos para los policías que los habían detenido y acusado luego de agresión a dos agentes en la zona de bares nocturnos de Azca, donde remataron una noche de juerga con una trifulca en un local de alterne disfrazado de sauna.

"Una tontería, una cosa sin importancia que le puede pasar a cualquiera", insistía el senador socialista quizá tratando de convencerse a sí mismo de que aquello no pasaría a mayores. Pero en los tiempos que corren, para la vida de los ciudadanos de a pie y para la imagen pública de los políticos, provocar altercados en el interior de algo muy parecido a un puticlub y después liarse a porrazos con la policía, no es una cuestión menor. Y desde luego algo incomprensible para alguien tan experimentado como el veterano dirigente gomero.

Cuando los Curbelo, padre e hijo, iniciaron la noche cenando en una marisquería por la zona de Retiro, cerca de donde el senador comparte apartamento con otros compañeros de escaño, poco podían imaginar ambos el final que les esperaba. Junto a otro amigo del chico celebraban la licenciatura recién lograda por ambos jóvenes. El senador, además, despedía de esa forma el curso parlamentario al que había dado carpetazo horas antes en el último pleno del Senado. Pero la noche se alargó entre copa y copa hasta que los tres dieron con sus cuerpos con ganas de jota en el club Gola, en los bajos de Azca, una zona nocturna de bares degradada y lejos del glamour que ese barrio financiero vendió durante un tiempo.