Noruega no es Canarias ni Santa Cruz de Tenerife es Oslo, pero ayer lo parecía. Ninguno de los oradores que subieron al estrado a posicionarse a favor o en contra de la extracción del petróleo en aguas de Lanzarote y Fuerteventura se olvidó de cantar la alabanzas del país nórdico. Ni nieve, ni arenques ni salmón que valga: lo suyo es el petróleo.

La Cámara entera conoce ya, a fuerza de un examen de urgencia y como si fueran la lista de los reyes godos o la de los ríos ibéricos (que para el caso lo mismo da), que la madera, el turismo y el crudo son las fuentes de ingresos de tal nación. Todo un descubrimiento. Además de cuna de los vikingos (dato que se olvidaron de enumerar), desde ayer sus señorías saben que son algo más de 70 pozos que hay en sus costas; que no están a más de 3.000 metros de profundidad; que el petróleo está nacionalizado; que las autorizaciones se dan por concurso abierto y que hasta seis leyes garantizan que la extracción se lleva a cabo de manera segura.

"Canarias no es Noruega", aseguró ayer Paulino Rivero en medio de la clase magistral. Y, la verdad, no hace falta más que un vistacillo por encima para corroborarlo: ni un solo diputado o diputada de dos metros, rubio o rubia y de ojos azules lleva a engaño.

Por llamar la atención más que noruego hay uno que parece sueco y no porque no se entere de la película sino porque, como el tópico, se lo hace. Ignacio González, uno de los dos diputados centrista que el grupo nacionalista del Parlamento guarda en su seno, protagonizó el happening del día.

Sin posibilidad de protagonismo. Tras dos horas de debate en torno a los hidrocarburos, el presidente del CCN sorprendió a la concurrencia abandonando el pleno con un portazo (de haber estado Antonio Castro presidiendo la Mesa en vez del vicepresidente primero, Julio Cruz, le hubiera sacado la factura de la rehabilitación del palacete). Todo "un espectáculo circense", razonaba luego un socialista aún sin comprender la causa de tal arrebato.

González creyó que el portavoz de PSOE, Manuel Fajardo, se refirió a él cuando habló de "excelentísimos estúpidos" en su alegato contra las prospecciones; se sintió insultado y exigió amparo de la Presidencia. Cruz, que no salía de su asombro, rebuscaba en su memoria inmediata si aquella referencia era un insulto y si tras la calificación había seguido el nombre del centrista. Ni una cosa ni la otra. El resultado: el portazo referido y la cara de incredulidad de Fajardo que, minutos después, tras una paciente conversación con el líder del CCN, se vino a enterar de que ése era precisamente el título de un artículo de opinión que González había publicado semanas atrás a favor de las prospecciones.

El malentendido, o supuesto, se saldó con el socialista pidiendo disculpas a medias y González recomendando encarecidamente a la Cámara la lectura del susodicho. ¿La respuesta? Una carcajada generalizada.

Y es que, por lo que se blandieron unos y otros ayer, las hemerotecas las carga el diablo. Que se lo digan, si no, al vicepresidente, José Miguel Pérez.

El también secretario general del PSC-PSOE aguantó estoico que el 90 % de la intervención del popular Miguel Cabrera Pérez-Camacho fuera para recordarle declaraciones suyas de finales de 2011 en las que se mostraba a favor de aprovechar los hidrocarburos en Canarias "con los ojos cerrados".

El PP le echó ayer en cara que también "entrara con los ojos cerrados" en el Gobierno que comparte con los nacionalistas y que "con los ojos cerrados obedezca hasta la humillación a CC". "Son ustedes", sentenció el popular en referencia al Gobierno, "caballeros de la real orden de los ojos cerrados".

"Chistes", dijo Rivero, sin gracia ante el "serio" debate que se pretendía.