Los de Múnich, a la horca!". La exaltada frase sonó atronadora en la multitudinaria concentración franquista convocada en la Plaza de Oriente de Madrid en 1962. Fue poco después de que, por sorpresa, diversas personalidades españolas de centro-derecha, muchas de ellas monárquicas, se reunieran en Berlín con exiliados liberales españoles, nacionalistas catalanes y vascos y dirigentes socialistas para reclamar, en el marco del IV Congreso del Movimiento Europeo, libertades democráticas y sindicales en España como paso indispensable para el ingreso en la Comunidad Económica Europea, que el Régimen franquista había solicitado a comienzos de ese año. Aquello desató las iras del régimen franquista y la prensa oficial organizó una campaña tan desaforada que adquirió un gran eco internacional y la repulsa unánime de las democracias europeas. Se puede ver en Youtube en un reportaje televisivo.

Días después de que los protagonistas de la reunión de Múnich que regresaban a España fueran detenidos en el Aeropuerto de Barajas y algunos de ellos desterrados casi de inmediato a Fuerteventura (Joaquín Satrústegui, Jaime Millares, Fernando Álvarez de Miranda y Jesús Barros de Lis) y El Hierro (Íñigo Cavero y José Luis Ruiz-Navarro), se ve que Franco sonríe en el balcón al oír lo de la horca. Y se anima: "Yo quisiera que en el extranjero, en donde tanto nos calumnian, pudieran contemplar este espectáculo aleccionador para decirles: "He aquí mis poderes". Y una masa enfervorecida, brazo en alto -haciendo el saludo fascista-, grita: "¡Franco, Franco, Franco...!".

Tomar posiciones

En realidad, la reunión de Múnich fue sorprendente. De entrada, el variado centro-derecha español opuesto al franquismo ni estaba organizado ni practicaba una oposición fehaciente, ni los que estaban exiliados ni los muchos que vivían en España. Era un antifranquismo de salón, de gente que en la práctica era connivente con el régimen y que todo lo más discutía en privado de la España que vendría después de Franco, a la que ellos querían monárquica, democrática y europea.

La Guerra Fría había salvado a Franco. Estados Unidos lo apoyó como bastión anticomunista y desde 1953 llenó el país de bases militares norteamericanas. Fue en 1959 cuando el presidente Eisenhower lo visitó en Madrid, escenificando una relación que mantuvo al franquismo hasta el final. El panorama era desolador para los antifranquistas a comienzos de la década de los 60. El régimen, incluso, confiado por el apoyo de EEUU, decretó el fin del modelo autárquico y se abrió a la inversión extranjera en un momento en que la ola del turismo de masas comenzaba. Vendrían de a poco los años del desarrollismo con una España -hasta 1975 país en vías de desarrollo- que hasta la crisis del petróleo de 1973 iba a crecer al 7 por ciento.

Sin embargo, en febrero 1962 una serie de huelgas estallaron en la siderúrgica Basconia de Bilbao, en la Bazán de Cádiz, en Materiales y Construcciones de Valencia y en Carbones de Berga en Barcelona. En abril las huelgas se extendieron a la minería asturiana hasta junio, y de ahí a otros muchos puntos de España. Era el mayor movimiento huelguístico desde el final de la Guerra Civil. Fue allí donde nacieron las famosas Comisiones Obreras. Lo lideraban comunistas y católicos de izquierdas, iniciando nuevas vías de oposición centradas en la penetración en los aparatos sindicales franquistas, de las que los socialistas se apartaron en un comienzo. Las huelgas tuvieron su correlato en universidades, dando lugar a diversos movimientos estudiantiles de protesta.

El centro-derecha contrario al franquismo comenzó a intuir que debía tomar posiciones, aprovechando el inesperado escenario de protesta social, si no quería ser testimonial en el futuro. A su vez, temía que el monopolio del antifranquismo por parte de la izquierda llevara al país a un callejón sin salida si las cosas iban a más. E identificó no sin audacia el modo: España había solicitado su ingreso en la CEE a comienzos de año. Y nadie sabía si tal solicitud tal vez anunciara cierta voluntad aperturista. Fue entonces cuando 80 significados españoles tomaron el avión o el tren con destino a Múnich, al igual que otros 38 más del exilio, para participar en el IV congreso del Movimiento Europeo.

Nada menos que Salvador de Madariaga ofició de maestro de ceremonias: "Hoy ha acabado la Guerra Civil", dijo. Era la primera vez que se reunía gente que había estado en los dos bandos. Rodolfo Llopis, líder del PSOE en el exilio, envió un recado a don Juan de Borbón, entonces heredero de la Corona en el exilio, a través de Joaquín Satrústegui en el que le decía que si apoyaba la democracia, los socialistas aceptarían la monarquía. Allí elaboraron la famosa declaración en relación con el ingreso en España en la CEE. Y se armó. De vuelta, debieron elegir entre exilio o destierro en Canarias. Franco cerró filas, desató una feroz represión (ejecutó al mítico dirigente comunista Julian Grimau) y EEUU lo permitió. En 1970 se firmó el primer acuerdo preferencial entre España y la CEE.