Aún llora su ausencia. Rita Vega extraña a su marido, Tomás Cristo Carballo, el patrón del Mencey de Abona. "Él decía que la mar le llamaba. Su vida era la mar y ahí se quedó. El mar me arrebató el pilar de mi casa", solloza en su vivienda en el Valle de Jinámar, el mismo hogar que su esposo no llegó a estrenar. Justo el día que visitaron el piso él emprendió un viaje del que no regresó.

"Sólo llegó a pisar la casa, regresó al taxi y se marchó al muelle", rememora. Carballo, marinero desde los 14 años hasta que falleció a los 34, había invertido todos sus ahorros en comprar y reparar el barco. Lo que en principio era una travesía más quedó truncado. Sólo iban a faenar unos veinte días para, posteriormente, disfrutar de las navidades con sus familias. Su marido siempre le telefoneaba uno o dos días después de salir a pescar, pero pasaron cinco días y ella empezó a sospechar que algo iba mal. Se desplazó hasta la Comandancia de Marina, en la Playa de Las Canteras y lo denunció, pero le dijeron que esperara unos días más. Semanas después insistió y no obtuvo respuesta. El dispositivo de búsqueda no halló ningún rastro del buque. Sólo apareció por casualidad el cadáver de un tripulante entre las redes de otro pesquero.

Ella, con 36 años, viuda y con cuatro hijos a su cargo -de catorce, seis y diez años y una bebé de diez meses-, se quedó "sin nada, sólo 200 pesetas" en el bolsillo. Gracias a su familia y vecinos pudo sacar adelante a sus hijos. Tardó dos años en trasladarse desde La Isleta, en la capital grancanaria, hasta esa casa en Jinámar a la que imputa su desdicha y que desde que entró quiere abandonar. Le quedó una pensión ínfima al perecer su marido, por lo que tuvo que trabajar limpiando en un instituto.

Durante diez años esperó una llamada de teléfono o una carta con noticias de su esposo, pero nunca las recibió. Evoca que en los años 70 y 80, en medio del conflicto en aguas saharauis, las familias de los pescadores desaparecidos se veían obligadas a guardar silencio y sus denuncias de atentados eran negadas por las autoridades políticas, pero ahora, por fin, han sido reconocidos como víctimas del terrorismo, lo que le da algo de paz.