"Europa debe dejar de ser escenario para ser actor". Javier Solana decía esto, el 21 de diciembre de 1998, durante una cena en el Hotel Santa Catalina, después de dar una conferencia como Secretario General de la OTAN, cuando ya era firme candidato para mister PESC en la Unión Europea. Uno de los españoles más mundiales y con mayor influencia internacional sintetizaba su idea-fuerza para el nuevo cargo, Alto Responsable del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común, del que tomaría posesión el 18 de octubre de 1999 y en el que estaría durante una década de avances, hasta noviembre de 2009.

Dejar de ser escenario para ser actor. Una declaración de principios que llevó a la práctica durante su liderazgo como Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad (y por consiguiente como Comandante en Jefe de la EUFOR en el mismo periodo) , y que luego, con los años y la jubilación de la hornada de grandes estadistas, se quebró. Y esa quiebra coincidió con la gran crisis financiera, en la que la política endogámica sustituyó a la expansiva, y las dudas a la certeza, y el 'merkaliato' hizo añicos aquella imagen, aquella idea en la que Europa pasaba de ser un cometa fugaz a la Estrella Polar que marcara la navegación global.

"O los recursos fluyen del norte al sur, o las personas fluyen del sur al norte". Otra definición exacta, muy expresiva, del fenómeno de la avalancha masiva de pateras y cayucos que querían alcanzar el norte a través de la puerta canaria. Los comensales asentían. Eran palabras sencillas, una imagen elemental, pero que conseguía explicar un problema complejo. Resumen del compromiso europeo.

En realidad, vistas las cosas con perspectiva, podría decirse que Javier Solana Madariaga estaba predestinado para ser uno de los puntales de la nueva Europa, por su apellido materno: Salvador de Madariaga, uno de los padres de la comunidad europea, fue tío abuelo suyo. Siempre fue un convencido europeísta, como su hermano Luis, aunque no un 'atlantista'. Esto fue posterior, una vocación tardía, y seguramente una primera derivada del europeísmo: toda Europa estaba de alguna forma, o en diversa medida, en la OTAN.

Limando asperezas

Los socialistas han solido tener, sobre todo en el franquismo y después como consecuencia de él, un tic antimilitarista que, por extensión, se desbocó con los símbolos nacionales, el himno, la bandera, y con la política de defensa. Solo los dirigentes muy metidos en 'la cosa' europea se inmunizaron contra este virus de la adolescencia política. El roce con estadistas de la talla del alemán Helmut Schmidt, o del italiano Sandro Pertini, o del propio Mitterrand, con toda la grandeur y la singularidad francesa heredadas de De Gaulle? fue limando las asperezas. Por su parte la OTAN, en aquellos días decisivos, fue acentuando su condición de "la más formidable maquinaria de paz de todos los tiempos", en frase de su secretario general Manfred Woerner. Las trampas soviéticas para renovar la obsoleta flota de misiles SS-19 por los SS-20, de mayor alcance y carga, desató la contraofensiva aliada. O se vuelve al statu quo, y se recupera el equilibrio estratégico, o se sustituyen los misiles occidentales por la generación de los más destructivos Crucero y Pershing.

Fue un final caliente para la guerra fría. La URSS no pudo aguantar la presión. Y sus contradicciones internas hicieron implosionar al gigante soviético, cuyas vergüenzas, y su gran fragilidad, quedaron expuestas como la momia de Tutankamon apolillada por los años, y sin que pudiera comprobarse ninguna maldición de ultratumba.

Este escenario tuvo puntas de coincidencia con la victoria socialista de 1982. Aquel PSOE aún no se había desprendido de las consecuencias de la clandestinidad y de su soledad en una España donde la guerra civil no había terminado en la práctica. Hasta la Constitución de 1978 había sobrevivido el espíritu del 39. Del 1º de abril, exactamente. A aquellos "jóvenes nacionalistas españoles" de que hablaba la prensa norteamericana, el rotundo éxito electoral los sacudió con sucesivos bofetones de realismo. Felipe González amagó con irse al ver rechazo su primer intento de renunciar 'oficialmente' al marxismo doctrinario en el XXVIII Congreso.

Javier Solana (Madrid, 14 de julio de 1942), profesor de física del estado sólido (un nombre muy apropiado para lo que vino después), fue nombrado ministro de Cultura (1982-1988); y a él, entre otras cosas, se debe la liquidación de la Prensa del Movimiento, llamada en la Transición Prensa del Estado. Con pujas o con fórmulas cooperativas, el ariete informativo del viejo régimen fue descuartizado, despiezado, y entregado, en su gran parte, a empresas privadas de comunicación. Una manera efectiva de democratizar la información. Y probablemente, como aseguraban algunos socialistas, una acción que solo ellos podían hacer. "La derecha los hubiera mantenido hasta tener asegurada la cesión a los suyos, como ha hecho Aznar con sus grandes privatizaciones", comentaba en una reunión de 'guerristas' un ministro de aquellos días. El pluralismo llegó a las provincias. Allí donde había un diario del Movimiento pasó a haber un 'producto' democrático. La prensa regional española experimentó un crecimiento de editoras independientes que el acercó al modelo europeo.

Diplomático y competente

Fue un ministro eficaz, en los ministerios que ocupó; seguramente ha sido el más polivalente. Ministro Portavoz entre 1985 y 1988; Ministro de Educación y Ciencia entre 1988 y 1992; y por fin, el trampolín definitivo a Europa: ministro de Asuntos Exteriores de 1992 a 1995. En todas sus funciones desplegó el 'embrujo Solana', que no era otra cosa sino una combinación de eficacia, cortesía y diplomacia. En el poder, perfeccionó sus mejores habilidades como negociador y buscador de consensos. La verdad es que a veces ha parecido un flautista de Hamelin. Cuando Felipe González ganó el referéndum del sí a la OTAN el 12 de marzo de 1986 -contra el oportunismo táctico de Fraga, que en contra de sus ideas y programa promovió la abstención, para hacer fracasar al líder socialista, y el no rotundo de la izquierda comunista- España adquirió un peso específico en el concierto internacional y, en concreto en la OTAN y en la Unión Europea. 9.054.509 síes respaldaron la campaña titánica de González. El no solo ganó en Cataluña, Navarra, País Vasco y la provincia de Las Palmas. En total, 6.872.421 noes.

Esto fue en marzo. El 22 de junio se celebran nuevas elecciones generales y el líder socialista renueva la mayoría absoluta, aunque pierde 18 escaños. Pero le respaldan casi nueve millones de ciudadanos: 8.901.718.

La Exposición Universal de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona en 1992, V Centenario del Descubrimiento, junto a un proceso de reconversión industrial y progreso económico y político colocaron a España en una buena posición para ocupar porciones de poder en las organizaciones internacionales. En el ciclo de corrupción de los años finales del felipismo Javier Solana fue uno de los políticos que mantuvo su imagen de hombre íntegro, a lo que se le sumaba su fama bien ganada de trabajador infatigable, europeo leal, negociador nato?

En 1995 España tuvo la oportunidad de ocupar la secretaría general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en un momento clave de la historia aliada. Derrotado el gran enemigo fundacional, la URSS, desaparecido el Pacto de Varsovia, desmembrada la Unión Soviética, con una vacilante federación Rusa, dirigida por un pintoresco Yeltsin, populista y borrachín, la OTAN tenía que actualizar y redefinir sus objetivos. Responder de nuevo a las clásicas grandes preguntas vitales: quiénes somos, de dónde venimos, a donde queremos ir? El mundo cambiaba rápidamente. Europa veía, con un terror que la inmovilizaba, el estallido en los Balcanes. ¿Habría terminado el periodo más fecundo del viejo y tantas veces atormentado continente? ¿Volvería el horror de la guerra? ¿Podría ser la antigua Yugoslavia, unida bajo la mano firme del mariscal Tito, un polvorín que hiciera estallar todas las ilusiones otra vez? ¿Cómo contener a los serbios, y en general como disuadir a los odios ancestrales entre serbios, croatas, bosnios...?, ¿cómo hacer que Rusia pasara de ser enemigo a ser amigo y colaborador, como convencer a sus dirigentes de que la OTAN era imprescindible incluso para la propia seguridad de los rusos ante los nuevos riesgos que nublaban el horizonte, el radicalismo islámico en sus fronteras, o en algunos de sus 'tanes', las mafias organizadas que podrían controlar estados fallidos en sus antiguas repúblicas del Cáucaso o Asia?

Antiatlantista y pacifista

La persona elegida para timonear este proceso fue un antiguo pacifista y antiatlantista: Javier Solana. La elección, sin embargo, es unánimemente juzgada como un gran acierto. "Fue un estadista providencial", me comentaba años después en Bruselas un alto funcionario francés.

En varias ocasiones grupos de periodistas españoles, junto con otras expediciones llegadas de los distintos miembros o de los países con cita previa para entrar en la organización, casi todos los de la Europa excomunista, éramos invitados a agotadoras jornadas de estudio, que incluían seminarios, visita a instalaciones clave, como la supersecreta base de los aviones espía Awacs en la base de Geilenkirchen, oeste de la RFA, cuyos vuelos, con sus enormes radares en el lomo del fuselaje, han sido frecuentes en el área de influencia de Canarias, y a reuniones informativas con los secretarios generales. Estuve en una con Manfred Woerner, en los momentos tensos del despliegue de los misiles Crucero, y en otra con Javier Solana.

En la prenavidad de 1998 Solana estuvo en Canarias. Dio una conferencia en el hotel Santa Catalina, seguida de una animada cena coloquio, con el compromiso de la confidencialidad, y mantuvo diversas reuniones con dirigentes socialistas isleños que alternó con jornadas de descanso en un hotel del Sur. Estuvimos hablando a solas, un par de horas, en un pequeño y acogedor salón del hotel, con la sola y silenciosa presencia del fotógrafo Andrés Cruz.

En la entradilla se trazaba un pequeño perfil del personaje. "El secretario general de la OTAN cuida mucho sus palabras en público; él vende y exporta Seguridad y cooperación. Huye, por consiguiente, de la confrontación y de las frases rotundas. Entre amigos, o en el off the record -en el que se encuentra muy cómodo y al que acude con frecuencia- expresa sin embargo con una gran nitidez y sinceridad sus opiniones acerca del momento y las circunstancias que le han tocado vivir, y que considera realmente históricas y apasionantes. (?) Trabaja a destajo en Bruselas, viaja constantemente a los lugares más alejados y conflictivos del mundo, pero continúa viviendo en Madrid, a donde se desplaza todos los fines de semana que puede..."

Hay cosas que cambian poco; que, en verdad, progresan inadecuadamente. Navidades de 1998, y una pregunta de máxima actualidad entonces, y ahora. Desaparecido el enemigo de los Urales -le dije- hay focos de tensión en Centroeuropa, pero parece que el mayor riesgo puede venir del norte de África. Ahí está el fenómeno integrista (el terrorismo de raíz islámica) Argelia tiene una situación descontrolada...

Javier Solana se puso serio. Y levantó la palma de su mano derecha, para acompañar unas palabras de atención. "Voy a ser muy cuidadoso", advirtió, "sobre estas materias". Salió pues el Solana diplomático, el Solana que "cuida mucho sus palabras en público", el Solana que tenía por objetivo hacer amigos, separando los conflictos de los estados.

"Creo que se cometen muchos errores incluso de semántica. Yo primero que nada quisiera decir que estamos trabajando en lo que pudiéramos llamar exportación de estabilidad. Exportación de estabilidad a países del centro y del este de Europa, pero a países también que eran antiguos miembros de la Unión Soviética, que son los países del centro de Asia, los países del Cáucaso. Me pregunta usted por el sur. Con los países de la otra ribera del Mediterráneo yo creo que la Unión Europea y la Alianza Atlántica tienen una responsabilidad, pero una responsabilidad de amistad y de cooperación positiva. Yo no creo que haya que ver allí adversarios. Hay que ver países amigos con los cuales uno quiere colaborar..." y se lanza a explicar todo lo que se estaba haciendo, el diálogo mediterráneo que se puso en marcha en 1994 a iniciativa española, recuerda la reunión de Barcelona, la primera Euromediterránea presida por él, y en la que se abrió un diálogo con diferentes vectores: político, cooperación económica, cultura y seguridad.

(Sesenta y un años antes, el 18 de agosto de 1933, Manuel Azaña presidía el Consejo de Ministros de la II República. El socialista Fernando de los Ríos, cuenta Azaña en sus memorias, "nos ha hablado de una gran fantasía que ha tenido (?) Pretende tomar la iniciativa de unas conversaciones diplomáticas para llegar a un pacto mediterráneo").

Por la noche, tras una concurrida cena, en el diálogo abierto que sostuvo con medio centenar de comensales, surgió el tema de la emigración; y fue cuando dijo una frase que luego repitió y que hizo fortuna por su sencillez y su expresividad casi plástica: "O los recursos fluyen del norte al sur, o las personas fluyen del sur al norte".

La primavera difusa

En 2003, cuando el rey de Marruecos impulsaba un calendario de reformas, Solana volvió a demostrar sus dotes de visualización del futuro: la mejor protección para nuestra seguridad es un mundo de Estados democráticos bien gobernados. El mejor medio para consolidar el orden internacional es difundir el buen gobierno, apoyar las reformas políticas y sociales, combatir la corrupción o el abuso de poder, instaurar la supremacía de la ley y proteger los derechos humanos". Cita literal de la Estrategia Europea que redactó y que fue suscrita por los gobiernos de los 27. Puede adivinarse la raíz de la primavera árabe. Aunque este texto que los 27 plantearon para su acción interior haya sufrido los más fuertes embates desde dentro: las reformas neoliberales que aprovechan la crisis chocan contra cada uno de estos principios. Europa está haciendo para sí lo contrario de lo que aconseja para los demás.

Aquel día, en la charla del saloncito del Hotel Santa Catalina, el secretario general de la OTAN y futuro mister PESC, rechazó categóricamente los temores a que un fortalecimiento del papel de la Alianza, ya más que atlántica, pudiera crear problemas al archipiélago con los países vecinos, como sostenían algunos partidos del nacionalismo y de la izquierda más o menos radical que oponían la voluntad de paz de Canarias. Fue claro. "Al final de este siglo XX todos tenemos la misma vocación, la vocación de paz. Hoy no tiene sentido considerar que un país sea neutral. ¿Neutral frente a qué? Afortunadamente no hay (ya) adversarios, no hay bloques. Intentamos transformar la época de la confrontación en la época de la colaboración. (...) Hoy, al contrario, no estar en ese esquema de seguridad colectiva es tratar de aislarse y no aportar lo que cada uno puede aportar a la construcción de la paz y a la construcción de la estabilidad". En otro momento recordaría -y este fue un éxito suyo- que la OTAN mantenía relaciones privilegiadas con Rusia y con Ucrania, "un país básico para la seguridad europea", y que había integrado a más de treinta países en la Asociación para la Paz.

Sin duda, su perfecto dominio del idioma inglés -estudió entre 1965 y 1970 en varias universidades de EE UU con una beca Fulbright- y su fluido francés, gracias al roce en Bruselas, fueron una herramienta fundamental para su estrategia de contactos personales con cientos de gobernantes y líderes mundiales. Estuvo en más de cien países, en algunos hasta una decena de veces. Europa, África, Oriente Medio, Asia, América, desde Canadá al extremo sur... Es fama que su agenda tiene los números privados de todos los mandatarios que ha ido conociendo. En Norteamérica estudió con el físico exiliado Nicolás Cabrera, en la Universidad de Virginia, uno de los hijos del canario Blas Cabrera, nacido en Arrecife en 1878, y reconocido mundialmente como uno de los científicos españoles más importantes de la historia.

Final con bombardeo

El luego secretario general de la OTAN, que mantuvo unas relaciones estrechas con la Casa Blanca, había participado en las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Fue un dirigente estudiantil muy activo: llegó a presidir la Asociación de Universitarios Extranjeros.

El 24 de marzo de 1999 aviones NATO (siglas en inglés) bombardearon objetivos de la ex Yugoslavia en la llamada guerra de Kosovo. Unos mil aviones, que despegaban principalmente desde bases italianas, y misiles Tomahawk lanzados desde el aire, o desde barcos y submarinos, machacaron a las tropas serbias que llevaban a cabo una despiadada limpieza étnica. El 10 de junio, con la rendición de Slobodan Milosevic terminaron las operaciones, que a su vez sirvieron de aviso a navegantes.

En la tranquilidad del acogedor saloncito del hotel Santa Catalina, aquel diciembre de 1998, tres meses exactos antes de estos acontecimientos bélicos, el hombre que iba a poner fin con todos los medios a su alcance a la crueldad desatada en los Balcanes hablaba de sus esfuerzos. "... Sí, es una Alianza nueva en el sentido de que tiene nuevas misiones", advertía. "Quizás los ejemplos más claros (?) son el hecho de que estemos intentando llevar la paz a Bosnia, algo impensable hace algunos años, y que estemos involucrados en la paz de Kosovo sería igualmente algo imposible. (?) La Alianza se abre, como se abre la UE, a los países del centro y del este de Europa para intentar realmente recomponer la Europa dividida".

Retirado de la primera línea política lleva en Barcelona la cátedra de Liderazgo y Gobernanza Democrática en Esade, sin perder de vista, "ni un segundo", como confiesa un colaborador, la actualidad europea, que con total seguridad le entristece. Su móvil suena como siempre, en las dos direcciones. El selectivo Premio Carlomagno de Aquisgrán, que reúne a la élite del europeísmo, le reconoce para la historia su condición de padre de la nueva Europa.