Desde su creación hace 20 años, Coalición Canaria es una formación acostumbrada a vivir al borde de la escisión permanente. Los nacionalistas tienen una larga lista de cadáveres políticos en el camino, la mayoría procedentes de las islas orientales. Fuera han ido quedando Dimas Martín, Honorio García Bravo, Juan Carlos Becerra, Ildefonso Chacón, Lorenzo Olarte, Román Rodríguez, José Carlos Mauricio y un largo etcétera de dirigentes que marcaron una época en CC desde sus inicios y que acabaron yéndose o siendo expulsados.

Tenerife siempre ha quedado fuera de estos vaivenes internos y su bloque monolítico ha permanecido inalterable, lo que le ha conferido el poder omnímodo dentro de la formación. Pero el conglomerado político, económico y financiero que ha funcionado bien engrasado en la isla en los trs últimos decenios ofrece síntomas de agotamiento y las grietas surgidas en 2012 se agrandan.

Los asuntos que generan discrepancias y enfrentamientos empiezan a acumularse en el debe de Rivero. La gestión del presidente causa cada vez más descontento en muchos alcaldes nacionalistas de Tenerife, en el Cabildo y en el Ayunatamiento capitalino. Pero también entre los popes empresariales que dominan la economía tinerfeña, los medios de comunicación más identificados con el insularismo tinerfeño y en buena parte de las fuerzas vivas de la isla.

El aún presidente del Cabildo tinerfeño, Ricardo Melchior, se va de la política activa pero mantiene su particular guerra con Rivero. Otros dirigentes, como el secretario general de CC en la isla, Fernando Clavijo, o el exconsejero y presidente del grupo parlamentario, José Miguel Ruano, no se esconden para criticar la labor del pacto CC-PSC.

Los presupuestos de 2013, la gestión de la sanidad pública, la reforma del sistema eléctrico, las prospecciones petrolíferas, la ley de renovación turística o las competencias de los cabildos son algunas de las polémicas que han saltado a los medios en los últimos meses, asuntos en los que el Gobierno de Rivero mantiene unas posiciones cuestionadas por destacados nacionalistas tinerfeños.

Pero más allá de la gestión propia del Gobierno que dirige, Rivero se enfrenta a sus correligionarios por cuestiones que entran de lleno en el funcionamiento del poder político, mediático y financiero tradicional hasta ahora en Tenerife. El concurso de las emisoras de radio o el reciente decreto sobre publicidad institucional ha recrudecido su ya largo enfrentamiento con el periódico El Día, medio respaldado por la vieja guardia de la antigua ATI.

La entrada en la Fundación creada por Álvaro Arvelo en CajaCanarias no ha hecho sino enervar a los dirigentes tinerfeños. El enfrentamiento entre Arvelo y Rivero viene de viejo, pero ahora se abren definitivamente las hostilidades porque hasta la fecha la entidad tinerfeña era intocable y, una vez integrada en La Caixa, su Obra Social se había convertido en el buque insignia, ya que cuenta con un patrimonio, presupuesto y programa de actividades que está a años luz de su homónima de la provincia de Las Palmas.

Tampoco ha gustado a Rivero y sus afines en Tenerife el hecho de que Ricardo Melchior haya nombrado ya su sucesor en el Cabildo de Tenerife. Los partidarios del presidente ven a Carlos Alonso como un tecnócrata con bajo perfil político, pero cualquier intento de que no sea el candidato en las elecciones de 2015 puede chocar con la actual mayoría de CC de Tenerife.

Fuentes nacionalistas advierten que el hostigamiento del sector crítico continuará "hasta que Rivero comprenda que no debe mantener su intención de repetir candidatura en las próximas elecciones". El debate interno en torno a las nominaciones electorales no se abrirá hasta bien entrado el próximo año, pero el objetivo principal de los críticos de Rivero es erosionar su figura política para que llegue debilitado a ese momento.

Rivero es un corredor de fondo nato y espera que sus contrincantes se agoten antes que él, porque es consciente de que hay pocos candidatos que puedan aspirar a hacerle suficiente sombra en el seno de CC.