La casucha del horror. La zona cero del pánico. A un kilómetro del pueblo de Jedey -en el municipio palmero de El Paso-, se encuentra el palmeral Hoya Las Palmas. Solo se puede acceder por una pista forestal. Arde la tierra. El olor a ceniza es la fragancia diabólica que marca el origen del desastre. "Ahí fue donde el alemán provocó el incendio. Vivía en dos casuchas [se instaló de okupa] siempre con su perro... Amaba la naturaleza, no fue su intención. Tenía sus huertos y se hacía los muebles de madera. Le gusta la carpintería.Preparó un fuego, para quemar basura y el papel higiénico. El viento y la pinocha que se había acumulado [había permanecido varios días fuera de la casa que estaba abandonada] provocaron el desastre. Todo fue muy rápido, una cuestión de segundos. El fuego no te deja pensar, es despiadado", dice Héctor Martín, agricultor y vecino de Jedey.

Miércoles 3 de agosto. 14.05. La imprudencia de Scott Verdini, conocido en Jedey como El Alemán, y que se encuentra en prisión, desató el caos. La Palma estuvo durante nueve días bajo la dictadura de las llamas. 5.100 hectáreas de superficie, especialmente de pinar, de los municipios de El Paso, Los Llanos, Fuencaliente y Villa de Mazo fueron arrasadas. En las labores de extinción falleció el agente forestal de Telde Francisco José Santana, de 54 años, y se precisó el desalojo de 3.000 vecinos, entre ellos los 600 de Jedey. Afectó al 6,8% de la superficie de La Palma y ya está catalogado como el cuarto incendio más devastador de este siglo.

El viento hizo de aliado infernal. De El Paso -ardieron 2.400 hectáreas-, el pavor viajó al suroeste, hasta Fuencaliente (1.630), Los Llanos de Aridane (30) y se trasladó al centro a Mazo (816). Unos 568 efectivos y trece medios aéreos aportaron la nota épica. Lucha incansable contra el fuego.

Con la 'tele' al hombro

Juan Antonio Hernández Martín, vecino de Jedey y que trabaja en el sector de la construcción, abandonó su hogar. "Cuando te dicen que tienes que irte, ya sabes que es grave. No puedes coger la televisión y ponerla al hombro. Me hice con lo primero que tenía a mano. ¿Cómo fue lo que vivimos? Un infierno. A mis 52 años, llevamos tres incendios... Nunca te acostumbras. Quieres ser positivo, pensar que se controlará pronto. Pero este último fue una pesadilla". Exculpa al Alemán, al que define como una persona "amante del medio ambiente, naturalista y que estaba con sus animales. No lo estará pasando bien en prisión, ahora irán a por él".

Nancy Brito regenta la cafetería Jedey. Se encuentra a dos kilómetros del epicentro maldito. Denuncia el abandono de los bomberos y guardas forestales, al marcharse todos los efectivos a Fuencaliente y El Paso -el jueves 11 por la noche, cuando el incendio contaba con tres frentes abiertos-. "Fue el peor instante, nos vimos solos ante el terror. No podían venir, estaban ocupados. En mitad de la noche, la imagen de las llamas te hiela el alma". El Bar Jedey se convierte en el punto de encuentro. Centro de debate para hacer recuento de daños.

"Yo no me fui de mi casa, resido junto a una cuadra de caballos y ahí me quedé. Hasta que pasó lo peor; así se combate el fuego. Con valentía", resalta este vecino.

Para la empresaria Brito, el joven alemán Scott Verdini Stum no cuenta con el perfil de pirómano. "No lo hizo a propósito, se trata de una fatalidad. Es vegetariano y su pasión es la montaña. Sabemos que está en la cárcel y le cuesta comer; está viviendo otra pesadilla".

Jedey, a pesar de los instantes de pánico, agradece el respaldo de las fuerzas del orden y el servicio de bomberos. En las calles de esta localidad palmera, se aprecian una decena de pancartas con el rótulo de "Gracias" para los héroes del aire. En la casa del alemán, el peregrinaje de los medios de comunicación es continuo. Cámaras y redactores de televisión a la zona cero.

Huerto, muñecos de trapo...

La casa de piedra de Scott Verdini fue arrasada por las llamas. Con el techo reducido a cenizas, su pequeño huerto resistió al paso infernal del gran dragón. A unos veinte metros de la puerta, se encuentra su diminuto basurero. Ahí despertó el diablo. Palmeras, matos y cactus ennegrecidos se retuercen como monstruos. Es la patria del silencio, a 33 kilómetros de Santa Cruz de La Palma. Bajo un calor abrasador, esta finca fue un arma criminal. Francisco José Santana dejó su vida para congelar al dragón. Y Scott se ahoga en su celda, ante el perdón de Jedey. Silencio, cenizas y la huella del terror. El fuego descansa, pero sigue la agonía.