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Entrevista a Julie Fernández

"El Gobierno belga es rehén de los separatistas flamencos y catalanes"

"Me indigna que Puigdemont pretenda pasar por un exiliado político", asegura la diputada belga de origen español

Julie Fernández Fernández. LP/DLP

¿Sigue manteniendo el vínculo con la política española de la época en la que formaba parte de la estructura del PSOE en el exterior?

Me alejé de la vida política española a medida que se ampliaba mi vertiente belga, lo que algún momento me obligó a elegir. Mis raíces son españolas pero mi país es Bélgica. Estoy muy atenta a lo que ocurre en España pero ya el compromiso es otro.

Pero usted es una observadora privilegiada del momento político español por hecho de que Bruselas se ha convertido en uno de sus epicentros.

Tengo un poco de conocimiento de la situación. La crisis política catalana empezó a interesar en Bélgica el primero de octubre pero no por el referéndum sino por las imágenes de violencia policial. Pero no había ningún conocimiento previo de esa situación, por lo que costó mucho explicar, incluso a mis compañeros de partido, que no estábamos en un debate de buenos contra malos. Había que exponer que se trataba de un proceso bilateral de falta de diálogo, de un Gobierno cerrado a negociar frente a unos separatistas que llevaron adelante una consulta que rompía con la legalidad constitucional. Esta falta de contacto entre dos partes políticamente enfrentadas es algo que cuesta entender en Bélgica, el reino del compromiso y el diálogo y de la acción democrática. Estuvimos más de 500 días sin Ejecutivo pero nunca dejamos de buscar una salida. Creo que esa es la diferencia entre Bélgica y España.

¿Qué cree que hace Puigdemont en estos momentos en Bélgica, a parte de huir de la justicia española?

Está buscando dar un protagonismo mediático al separatismo, aprovechando que la gente no entiende que él no es el bueno. Y algo que me indigna, como a toda la colonia española en Bélgica, es que se pretenda un exiliado. El exilio es algo muy distinto, consiste en tener que huir de tu país porque tu vida está en peligro por tus posiciones políticas. Aquí muchas personas, mis propios padres, podrían explicar lo que es ser una refugiado político y esa circunstancia nada tiene que ver con la de Puigdemont. Eso es inaceptable. Él está perseguido por la justicia española por haber cometido actos anticonstitucionales. Puigdemont se aprovecha de la imagen lamentable que dio el Gobierno español con la violencia policial y de que en el Ejecutivo belga hay separatistas del partido NVA.

Dado en precario equilibrio del Gobierno belga ¿hasta dónde puede llegar en sus pronunciamientos el primer ministro?

En mi primera intervención en el Parlamento, días después del referéndum, pedí un pronunciamiento claro del primer ministro reconociendo la unidad de España. En esa sesión estaban todos los parlamentarios de la NVA con chapas en favor de la libertad de Cataluña, lo que era un mensaje claro a Charles Michel, en cuyo Gobierno son mayoría. De hecho el primer ministro nunca reconoció de forma abierta que el porvenir de España es algo que deben decidir todos los españoles. Incluso la NVA sostiene que Michel defiende que los catalanes tienen derecho a decidir sobre su propio futuro. Eso a los socialistas genera un problema aquí, porque si se reconoce esa capacidad a los catalanes significa que mañana el porvenir de Bélgica puede ser una cuestión que resuelvan los flamencos.El Gobierno belga es rehén de los separatistas flamencos y catalanes. Lo que me temo es que esto va a seguir.

¿Puigdemont es entonces un factor de inestabilidad añadido a la ya de por sí compleja situación la política belga?

Absolutamente. Y lo seguirá siendo tanto por el proceso de extradición como porque ya lanzó su campaña para el 21 de diciembre en Brujas, con el apoyo de parlamentarios de la NVA. Es un factor de desestabilización porque en algún momento el primer ministro deberá tomar posición.

¿Qué visión se tiene de ese personaje que ahora hace campaña en Bélgica?

Hay una distancia porque, insisto, la única conexión general con el asunto catalán es esa visión de la actuación policial del 1 de octubre. Aquí la prensa apenas habla de la campaña de Puigdemont, pero me temo que eso irá cambiando a medida que se avive el debate electoral. Ese proceso coincide además con un período de tensión política como es la discusión y aprobación de los presupuestos. Hay una actividad política muy intensa en el que es probable que interfieran las elecciones en Cataluña.

¿La crisis de Cataluña genera algún efecto de contagio sobre el problema nacionalista en Bélgica?

Los nacionalistas flamencos utilizan la causa catalana como un símbolo. Todas las encuestas muestran que los nacionalista flamencos no quieren separarse. Nunca han pedido un referéndum, algo que podrían haber hecho. Pese a las discrepancias, aquí todo el mundo asume que Bruselas es la capital de Europa y que eso obliga a mantener la unidad del país. En Bélgica domina el diálogo. Reformamos la Constitución en varias ocasiones, la última vez en 2014 para un reparto de competencias entre regiones. Aquí cambiar el modelo territorial es algo de lo que se puede hablar. Eso responde a nuestra cultura profundamente democrática. A España, por su historia y que no se interprete como una crítica, le falta esa madurez democrática para asumir que hay cosas que deben cambiarse porque en su momento estaban bien pero ya no corresponden con nuestra realidad.

¿Significa eso que no hay salida al problema catalán sin un cambio constitucional?

Para salir de cualquier crisis sólo hay el diálogo y la vía democrática. Esta última está en marcha con las elecciones del 21 de diciembre. No me corresponde decir cual debe ser el resultados del diálogo, si hay que modificar o no la Constitución. Eso lo que tienen que decidir los actores. Hay que abrir el diálogo sin temor al resultado y a los cambios que pueda generar.

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